Periodista de Investigación, escritora de poesía y narrativa corta, especialista en perfilación criminal.
Como ya lo habrán visto todos por la prensa nacional y extranjera, vivir en Ecuador asusta. El gobierno todos los días nos presenta cifras oficiales de las personas que mueren por Covid-19 que ni de lejos alcanzan al número de fallecidos solo en Guayaquil, peor a nivel nacional. Tanto periodistas como ciudadanos debemos aceptar lo que nos muestran. A diarios que saltan esa barrera les piden que por favor no sean alarmistas, como si decir la verdad para buscar soluciones fuera malo, como si pisar tierra fuera un delito...
Y justamente por ocultar la realidad ahora vivimos en medio de imágenes apocalípticas. Y para justificar que en Ecuador se deja a la ciudadanía a su suerte tienen siempre a la mano aquellas frase de: “así está el mundo”, “esto es a nivel global, ni las grandes potencias pueden con esto”, “hacemos lo que podemos y más pero todos los países están así”, “no podemos estar detrás de cada uno” Y ¡no! No todos los países están así. En otros lados sí se preocupan por su gente, al menos eso es lo que quiero creer, que de algo sirve el tener autoridades a las que se les paga por hacer bien un trabajo. Sino ¿para qué? En esta nueva forma de vida que haremos forzosamente luego de la cuarentena, habrá que hacer otra forma de gobierno.
¿Después de la cuarentena? Sí, nosotros ya pensamos en el después cuando ni siquiera ha pasado el durante. Esta semana los titulares de varios medios informaron que Quito se prepara para el peor escenario y dentro de las notas se colocaba el tinte esperanzador de que se espera que no sea así pero por prevención ya hay cinco contendores para los cadáveres y lugares para su incineración. En rueda de prensa el alcalde, Jorge Yunda, que goza de gran popularidad, indicó que de nada sirve el tener un hospital en 15 días sino hay médicos intensivistas y Ecuador no produce respiradores. Hay prevención en el manejo de cadáveres pero ¿y el resto? Y nuevamente la aclaración de que todo el mundo está así y que otros países tienen más dinero para comprar más rápido las pruebas para el Covid-19.
¿Entonces? A seguir la cuarentena y no esperar mucho de lo oficial porque lo seguro son los contenedores. Pero a toda la desgracia de cómo manejan la crisis a nivel local y nacional, está la gente que se desespera por salir. Unos, con justa razón pues viven del día y otros porque aún no entienden la gravedad de la situación. Es cierto lo que dice el alcalde de que es una crisis que nadie la puede parar cien por ciento, pero al menos en lo que les compete deberían ser responsables.
Es ya vox populi que las ayudas del MIES no llegan a los sectores más necesitados, pero en la capital se cuenta con el Patronato San José, cuyos números sí responden pero la ayuda tampoco llega.
Cuando se llama al 911 para denunciar algún acto que no va acorde con la emergencia sanitaria las personas que contestan la llamada lo hacen de manera descortés e indican que es el Municipio de Quito quien debe dar respuesta y esta se puede obtener por una denuncia, pero el problema sucede en el acto y el trámite de la denuncia toma su tiempo. En este ir y venir de quien tiene las responsabilidades para actuar, finalmente no ocurre ningún control.
Para realizar un reportaje periodístico solicité imágenes de Urbanimal con la descripción de necesidades para darlo a conocer a través de un medio de comunicación y hasta el momento no llegan. Como tampoco llegan los controles a ciertas zonas de la ciudad donde la gente rompe las normas sanitarias y causan aglomeraciones al ponerse negocios clandestinos
Cuando se trata de controlar las aglomeraciones no están presentes ni policías ni militares en algunos sectores de la ciudad. Incluso en el toque de queda la gente sale pero los uniformados lo dejan pasar. Y obviamente sería mejor que la gente no rompa las reglas por su propia salud y que se autorregule, pero esto no ocurre. Lamentablemente la masa entiende a través de la sanción.
