
Catedrática de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Católica de Quito
Se ha generado en redes sociales una discusión, de ciertos sectores de la izquierda, referente a si es correcto salir o no salir a las manifestaciones que se vienen desarrollando en el país desde hace más de una semana.
Las voces que sostienen que no hay que asistir a las manifestaciones, argumentan su postura en dos ideas principales:
1) Que la actual protesta de la clase media, espacio que la vieja "derecha oportunista" (Lasso, Nebot y compañía) quiere apropiarse en una clara intención política electoral, no es de carácter popular.
2) Que el motivo que ha movido a la clase media a protestar no es correcto, en la medida en que lo único que defienden son sus intereses pequeño burgueses y la “propiedad privada”.
Dos argumentos que como principios abstractos pueden ciertamente ser correctos, en la medida en que la razón de ser de la izquierda ha sido luchar para destruir las inequidades sociales, propias de un modelo económico basado en la explotación del trabajo y de la naturaleza.
Es verdad que cuando se oye a Lasso o Nebot entre otros convocar a las manifestaciones y, aún más, cuando se los ve en medio de ellas, resulta por decir lo menos indignante, pues sabemos a qué intereses económicos responden y la responsabilidad que tiene el primero en uno de los procesos más agudos de despojo y empobrecimiento de la población ecuatoriana, y el segundo en una de las épocas de mayor violencia y represión estatal. Cómo no indignarse que el dueño de uno de los mayores emporios financiero de país, el Banco de Guayaquil, que ha sido uno de los más favorecidos por las injustas estructuras económicas capitalistas, en la época neoliberal y en la época de la Revolución Ciudadana, salga a hacerse el defensor de los intereses populares.
También resulta extraño que los rostros de los manifestantes no sean solo los que caracterizaron las movilizaciones históricas de este país, indígenas, campesinos, negros, obreros, estudiantes, ecologistas y mujeres, mismas que además están en todos los anteriores sectores como rostro fundamental de la lucha.
¿Qué es lo extraño? Que ahora esté un sector importante de la clase medida, que dicho sea de paso ha crecido cuantitativa y cualitativamente durante este gobierno, tanto por las políticas económicas de los primeros años, muy beneficiosas a los grupos de poder de siempre y a los sectores medios, cuanto por el discurso de progreso, desarrollo y consumismo que el gobierno ha promovido para defender su proyecto modernizador del capital basado en el depredador extractivismo. No es un secreto para nadie que este gobierno, gracias al elevado precio del petróleo que disfrutó durante los siete primeros años de su gestión, invirtió en ensanchamiento del Estado, en infraestructura y servicios, inversión que amplió los sectores medios, sobre todo los articulados al Estado o a la venta de servicios para el mismo.
¿Qué nos sorprende? ¿qué la clase media salga?, si es la misma forajida que participó en las protestas que defenestraron a Lucio Gutiérrez, en la cual la izquierda y los movimientos sociales como siempre estuvieron. ¿Cuáles fueron los motivos para su participación en aquella época? habría que preguntarles a muchos que hoy como funcionarios del gobierno verde flex (algunas veces autodenominado forajido) llaman a la izquierda crítica a no sumarse a las manifestaciones actuales de la clase media.
Cuando a esa misma clase media (funcionarios de élite, antes cercanos a la izquierda) en el gobierno se les interpeló para que se pronuncien por el Yasuní, por el derecho al aborto, por el extractivismo, por la deuda externa, por el 40% de aporte al IEES, por el Fondo de Cesantía de los maestros, por los derechos de las diversidades sexuales, por el ENIPLA, por la ausencia de una Reforma Agraria, por el techo que se impuso a las utilidades de los trabajadores, por la restricción al ingreso de la Educación Superior, por el respeto a los pueblos y nacionalidades indígenas, por la criminalización de la lucha social, por el Jaime Guevara, por el compañero Xavier Ramirez de Intag, por los compañeros asesinados Bosco Wisum, José Tendetza, Freddy Taish, entre tantos otros perseguidos encarcelados y asesinados en este gobierno, no han dicho absolutamente nada, es más han salido a defender a su gobierno con argumentos carentes de toda coherencia con los presupuestos de la izquierda.
Para mí, es aún más indignante y obsceno que los rostros de personajes como Glas, Mera, Alvarados, Celi y demás derechosos en el gobierno, de la misma clase que Lasso, Nebot y Rodas, ahora estén de voceros de la revolución, la justicia y el socialismo. De hecho, la misma figura de Rafael Correa me resulta falsa y cínica como representante de los valores de la izquierda, un boy scout sin ningún pasado revolucionario. Así como hay que rechazar la presencia indeseable de la derecha fuera del gobierno, que lo que quiere es ser gobierno, así hay que rechazar la derecha gubernamental queriendo treparse en la utopía de la izquierda.
