
Esta semana, no voy a dar una simple opinión. Quiero resaltar la humanidad detrás del conocimiento, deseo hacer pública mi admiración por Ramiro Ávila Santamaría, nuestro juez de la Corte Constitucional, que creyó que no es suficiente exponer los motivos por los cuales una norma debe ser expulsada del ordenamiento jurídico, y decidió humanizar a través de sus palabras, a todo el Sistema de Justicia.
Este juez, obligó a todos -o por lo menos a quienes decidieron leer su pronunciamiento-, a situarse en los zapatos de las personas que, por cualquier motivo, enfrentan la Justicia Penal, para entender lo que viven. Sin duda sus palabras atravesaron como una daga el corazón de jueces que ordenaron la prisión preventiva de las personas que murieron en los amotinamientos, así como de los fiscales que solicitaron la privación de libertad y de los abogados que no hicieron nada o que, haciendo mucho, no lograron evitarla.
¡Mala suerte para los pobres que no tienen trabajo, casa y a veces ni hijos!, ellos no tienen la posibilidad de hacerle entender al juez que su prisión es innecesaria.
Ramiro -así le gusta que lo llamen en clase-, criticó el momento previo a la orden de encarcelamiento, a esas horas antes de la audiencia en la que los familiares y abogados luchan contra el tiempo buscando documentos para hacerle entender al Juez que la persona cuya libertad está en riesgo, que tiene hijos, casa, trabajo, y que, consecuentemente, no se fugará del país. ¡Mala suerte para los pobres que no tienen trabajo, casa y a veces ni hijos!, ellos no tienen la posibilidad de hacerle entender al juez que su prisión es innecesaria.
Los jueces, fiscales y abogados jamás olvidarán que Ramiro Ávila Santamaría los retó a darles una diferencia real entre la prisión preventiva y una condena; ese reto llevó sus mentes al interior de las cárceles, a vivir junto a los presos para que entiendan que la cárcel es cárcel, llámese como se llame. Nos hizo entender a todos que la diferencia entre condena y prisión preventiva es un sofismo que disfraza el encierro.
Lo que hizo Ramiro es un intento desesperado por humanizar la justicia que está deshumanizada, en donde los jueces y fiscales dejaron de ver a las personas como personas y las transformaron en números, en simples estadísticas que califican la “eficiencia” de su trabajo. No existe forma más perversa de calificar el trabajo de un Juez que, cuantificando las prisiones preventivas, que dictó en un mes.
Solo cuando todos entiendan que el derecho penal es violencia, porque violentos son los actos que persigue y violenta es la forma en la que responde, entenderemos por qué es última alternativa para solucionar los problemas de la sociedad. Lastimosamente muchos creen -entre ellos jueces, fiscales y abogados-, que el derecho penal es una fórmula mágica que lo soluciona todo… pues déjenme decirles que no lo es: el derecho penal es solo sufrimiento, dolor y lágrimas.
Estos párrafos no son míos, son de él, simplemente decidí parafrasearlos.
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