Ingeniero Ambiental por la Universidad de Cuenca. Maestro en Ciencias de la Sostenibilidad por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Creo firmemente que, en una decisión tan íntima como la interrupción del embarazo, por cualquier razón, no debemos interferir los hombres, ni el Estado, ni la Iglesia ni ninguna institución; que es una decisión personal que compete exclusivamente a las personas que se embarazan y por tanto pueden interrumpir su embarazo. Creo que la maternidad nunca debe ser impuesta, menos aún cuando es por violación, y que la decisión de la mujer, cualquiera que esta sea, debe ser respetada y asistida.
Si la presente fuera una columna de opinión sobre el aborto, con eso habría terminado. No es el caso, y más bien quisiera hablar sobre un tema por el que sí me siento atañido como hombre, y es, justamente, qué papel tendríamos que cumplir nosotros en el debate público y en las decisiones sociales en torno al aborto.
De la primera afirmación se podría inferir que mi opinión es que los hombres no deberíamos opinar, y mucho menos tomar decisiones sobre el tema. Y sí, más o menos ese era mi pensamiento hasta el día 28 de abril, cuando la Corte Constitucional del Ecuador despenalizó el aborto por violación. Digo más o menos porque, hasta ese día, creía que los hombres podemos opinar, en ciertos espacios, pero que, definitivamente, deben ser las mujeres quienes decidan las leyes y políticas públicas, porque son quienes tienen las experiencias individuales y colectivas en la materia.
¿Qué cambió el 28 de abril? Que se dio un hecho histórico: el aborto se despenalizó con votos de 5 hombres y 2 mujeres, y en contra de los votos de 2 mujeres. No sé si sea la primera vez que, en cualquier país, se despenaliza el aborto con más votos de hombres, pero sí creo que será difícil encontrar casos en los cuales el voto de los hombres haya sido ampliamente e incluso absolutamente favorable a la despenalización.
Como ejemplos cercanos o recientes, expongo los casos de Colombia, Argentina y la anterior discusión en Ecuador.
La despenalización en Colombia, en 2006 y también mediante Corte Constitucional, se dio gracias a 4 votos de hombres y el voto de la única mujer magistrada, Inés Vargas, y con 3 votos en contra por parte de hombres, a los que se sumaba un magistrado impedido de votar; en la práctica, la votación entre hombres daba empate y el voto de Vargas fue decisivo.
La resolución de la Corte Constitucional del 28 de abril marca un hito por lo cuantitativo, pero también porque nos acerca al papel que podemos cumplir los hombres en este tema. Y este papel es el que asumieron los jueces Ramiro Ávila, Agustín Grijalva, Enrique Herrería, Alí Lozada y Hernán Salgado: dar vía libre para que las mujeres decidan.
En Argentina, la legalización del aborto, en 2020, fue gracias al voto de las mujeres, y a pesar del voto de los hombres, en las dos instancias legislativas: en el Congreso, 62 mujeres votaron a favor y 45 en contra, por 69 hombres a favor y 72 en contra; en el Senado, última instancia de decisión, 19 mujeres votaron a favor y 8 en contra, por 19 hombres a favor y 21 en contra. Que los hombres se opongan mayoritariamente no era nuevo: en 2018, cuando el Congreso aprobó la Ley, pero el Senado no, el voto de las mujeres daba empate 14-14, y los hombres decidieron, con 17 a favor y 24 en contra.
Finalmente, en Ecuador, cuando la Asamblea Nacional discutió el tema en septiembre de 2019, el voto de los hombres fue decisivo: 35 a favor de la despenalización y 42 en contra, por 30 mujeres a favor y 17 en contra.
La resolución de la Corte Constitucional del 28 de abril marca un hito por lo cuantitativo, pero también porque nos acerca al papel que podemos cumplir los hombres en este tema. Y este papel es el que asumieron los jueces Ramiro Ávila, Agustín Grijalva, Enrique Herrería, Alí Lozada y Hernán Salgado: dar vía libre para que las mujeres decidan; las mujeres o niñas embarazadas a causa de violaciones, en este caso. Porque la sentencia de los jueces citados y las juezas Karla Andrade y Daniela Salazar no obliga a ninguna mujer a abortar, solo les permite decidir, en mayor medida, sobre sus cuerpos.
Los hombres no podemos seguir decidiendo en un tema que no nos atañe. El camino que tenemos en nuestras manos es no interferir ni juzgar la decisión de las mujeres que optan por interrumpir su embarazo, desde los espacios en que estemos, y considerando que todavía tenemos predominancia en la toma de decisiones. La decisión posible es renunciar a decidir sobre los cuerpos de las mujeres.
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