Pues, resulta ahora que la derecha fuera del gobierno, gracias al trabajo de la derecha dentro del gobierno, están devaluando y deslegitimando los presupuesto políticos del socialismo y el comunitarismo a nombre de que este gobierno quiere implementar el comunismo en el país. Cuando si se lee bien todas las política del gobierno, incluidas las últimas dos leyes, son parte del proyecto de modernización del capital, que además tiene rasgos conservadores y autoritarios.
Definitivamente, la clase media no es de ninguna manera enemiga, en sí misma, de los procesos de transformación social. Es tarea de los movimientos populares y la izquierda arrancar a la clase media de las manipulaciones políticas e ideológicas de la burguesía. Un ejemplo claro de cómo sectores de la clase media pueden ser aliados estratégicos y propios de las demandas populares, es las luchas por la defensa del medio ambiente. Eso fue y es la iniciativa de los yasunidos, allí confluyeron sectores sociales medios y populares que históricamente pueden articular sus luchas en proyectos emancipatorios.
En cuanto al motivo de la protesta de la clase media, la ley de las herencias y la plusvalía hay que primero y urgentemente identificar con claridad ¿a quién beneficia esta ley? ¿A los más empobrecidos, vía redistribución de una recaudación no muy importante en el presupuesto, al gasto burocrático propagandístico del gobierno, o al gran capital corporativo nacional y transnacional?
Si cierta izquierda considera que no es legítimo el reclamo por las herencias y la plusvalía - que quizá destruya al pequeño y mediano capital y aún peor a la economía comunitaria y familiar a nombre del grande- por qué al contrario de simplemente oponerse no exige al gobierno, que si tan socialista se declara, no empiece repartiendo la riqueza de las grandes empresas (corporaciones) nacionales y extranjeras que acumulan y concentran la riqueza del país –empezando por los grupos económicos con quien gobierna-. ¿Por qué no sale a las calles a exigir que se haga una reforma agraria profunda que cambien la estructura de acumulación y concentración de la tierra y la producción? ¿Por qué no sale a la calle a exigir que se devuelva el 40% de aporte del Estado a los jubilados? ¿Por qué no sale a la calle a defender el agua, la tierra, el medio ambiente frente a la política extractiva del gobierno? ¿Por qué no sale a la calle como siempre ha salido a luchar por la transformación social, ¿Por qué no sale, si la calle es suya por razón histórica y de justicia? ¿Por qué cae en el chantaje correísta de que si se sale, está apoyando a la derecha?
Ya nos olvidamos que desde siempre la izquierda y los movimientos sociales y populares hemos estado en las calles peleando por más justicia. Ya nos olvidamos que desde la marcha por la vida, la dignidad y el agua hemos venido impulsando procesos de resistencia y de lucha en contra de este gobierno derechoso, que traicionó sus postulados de origen?
Y a fin de cuentas, cuando la sociedad mayoritariamente se manifiesta en la calle, ejerciendo la democracia directa, siempre es una actitud libertaria, pues se está oponiendo al poder que se ejerce en contra de ella, sea este cual sea. Así lo demuestra la historia reciente, tanto la del occidente capitalista como la del este del capitalismo de estado. La burguesía puede hacer que la sociedad mayoritariamente vaya a las urnas cada cierto tiempo para ratificar su poder, puede hacerla diariamente trabajar para sus intereses, pero difícilmente, sino imposible, puede movilizarla de forma masiva para que se rebele y suspenda la autoridad del Estado o del gobierno (nombre del padre). La calle tomada por la sociedad insurrecta es el espacio del azar libertario, allí donde es posible el acontecimiento político que puede cambiar el orden establecido, por eso hay que estar allí, porque estos son momentos de disputa por el sentido social, por cómo vamos a construir nuestro destino común. No es posible dejar que el sentido lo disputen las dos derechas, que ahora cínica y falsamente se volvieron defensoras de los interese de los empobrecidos.
Por último, andina como soy, para mí las revueltas callejeras no solo que son la voz más sentida de la sociedad profunda, sino que son el eterno retorna del Inti Raymi que acecha todo proceso de instauración de la hegemonía colonial y capitalista. Personalmente no me interesa defender ninguna estabilidad política que afirme la hegemonía del capital, sea en la forma que sea.
Y para que se vayan enterando las dos derechas cínicas, los indígenas y campesinos del Azuay ya salieron por la defensa del agua, los chicos del Mejía ya salieron, salieron las mujeres, va a salir los estudiantes congregados en la FESE, los sindicatos y obviamente ya salieron los sectores medios, porque toda modernización del capital en su fase tardía produce una violenta afectación y despojo del gran mayoría de la población mundial, que va desde los sectores medios hasta los sectores más empobrecidos en función de una mayor concentración y acumulación del capital en la corporación transnacional.
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