
Hay una serie de fantasmas que nos acechan día y noche. Para cuando lleguen los lobos, ¿estará la ciudad realmente preparada para enfrentarlos? La ciudad no debería dormir tranquila y menos aún las autoridades municipales y estatales.
Si las autoridades hubiesen previsto el invierno que sufren algunas regiones del país, no se habrían dado las catástrofes en la dimensión de la realidad. Una letanía de males: inundaciones, deslaves, playas contaminadas, muertos, heridos, desaparecidos.
No se ve que las poblaciones en riesgo hayan sido oportuna y adecuadamente preparadas. Hay un cierto atávico fatalismo en las poblaciones pero también en las autoridades: los males vienen y luego se van aunque su paso haya sido catastrófico. El gran consuelo es que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo soporte.
Pesada y atávica resignación con caracteres fatalistas. Los males vienen. Nadie posee el poder necesario para detenerlos. Sin embargo, sí hay quienes miran más allá de su propia desolación. Miran a las autoridades responsables que no tomaron oportunamente las medidas adecuadas conociendo de antemano que este invierno sería particularmente agresivo, conociendo bien lo que viene aconteciendo en países de la región.
Pueblos indefensos construidos al borde los ríos o en empinadas laderas de los páramos. ¿Se tratará, acaso, de una subordinación patética al destino? ¿O un quemeimportismo atávico surgido de un especial maridaje entre el hombre y la naturaleza que impide mirar oportunamente más allá de las sospechas? La casa que sustituya a la que el agua se llevó se levantará en el mismo sitio para que desaparezca en otro invierno. Fatalismos de la cultura y política.
No se da importancia a la fragilidad de la ciudad y a sus múltiples riesgos. No se aprende de la experiencia. Como si fuese imposible evitar tropezarse dos veces con la misma piedra. No se realizan adecuados trabajos de prevención. Una cultura del día a día. O sencillamente, país de la corrupción: cada día se destapa un poco más de la infinita corrupción del correato. Ya se conocen algunos de los bolsillos a los que fueron a parar los dineros del desarrollo a nombre de programas sociales que nunca se ejecutaron.
No se da importancia a la fragilidad de la ciudad y a sus múltiples riesgos. No se aprende de la experiencia. Como si fuese imposible evitar tropezarse dos veces con la misma piedra. No se realizan adecuados trabajos de prevención. Una cultura del día a día.
El cambio climático no es un ente de razón, aunque, parecería, que no es tomado muy en serio por las respectivas autoridades. A veranos intensos y largos siguen inviernos cruelmente destructivos. Y de por medio, las mediocridades y corrupciones de quienes planifican y ejecutan las obras pertinentes.
La capital no puede jugar al lobo. Hay demasiados barrios precarios, al norte y al sur, al este y al oeste. El agua lluvia y el fuego son capaces de destruir en pocos minutos lo que familias lograron construir tras años de sacrificios. Para cuando llega el lobo (inviernos, veranos, terremotos), estaremos desprevenidamente dormidos.
¿Y el coronavirus? Ya llegó como la realización de un fatal presagio. ¿Ha sido acaso posible realizar un eficaz cerco epidemiológico? A diferencia de lo que acontece con los fenómenos naturales, el virus llega sin hacer bulla: silenciosamente. El virus no ve caras ni bolsillos. ¿Estaremos preparados para enfrentarlo?
Desde el Ministerio de Salud se ha dicho que todo se halla perfectamente previsto y en su punto. Como un ejército bien armado y entrenado que espera al enemigo en buenas trincheras y con excelente armamento. ¿Será cierto? es mejor dudar. Porque es muy probable que ahora que ya llegó el coronavirus sigamos desprevenidos. El escándalo no es prevención, sino todo lo contrario.
No se puede olvidar que el correato hizo flores con los dineros de los hospitales incluidos los del IESS. Estamos en soletas. Así que nada de ponerse vestido de gala para un baile que se prevé demasiado complejo e incluso cruel. Todos los días alguien denuncia la precariedad de los servicios de salud. ¿De qué forma cambiará esta precariedad endémica ante este nuevo y tremendo enemigo? ¿Tan solo con el conocido bla-bla de las autoridades de salud?
¿Estarán ya listas salas y camas ad hoc? ¿Se habrán adquirido los insumos necesarios para hacerle frente desde la víspera de su llegada? Hoy es la víspera. Cuesta creer que sí cuando todos los días crecen las quejas por las múltiples deficiencias en la atención hospitalaria. ¿Qué estará pasando en clínicas y hospitales del IESS? Y el coronavirus no es una mala broma. Sin introducirse en lo perverso del escándalo, es urgente hacer prevención e todos los espacios. ¿Quién informa y prepara adecuadamente al magisterio del país?
No se trata de armar inútiles y perversos escándalos. Pero sí es necesario que los medios de comunicación no cesen de hablar sobre las adecuadas estrategias de prevención. La protección corresponde a todos por igual.
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