Es periodista, 38 años, dirige La Radio Redonda, colaborador de varios medios gráficos y digitales nacionales e internacionales.
La pandemia ayuda a desnudar los verdaderos comportamientos humanos. Ha quedado en evidencia pública la solidaridad y la eficiencia. También se exponen los que, bien escondidos tras corazas de hipocresía y corrección política, no tienen hoy otra opción que ser ellos. Aparecen, por ejemplo, los dispuestos a lucrar con las peores desgracias, los que acaparan y venden pastillas al triple de su valor real, los que cotizan en oro las mascarillas. En fin, es un baño de verdad.
Y el fútbol no podía quedarse fuera de este baño. Fue uno de sus máximos representantes, Miguel Ángel Loor, el presidente de la Liga Pro, la agrupación de clubes profesionales del fútbol ecuatoriano, el que transperentó sus intenciones, aquellas que en épocas de "normalidad" no las podía decir. El Covid-19 y su rastro de muerte y desolación le dieron la plataforma precisa.
En un comunicado divulgado la mañana de este viernes 17 de abril, Loor utiliza el más modulado de sus tonos mesiánicos para confirmarnos los que algunos ya olíamos tras sus decisiones, discursos y presencia: el fútbol, amigos, ha dejado de existir como deporte en el Ecuador. El fútbol, hoy, es Netflix, es la Casa de Papel, El Gran Hermano o La Colorina, es un producto televisivo.
El nuevo fútbol... pic.twitter.com/m9EuL8jiS3
— Miguel Angel Loor (@miguelloor) April 17, 2020
El comunicado de Loor es lesivo por varios frentes. Hiere, por ejemplo, el conocimiento. El fútbol, en todo el mundo, es un proceso histórico que nació de aquellos a los que el presidente de la Liga Pro hoy se propone excluir. Para ser todo lo profesional que es hoy, este deporte pasó por etapas larguísimas y agotadoras, siempre relacionadas con sus vínculos sociales. Los clubes no son, per se, empresas con CEO y cargos similares; son la consecuencia de momentos relacionados con el camino que las sociedades recorren y que van cumpliendo metas siempre en función de los aficionados, socios e hinchas.
Loor también hiere la inteligencia y el nivel de información de aquellos a los que se dirige en su desafortunada carta. ¿Sabrá acaso que, por ejemplo, en Alemania los clubes están exigidos a contar con una propiedad social del 51%? ¿Que la MLS, la liga de fútbol del país que mejor entiende el deporte como un espectáculo mediático tiene promedios de asistencia a los estadios superiores a las 30 mil personas por equipo? ¿Que la Premier League, la liga más importante del mundo, se juega casi siempre con estadios llenos? ¿Que en Portugal, país con una población similar al Ecuador, hay clubes con 100 mil socios? Lo sabe, pero lo omite. Eso es lo grave.
Justificar los "cambios" con el advenimiento de una pandemia que ataca cien mil instituciones y prioridades más importantes que el fútbol, utilizar esta situación para imponer criterios reñidos con la raíz del DEPORTE, es treparse al vuelo a un bus repleto de intereses particularísimos.
Nadie puede negar que la televisión es la fuente más importante de ingresos en el fútbol. Pero la verdadera sinrazón es la dicotomía que pretende manejar Loor, quien plantea un "TV o no TV". La televisión puede ser un socio importantísimo sin dejar a un lado la experiencia del aficionado al lado de su equipo, participando del mismo, identificándose con él. ¿Se ha preocupado en estos dos años la Liga Pro en ofrecer una experiencia grata para el hincha en los estadios? No. Al contrario, jamás ha habido el interés por hacer de los escenarios espacios cómodos, seguros, atractivos. Entonces, para la Liga Pro es sencillo: nos jugamos por la televisión. ¿El hincha y sus intereses? Que se sumen al Pay Per View.
El tono autosuficiente del comunicado puede ser depurado y de ahí se obtienen verdaderas declaraciones de vida. Como, por ejemplo, creer que las divisiones menores son eficientes y se justifican por los títulos que obtienen y que hoy, ante la crisis, es justo prescindir de ellas. ¿Sabrá Loor que el fútbol es, para la mayoría de jugadores, el último escape a la pobreza? ¿Que hay futbolistas que llegaron a un club a probar suerte como último paso previo para evitar la delincuencia, la degradación social? ¡Qué importan ahí los logros y los títulos si las divisiones menores cumplen con un papel de integración e, incluso, de redención social!
Justificar los "cambios" con el advenimiento de una pandemia que ataca cien mil instituciones y prioridades más importantes que el fútbol, utilizar esta situación para imponer criterios reñidos con la raíz del DEPORTE, es treparse al vuelo a un bus repleto de intereses particularísimos.
"Se juega como se vive", decía Francisco Maturana. Hoy, el presidente de la Liga Pro juega como vive la mayoría del país: escindiendo, discriminando, elitizando, desconociendo, excluyendo a nombre, precisamente, de esos intereses muy restringidos.
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