La policía no acude siempre a las emergencias y cuando lo hace es de poca ayuda. Un ejemplo, si hay una emergencia respiratoria, ahogo, causada por el humo que hacen vecinos en zona urbana creyendo que están en el campo, el 911 recepta la llamada y pide a los bomberos que vayan, que por obvias razones no van a movilizar todo su equipo para apagar el fuego que hacen unos desadaptados que a pesar de tener cocina dentro de la casa, cocinan sus alimentos en mitad de un patio de metro y medio, donde incluso tienen un cilindro de gas. No solo ponen en riesgo la vida de los vecinos sino también la propia.
Entonces el 911 pide que la policía intervenga y la policía va después de media hora solo para avisar que como es fuego en domicilio no pueden hacer nada. Hasta eso la persona ya empieza con la crisis respiratoria porque padece de asma. Llama nuevamente al 911, donde después de forcejear telefónicamente para que el funcionario acepte la emergencia le pase con telemedicina y allí el médico le indica que debe utilizar el inhalador pero que de nada servirá si continúa recibiendo el humo y le pide que llame nuevamente al 911 para que envíen una patrulla. Después de más de una hora entre dimes y diretes, la crisis de asma ya se desató, la policía llega otra vez donde se generó la denuncia para decir lo mismo, que no puede intervenir en el domicilio privado, que dentro del domicilio pueden hacer lo que quieran. Y sugieren a la persona que está con el ataque de asma que haga la denuncia en la página web del Municipio (formularios en línea que no están disponibles en todo momento). No hay nada que hacer, dentro o fuera de un domicilio, en la capital, ciertas personas hacen lo que les viene en gana a vista y paciencia de las autoridades competentes.
En esta cuarentena otro problema que se agudiza es el tema del ruido. Las personas se quejan del ruido de sus vecinos con su música que rebasa los decibeles aptos para la salud. Y soportar aquello en el encierro agrava cualquier situación. Pero nuevamente nadie quiere hacer nada. Pero no es nuevo, nadie podía hacer algo antes de la cuarentena. Particularmente indagué sobre quien tiene competencia sobre el control del ruido en domicilios en Quito y ninguna entidad del Municipio dijo tenerla, aunque existe la ordenanza 123, ésta solo aplica para locales comerciales y con ciertas excepciones. Nuevamente el Municipio pasa la responsabilidad a la Policía Nacional y esta se niega a actuar sin una orden escrita.
Para realizar un reportaje periodístico solicité imágenes de Urbanimal con la descripción de necesidades para darlo a conocer a través de un medio de comunicación y hasta el momento no llegan. Como tampoco llegan los controles a ciertas zonas de la ciudad donde la gente rompe las normas sanitarias y causan aglomeraciones al ponerse negocios clandestinos. Sí, la situación sería distinta si la gente fuera educada y respetara al prójimo, pero no lo es, así que si quieren conservar algo de población, deben poner sanciones. Puede ser que el alcalde de Quito tenga las mejores intenciones pero algunos de sus colaboradores demuestran todo lo contrario. Y puede ser que la Policía Nacional como institución quiera hacer lo mejor, pero la actitud de ciertos de sus uniformados dan mala imagen, como cuando se solicita una patrulla y nunca llega pues le dicen que está en un procedimiento y el ciudadano tiene que ir hasta la UPC para solicitar ayuda y resulta que el procedimiento era estar en el Facebook y dormir dentro del patrullero…
El Art. 86, sección 2ª, de nuestra Carta Magna señala que el “Estado protegerá el derecho de la población a vivir en un medio ambiente sano y ecológicamente equilibrado, que garantice un desarrollo sustentable...”. Pero esto es solo posible en nuestros mejores sueños, nada más… peor en medio de una pandemia. La prensa extranjera debe saber que los discursos en el Ecuador son una maravilla, rodeados de publicidad, pero la realidad nos demuestra que los ciudadanos estamos solos e indefensos en medio de esta pandemia.
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