
Economista y Magister en Estudios Latinoamericanos.
@giovannicarrion
Cada vez es más notoria la abierta desconexión que hay entre el discurso o pronunciamiento del oficialismo y la realidad en la que viven la gran mayoría de los ecuatorianos. Esto ciertamente desconcierta y, desde luego, compromete aún más la poca credibilidad que tiene el primer mandatario, con lo cual su capital político se deteriora a una gran velocidad. Basta escuchar las recientes declaraciones ofrecidas por el presidente Guillermo Lasso en el marco de la IX Cumbre de las Américas, celebrada en Los Ángeles, EE.UU., para intuir la pobre lectura que se tiene desde la Función Ejecutiva sobre las principales urgencias que agobian a los ciudadanos.
Por un lado, el señor Lasso, al referirse a la violencia en el país, llega a la conclusión que este tema ‘no es algo escandaloso con relación a los indicadores de la región’, lo cual abiertamente contrasta con la opinión pública la que, por el contrario, ubica a la delincuencia como el mayor inconveniente que tiene actualmente el Ecuador, incluso con un guarismo superior frente a las graves dificultades que se evidencia por la falta de fuentes de empleo, crisis económica, corrupción, etc.
Sin duda, tratar de minimizar el problema, como una forma disimulada de lavar el rostro de un Estado en franca descomposición, no ayuda en el propósito de encontrar soluciones y menos el ansiado apoyo internacional. Acá, el Ecuador profundo está muy lejos de ser esa república de los utópicos y, por el contrario, el crimen, narcotráfico y las muertes violentas inundan los noticiarios y colocan al país con una tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes al cerrar el año 2021 equivalente al 14,06%, es decir, detrás de Venezuela, Colombia y Brasil, en lo que corresponde al ámbito subregional. Para Carondelet, los horrores vividos en las cárceles; el narcotráfico como monstruo depredador; el sicariato y el crimen organizado, no se los puede aún etiquetar en un nivel de escándalo... Vaya falta de sensibilidad y empatía de un Gobierno que paradójicamente se autodefine como del ‘encuentro’.
Señor presidente, es bueno salir de Carondelet, para romper esa burbuja que imponen el think tank y los comensales de Palacio y mirar con mayor curiosidad el barrio para entender mejor su realidad.
Por otro lado, y vinculado con la espiral de violencia e inseguridad, el presidente Lasso también dejó planteada, en la Cumbre de las Américas, la necesidad que los EE.UU., al igual que sucedió con Colombia, impulsen un Plan Ecuador, como instrumento para combatir el tráfico de drogas.
Lamentablemente, al invocar al Plan Colombia, el cual lejos de disminuir el cultivo y la comercialización de la droga, más bien dejó toda una estela de muerte, violación de los derechos humanos, incremento de la violencia, producción de migraciones forzadas con millones de colombianos desplazados y refugiados; afectación del medioambiente y secuelas permanentes en la salud de una población civil pobre que absorbió el glifosato; el mandatario ecuatoriano desconoce o soslaya una cruda y lacerante realidad, cuya estrategia se centró erradamente en el componente militar.
Hay que reconocer que la lucha contra las drogas es un problema global y requiere de la ayuda y participación de todos los actores. Se debe afectar y duro a la oferta (productores) pero también el compromiso debe ser asumido por aquellos que forman parte de la demanda de alucinógenos (consumidores). Es decir, se requiere de medidas integrales, lo cual va más allá de la visión militarista lo cual obliga a introducir políticas públicas encaminadas ante todo a desarrollar, en términos económicos y sociales, a las zonas de frontera y demás puntos calientes.
Asimismo, el tráfico de drogas es más que producción y comercialización. También está la venta de precursores, tráfico de armas livianas y el lavado de dinero (activos) que operan a sus anchas en las economías subterráneas.
Entonces, señor presidente, es bueno salir de Carondelet, para romper esa burbuja que imponen el think tank y los comensales de Palacio y mirar con mayor curiosidad el barrio para entender mejor su realidad.
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