
PhD en Educación por la Universidad Católica de Lovaina, Maestro en Estudios Culturales y Desarrollo, Graduado en Economía. Ex gerente del Proyecto de Pensamiento Político de la SNGP. Docente universitario.
Arribamos a octubre y las encuestas muestran sus números. Unas causan risa desde la exageración y el entusiasmo, pero que no se olvide que parte de la estrategia electoral es mostrar al candidato que auspicia tal o cual maroma estadística, como el vencedor absoluto. Ese caballito que en el hipódromo se acerca raudo a la meta y al que de lejos y con vergüenza miran sus contendores.
Son tres candidaturas las que pujan por pasar a la segunda vuelta. Una de ellas, sin embargo, nos dice que vencerá en primera vuelta. En las cabezas de sus feligreses, perdón, simpatizantes suena la consigna del pasado: “por qué somos más, muchísimos más…”. Otra, aupada por millonarias asesorías de comunicación política nos restriega en el rostro su supuesta victoria, al tiempo que el presidente Moreno, su cogobernante, con sus medidas le quita votos. El tercer candidato, con música New Age de fondo y montado en una bici de bambú, quiere asegurar sufragios, acercándose de nuevo al núcleo de esa organización, a la que sus panas, expertos en muñequeo y “real politik”, dejaron de lado.
Los tres cabalgan, como en el spaghetti western, hacia el tesoro escondido en Carondelet. El bueno, el malo y el feo. ¿Quién interpreta en esta andina película a Van Cleef, quién a Wallach y cuál emula Eastwood? Lo dirá el lector. Los tres candidatos han hecho méritos, en diversos momentos de la forja y posicionamiento de sus candidaturas, para interpretar los tres disímiles personajes.
Ahí están empantanados en el empate técnico. Como los “Tres chiflados” se dan de capirotazos: Es el títere de Correa, dice el uno. Es el responsable del feriado bancario, le responde el otro… Aquel, cuyo pastor —perdón, mentor— se peleó con todos, quiere los votos de zurditos incautos y para ello acusa al tercero de falso indio, de minero… Pero, el recuerdo resentido de las acciones del pastor sigue en muchos que votarán por cualquiera que sea su oponente. Y el posible oponente, el banquero, ve con pánico como, a pesar de sus millones, no crece ni con levadura.
Y ahí están los candidatos, bregando en su campaña para presidentes. Uno de ellos ganará y dependeremos de su buena voluntad, de su “palabra de honor” (ritual tan venido a menos) para ver cumplirse las aspiraciones en las que creímos y por las cuales colocamos en la urna el voto
Uno de ellos ganará con nuestros votos. Pregunto al lector: ¿En verdad cree que puede haber un “gobierno feminista”, con un vicepresidente Provida (a tono con el dueño de esa tienda, faltaba más)? ¿Cree que en 100 días se arreglará este país, al profundizar la receta del actual gobierno hambreador? Las sonrisas, las declaraciones de que lucharán para que nuestro futuro sea mejor, las fotos mirando en lontananza no bastan. ¿Quién nos garantiza que lo que ofrecen se cumpla? Nadie.
El lector me dirá que si no cumple, podemos revocar el mandato del infame. Usar ese procedimiento por el cual los ciudadanos podemos cesar de su cargo público a un funcionario electo, antes de que este termine su periodo… ¿Cuántas veces esto ha sido efectivo? Según nos cuentan Erazo y Chamorro (2019) en su estudio, desde el 2010 hasta la mitad del 2012 fueron presentadas 784 solicitudes de revocatoria, de las cuales una sola fue para el Presidente de la República, otra para el titular de la asamblea y 12 para diferentes asambleístas; el resto fueron para alcaldes y prefectos. De todas las mencionadas solo 17 llegaron a las urnas y ninguna cesó a nadie.
Es causal para la revocatoria el no cumplir el plan de gobierno de la campaña, pero han terminado, sin despeinarse, y sin cumplir un ápice de lo prometido, alcaldes como Mauricio Rodas, sin duda el peor desde Jijón y Caamaño. Parece que en el 2021 Moreno terminará su período haciéndonos narices largas, luego de cuatro años en que hizo todo lo contrario a lo que prometiera en campaña; es más, llevando a cabo el plan de gobierno de su contendor, el banquero que esta vez quiere tener el poder sin intermediarios, Guillermo Lasso.
Y ahí están los candidatos, bregando en su campaña para presidentes. Uno de ellos ganará y dependeremos de su buena voluntad, de su “palabra de honor” (ritual tan venido a menos) para ver cumplirse las aspiraciones en las que creímos y por las cuales colocamos en la urna el voto. “Juro, ante Dios y ante a la patria que jamás os traicionaré” nos dijo un oligarca prepotente al colocarse la banda tricolor al hombro y luego nos llenó de balazos… Como votantes, como ciudadanos, como compatriotas del futuro presidente, estamos inermes, indefensos, sujetos a la voluntad del inefable.
[PANAL DE IDEAS]
[RELA CIONA DAS]
NUBE DE ETIQUETAS
[CO MEN TA RIOS]
[LEA TAM BIÉN]




[MÁS LEÍ DAS]


