
Que la división entre correísmo y anticorreísmo hace que en el país domine el odio es un cuento falso. Que el desear que salgan de la vida política hace daño al país es hasta fascismo… una vil mentira.
El hábil correísmo, en especial los que diseñan la propaganda, son especialistas en identificar perfiles de débiles y ambiciosos políticos para, con sonrisas de por medio, venderles la creación del agua tibia. En este caso: no atacar al correísmo porque ahonda la división. Y, cándidamente, han caído.
Los mismos que tuvieron vínculos con los populistas y corruptos de Podemos de España, los mismos que ayudaron a perseguir y tapar el polvo de los jerarcas, que el día previo los asesoraban para sus entrevistas en medios y la mañana siguiente los entrevistaban.
Los que provocaban miedo en empresas al punto que debían homenajear a los más cuestionados, incluido el sentenciado Jorge Glas. Esos. Quienes ‘coordinaban’ los ataques, ahora son los iluminados asesores políticos que les tienen hablando el mismo lenguaje que usó Andrés Arauz para la campaña presidencial a propios y extraños…
La recomendación, que siguen como obedientes soldados, es que traten de convencerse y convencer del fin de las ideologías, incluso cuando de nuevo el mundo se parte en bloques, los democráticos y los autoritarios liderados por Vladimir Putin. Que hay que traer la plata de las reservas internacionales, olvidando que pataleaban para se bloqueen esos fondos. Así, los del pasado se ocultan y tienen gente funcional.
Caer en el juego de destrozar al Gobierno, por los bulos de los junkies del correísmo, ya es lo más políticamente correcto para las redes sociales contaminadas de populismo
Entonces, el discurso populista nuevamente va tomando fuerza. Y van silenciando a los críticos del autoritarismo y la corrupción. Es la primera consecuencia grave.
Luego, hay otra. El contagio. Cómo son vehementes en decir que hay que reconocer la fuerza del correísmo, y tienen coro, olvidan las persecuciones que sufrieron en carne propia. Hasta las golpizas. Entonces, validan como interlocutores a los nefastos del pasado, y no hay lío si se pacta con el líder de la pandilla o se acuerda con sus lugartenientes. O si, secretamente, acuerdan en la Asamblea.
Entre todos ellos hacen mucha bulla, pero cero propuestas. Ni media...
Por todo esto ha nacido un nuevo grupo. Los junkies del correísmo. Ellos creen a José Luis Cortázar. Odian a Guadalupe Llori. Desprecian a Guillermo Lasso. Hablan de represión ideológica, tal como lo denuncia Leonidas Iza. Tienen pesadillas con la fiscal Diana Salazar. Detestan a la Fuerza Pública antinarco. Casi son santos y vírgenes de Altar, como ya lo es Glas.
Mientras los desertores y los contagiados van callando. Quienes prometieron, juraron, defender el futuro del país y que no regrese el lado del correísmo corrupto.
Caer en el juego de destrozar al Gobierno por los bulos de los junkies, ahora, ya es lo más políticamente correcto para las redes sociales contaminadas de populismo.
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