
Los cadáveres no son entes críticos, estos se tienden sosegadamente en sus féretros jugueteando plácidamente con los gusanos que han de devorar sus carnes inertes.
Los animales tampoco ejercitan los placeres del pensamiento libre y cuestionador. Imagine una encantadora sociedad de chimpancés retozando en las tibias selvas del trópico; ninguno de ellos se pondrá a reflexionar sobre la injusta repartición de las bananas y las escasas porciones de termitas que pueden degustar sus miembros mas débiles.
Los esclavos tampoco son críticos. Básicamente porque el pensamiento contestatario es redentivo en si mismo, y quien lo ejerciera dejaría de ser un lacayo.
Marco Tulio Cicerón solía ponerse guijarros en la boca (igual que hacía Demóstenes) para pulir su discurso y atormentar de manera más eficiente al político corrupto Lucius Sergius Catilina, gracias a esos textos polémicos el latín se enriqueció como una lengua retórica; Rousseau denunciaba los colectivos humanos capaces de engendrar los vicios de la tiranía cuando se ocultaba bajo las instituciones políticas mas civilizadas; Hegel criticaba a Kant por elucubrar en las sombras del noúmeno la imposibilidad entender la substancia de las cosas (la cosa en si); Kierkegaard criticaba a Hegel por tratar de explicar los devaneos de la historia desde la confrontación de elementos binarios que se niegan constantemente el uno al otro; Nietzsche, en un arranque exquisito de justicia poética, criticaba y puteaba a todo el mundo por igual haciendo alarde de una mística equidad literaria. La crítica corresponde al ejercicio libre del espíritu humano. Es por esto que los animales, los cadáveres o los esclavos no son críticos.
Gracias a la crítica se han reformado religiones (tomemos el ejemplo de Calvino, Lutero, Erasmo, o el príncipe Siddhartha). La crítica ha sentado el camino para guillotinar déspotas y crear sistemas sociales nuevos (por ejemplo el enciclopedismo francés). La critica ha generado procesos de liberación y emancipación social radicales (como el caso de las sufragantes inglesas). La crítica ha combatido efectivamente al racismo (como ejemplo el aporte del Dr Martin Luther King, y el obispo Desmond Tutu).
Es por ello que los sistemas opresivos (políticos y económicos) harán lo que esté a su alcance para contrarrestar a los actores que ejercen el pensamiento libre.
El pesado aparato normativo institucional que el gobierno de la Revolución ciudadana ha implementado para disciplinar a la esfera pública así como el monumental peso de la opinión manipulativa salida de los medios oficiales son ejemplos de ello.
La persecución al pensamiento crítico era fácilmente predecible, este siempre ha contado con la feroz oposición de quienes se benefician de una sociedad colectivista y sumisa. En este contexto, los potenciales intentos de disciplinar las redes sociales serían efectos obvios de un subsistema político empeñado en erosionar el mundo de la vida (entendido como correlato de procesos de entendimiento, según Habermas). Sin embargo esto no es lo más grave, pues el control normativo institucional del pensamiento puede combatirse desde el reordenamiento de la misma crítica. El verdadero problema es otro: la censura del espíritu.
En el caso ecuatoriano es cada vez mas evidente el establecimiento de un ejercicio disciplinario mixto. Por un lado a través de los laberintos burocráticos desde los cuales se ha apresado a los lineamientos contestatarios, y por otro lado desde la inoculación del temor a las expresiones críticas venidas, aún, desde espacios no sometidos al control estatal.
Criticar o no criticar al gobierno puede hacer la diferencia entre tener trabajo o no tenerlo (dado que el Estado es, de lejos, el mayor empleador y contratista del país). Hacer públicas las diferencias con algunos elementos de la Revolución ciudadana ha traído más de un dolor de cabeza a varios actores: asambleístas destituidos, líderes sociales encarcelados, estudiantes sometidos a tratamientos brutales, periodistas exiliados, veedores ciudadanos condenados por atreverse a realizar ejercicios de accountability social, la lista es inaudita y se extiende incluso a administradores de páginas humorísticas triviales. En un contexto como este es entendible (pero no justificable) que varias personas que podrían ofrecer lineamientos críticos obtén por cerrar la boca y mirar para otro lado.
El funcionario que ve innumerables desaciertos en la Administración pública y no se atreve a cuestionarlos sobre la marcha; el periodista que se acomoda en un medio estatal y se dedica a ¨cazar a sus colegas¨; el académico mercenario que trata de endulzar el autoritarismo con discursos rebuscados de la jerga rancia de la izquierda, sin decir una palabra sobre lo que realmente piensa; el editor mediocre que temeroso de emitir párrafos polémicos los censura bajo el pretexto de que está haciendo ¨edición¨; todos ellos son corresponsables de la erosión de la esfera pública ecuatoriana.
Como dije al inicio, la crítica es una actividad natural en las mentes libres y quien no la ejerce debería considerarse a sí mismo un esclavo.
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