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26 de Septiembre del 2022
Ideas
Lectura: 12 minutos
26 de Septiembre del 2022
Julian Estrella López

Ingeniero Ambiental por la Universidad de Cuenca. Maestro en Ciencias de la Sostenibilidad por la Universidad Nacional Autónoma de México.

Hombres, ¿qué hacemos?
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Como hombre que apoya al feminismo, además de intentar traducir ese apoyo en acciones cotidianas consecuentes, hoy prefiero dirigirme a otros hombres: amigos, compañeros, conocidos, desconocidos.

Hoy nos conmueve el femicidio (asesinato de una mujer en un contexto de violencia machista) y feminicidio (asesinato de una mujer con responsabilidad estatal) de María Belén Bernal. Ayer nos conmovían los casos de Naomi, Maribel, Gabriela, Martha... Mañana nos conmoverán otros. Y estos se irán acumulando ¿hasta cuándo?

En todos estos casos, al seguir las discusiones en redes, se nota, y la razón es obvia, que son las mujeres las que están más activas hablando, opinando, compartiendo. En primera línea suelen estar las mujeres feministas, pero no son solo ellas, también están mujeres que no se consideran feministas, y mujeres que, a raíz de estos casos, comienzan a ver en el feminismo una opción de vida para enfrentar la desigualdad y la violencia. También hay mujeres que reproducen mensajes machistas, es cierto, pero no es la generalidad. La generalidad es la solidaridad, la sororidad, la empatía… y el miedo; el miedo de ser las siguientes víctimas, de ser las siguientes en no regresar, de ser las siguientes en tener a sus madres e hijos buscándolas.

Pero no quiero profundizar acerca del actuar de las mujeres. Creo que, como hombre, hoy, al menos, no me corresponde. Tampoco quiero dirigirme a ellas, porque no tengo para qué, y porque simplemente me faltan las palabras. Hablé del miedo; pienso que el mayor privilegio que tenemos los hombres, todos nosotros, es, justamente, vivir sin miedo, o, al menos, sin miedo de ser asesinados por nuestras parejas, de ser acosados en un bus o en la calle, de ser abusados en la casa, en la calle, en un parque, en la universidad, en el trabajo; de noche o de día. De ahí que me falten las palabras, o que solo se me ocurra una: perdón.

Como hombre que apoya al feminismo, además de intentar traducir ese apoyo en acciones cotidianas consecuentes, hoy prefiero dirigirme a otros hombres: amigos, compañeros, conocidos, desconocidos.

Hombres. Si llegaron hasta aquí, ya veo llegar algunos “peros”:

“Pero los hombres también tenemos miedo en los espacios públicos”. Sí, miedo a los asaltos y en general a la inseguridad (en crecimiento). ¿Realmente creen comparable un asalto a una violación? Además, algunos factores hacen incomparable este miedo: a) El miedo de las mujeres es doble: puede haber asaltos con abuso sexual, b) Por nuestra socialización, los hombres solemos tener más habilidades y más fuerza para defendernos, y c) Imagínense que van a ser asaltados, ¿ya tienen la imagen? ¿cuál es, la de una mujer asaltante o un hombre asaltante? Sean sinceros: el miedo es a otros hombres, no a mujeres. ¿Es o no un problema de machismo?

Derivado del anterior: “pero qué pasa si a los hombres nos silban o nos piropean en la calle”. Respondan ustedes mismos: si les silban en la calle, ¿sienten miedo? ¿sienten asco, repugnancia? Ahora pregunten a una mujer de su entorno qué siente ante un silbido o “piropo”. ¿Por qué pasa esto? Porque el acoso, como toda forma de violencia de género, está atravesada por el ejercicio de poder, y, en nuestra sociedad, ese ejercicio de poder es de hombres sobre mujeres y no de mujeres sobre hombres. Sí, amigo, sí, con excepciones; excepciones que confirman la regla.

“Pero los hombres también sufrimos violencia física en la pareja”. Sí, hay casos -pocos-, pero la generalidad es que estos casos no terminan en asesinato. Dos reiteraciones: a) La socialización de mujeres y hombres hace que nosotros tengamos más fuerza y capacidad de defendernos ante agresiones físicas, y b) Los casos de violencia de pareja, como toda forma de violencia de género, están atravesados por el ejercicio de poder ¿y qué dijimos del ejercicio de poder?

No eran estos “peros” a los que quería responder, pero valga la oportunidad. Lo que realmente quería responder, o más bien, preguntar, preguntarles, preguntarnos, es ¿qué es ser hombre en Ecuador, hoy?

¿Es ser como el asesor presidencial Diego Ordóñez, y pensar que las feministas son desestabilizadoras por exigir justicia para una víctima de la violencia machista? ¿Es aprovechar cualquier oportunidad para agredir y denostar a las feministas?

¿Es ser como el asesor presidencial Diego Ordóñez, y pensar que las feministas son desestabilizadoras por exigir justicia para una víctima de la violencia machista? ¿Es aprovechar cualquier oportunidad para agredir y denostar a las feministas?

¿Es ser como el ministro Carrillo, y no apersonarse inmediatamente de la causa de una mujer desaparecida en un recinto policial, y por tanto responsabilidad directa de su Ministerio? ¿Es desinteresarnos de un caso de violencia femicida porque “no somos todos”?

¿Es ser como el presidente Lasso, y acercarse al movimiento feminista en campaña, para luego, en el poder, dar retro en cada mínimo acuerdo acerca de los derechos de las mujeres (presupuesto para prevenir la violencia, Ministerio de la Mujer)? ¿Es ser como Lasso, y anteponer ideas personales y religiosas sobre el derecho de las niñas y mujeres a decidir sobre el embarazo en caso de violación? ¿Es seguir opinando y sobre todo decidiendo sobre los cuerpos de las mujeres, aun cuando nosotros somos incapaces de embarazarnos ni de sentir lo que es llevar dentro de nuestro cuerpo el fruto de una violación?

¿Es ser como el expresidente Correa, y pretender apoyar la lucha de las mujeres en una coyuntura favorable, para luego denigrarlas con discursos y expresiones machistas, como hizo durante 10 años en los que, además, lideró un retroceso sistemático en derechos de las mujeres (Plan Familia, COIP, desaparición del CONAMU)? ¿Es pretender apoyar la lucha de las mujeres de la boca para afuera, a veces?

¿Es ser como varios políticos en campaña, y aprovechar una causa dolorosa y conmovedora para figurar en redes sociales? ¿Es pretender llevarnos el protagonismo, como siempre hemos hecho en la historia, aún en los casos donde tendemos, más bien, a ser parte del problema?

¿Es insistir en ideas profundamente machistas e ignorantes como: “ella dio chance”, “ella no se valora”, “ella debió huir al primer acto de violencia”? ¿Es seguir reproduciendo el patrón machista de utilizar, a manera de insultos, expresiones como “mujer”, “mujercita”, “afeminado”, “maricón” …?

¿Es ser como Germán Cáceres, y asesinar a la persona a la que decimos amar y a la que juramos respetar y proteger? ¿Es ser como tantos hombres, de todas las edades, etnias, estratos sociales y profesiones, y abusar de nuestra posición de poder físico y socialmente construido sobre las mujeres, para denigrarlas, agredirlas y violentarlas, hasta el punto de matarlas a golpes, incluso a las que tenemos más cerca, incluso a nuestras parejas?

¿Es ser cómplice o encubridor de un acto de violencia contra una mujer perpetrado por un hombre cercano? ¿Es compartir “packs” de mujeres sin su consentimiento? ¿Es reproducir el machismo en los grupos que tenemos (siempre tenemos grupos de hombres: del fútbol, del colegio, de las motos, de la universidad…)?

¿Es sentirse consternado por la muerte de una mujer en manos de su pareja, y pensar que, cualquier día, la víctima puede ser una mujer cercana a nosotros: madre, hermana, amiga, pareja, hija?

¿Es tomar acción sin dudar ante cualquier forma de violencia contra las mujeres? ¿Es parar el carro de quienes tienen expresiones o actos machistas en nuestro entorno?

¿Es rechazar tajantemente la violencia física como forma de resolución de conflictos de pareja?

¿Es valorar la lucha que dan las mujeres feministas en exigencia de justicia, igualdad, y el derecho mínimo a una vida libre de violencia? ¿Es apoyar las causas feministas y luchar por la igualdad de género?

¿Es estar dispuestos a ver y aceptar nuestros privilegios, y más aún, a renunciar a ellos, para que dejen de ser privilegios y pasen a ser derechos plenos para todas las personas? Algunos de nuestros privilegios, a propósito: trabajar menos horas a la semana (17 horas menos, en Ecuador); una menor responsabilidad (asignada socialmente) en las tareas del cuidado: cuidado del hogar, y de personas que requieren atención (niñas, niños, ancianas, ancianos, personas con discapacidad, personas enfermas); ganar más por empleos similares; ser más valorados en ciertas áreas (ingeniería, arquitectura, medicina) o para ciertas posiciones (dirigencia y jefaturas); el mencionado “no tener miedo”; otros.

No tengo la respuesta. Al final, todo eso es ser hombre en Ecuador, y faltan muchísimas otras formas, probablemente tantas como hombres habitamos en el país. Y considero que, en estas formas de ser hombre, debemos tener como perspectiva la necesidad de jugar un rol mucho más activo en la lucha por la igualdad de género y por una vida libre de violencia, de todas las formas de violencia. Si somos los beneficiarios directos de un sistema desigual y protagonistas principales de la violencia machista, ¿no es justo y necesario que seamos protagonistas del cambio? Si las mujeres se apersonan con sororidad de la causa de una víctima de la violencia machista, ¿no es adecuado que los hombres nos apersonemos fraternalmente, con vergüenza, pero también con voluntad de cambio, del acto de un victimario?

Habrá oportunidad de profundizar en temas como el uso del tiempo, la división sexual del trabajo, la desigualdad salarial y la participación política. Hoy nos atañe la violencia. Si no hubiera victimarios, no hubiera víctimas, y hoy María Belén estuviera con su mamá y con su hijo. Por ella, por las que ya no están, no podemos dejar de exigir justicia. Y por ella, por todas, debemos caminar hacia una vida libre de violencia. Que no haya más M.B., pasa, fundamentalmente, porque no haya más G.C.

Hombres, ¿qué hacemos? Las mujeres, principalmente las feministas, hacen su parte, día a día, exigiendo justicia, posicionando derechos. ¿Qué hacemos nosotros? Creo que responder a esa pregunta pasa por responder a la siguiente, y no hacia afuera, sino para nosotros mismos: ¿qué clase de hombres queremos ser?

Con cada caso de violencia machista, las mujeres pierden un poco de paz y seguridad, y los hombres perdemos un poco de humanidad. Está en nosotros recuperar esa humanidad, por ellas, por nosotros.

[PANAL DE IDEAS]

Marko Antonio Naranjo J.
Alexis Oviedo
Alfredo Espinosa Rodríguez
Fernando López Milán
Pablo Piedra Vivar
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