Consultor político, experto en comunicación electoral y de gobierno. Docente de la Universidad Andina Simón Bolívar
Hasta el momento, una de las mayores deficiencias de la estrategia electoral de los 8 binomios que aspiran llegar a Carondelet este 2023, es su comunicación.
Envueltos en formatos narrativos repetitivos, sus mensajes de campaña empiezan a saturar la vida cotidiana de los ecuatorianos, a través de los medios de comunicación y las redes sociales; carentes de autenticidad y con pintas forzadas para simular ser gente común, “gente de verdad”, sus figuras visitan territorio electoral buscando desesperadamente ser conocidos, reconocidos y aceptados por los electores.
Ocho presidenciables que no pasan de ser las versiones recicladas o apenas retocadas del pasado reciente, adornan su comparsa con un desconocido en política. Varios de ellos, apadrinan espontáneos novilleros entusiasmados por estrenarse en la arena política. Recorren cual serenos coloniales, barrios y medios de comunicación repitiendo la misma demagogia electoral que la historia política del Ecuador conoce de memoria, y que se originó desde que sus figuras más visibles aprendieron a balbucear las palabras “pueblo”, “cambio”, democracia” “justicia”.
El marketing electoral de estas selecciones, al parecer será tan leve e insustancial como los productos electorales que pretenden vender en el mercado de la opinión pública.
Pero lo importante es lo que comunica la presencia de cada uno de ellos y de ella, detrás de la bambalina marketera. La comunicación detrás de la comunicación. La que hábilmente se empaqueta tras la publicidad y se escabulle confundiéndose en la algarabía del carnaval electoral. La comunicación que tiene las respuestas a las cosas que por decoro de las élites, complicidad de muchos medios y prensa deshonesta nunca se pregunta.
¿Qué realidad se encuentra tras el marketing de esta mal simulada contienda electoral?
De los 8 candidatos, 4 son empresarios de “alta gama”: Noboa, Topic, Sonnenholzner y Hervas, esta condición los empuja a traficar su identidad en un primer nivel de estrategia comunicacional: tratar de mimetizarse con los electores para establecer un inicial punto de empatía de empatía con los electores, presentándose como “gente sencilla” en sus visitas a los distintos territorios.
Seguidamente manejan un discurso de fácil comprensión para los ciudadanos, compartiendo con ellos espacios de diálogo directo en los que pretenden coincidir con las preocupaciones de las personas que los reciben y se dan tiempo para escucharlos:
“Yo también sufro por la inseguridad; me afecta lo mal que está la economía, pero como soy un empresario exitoso, sé cómo combatir la inseguridad y generar empleo”.
Por ahí algún sesudo analista sembrará la idea de que: “como son gente rica “no han de robar”; libreto reiterado usado con éxito por Lasso candidato, a fin de cuentas, se le parecen tanto.
El tercer factor que comunica más allá de lo evidente, es que los 4 pretenden licuar la importancia de su posición ideológica; “la ideología ya pasó de moda, a la gente no le importa la ideología”, “los jóvenes no entienden de ideología; mi ideología es el país, no es hora de ideologías, es hora de la unidad”. Con esa retórica barata pretenden cubrir bajo la alfombra los intereses que representan y que defenderían si ganan las elecciones. Tal como lo hizo Lasso.
Sus estrategias de marketing electoral también coinciden en que utilizan con derroche de ingenio las redes sociales, para darse a conocer, pues hay toda una generación de jóvenes que no tienen idea de quiénes son ellos o sus candidatos a asambleístas, y también parecen desconocer que el 87% de los ecuatorianos no confía en ninguno de ellos, y que el 53% tiene su fe puesta en el recuerdo de un líder que esta ocasión no será candidato.
Luego encontramos dos activistas sociales, uno de ellos es Yaku Pérez, otro Fernando Villavicencio. La campaña de Pérez Guartambel no utiliza todavía el marketing que tan mal usó en su primera campaña. Por el momento, mantiene su misma imagen y su discurso ambientalista, campo del cual es el único representante legítimo, pues ha sido su permanente bandera de lucha. La mayoría de los otros aspirantes hablan del medio ambiente de manera oportunista, con el afán de conectar sobre todo con la juventud.
Por ello Otro Yaku, ancla su discurso a la consulta popular sobre explotar o no el petróleo del Yasuní y sobre el extractivismo; eso le da una base electoral coherente y muchos activistas hablando del tema y amplificando indirectamente sus mensajes y su campaña, aún sin proponérselo, y poniendo en evidencia que los demás candidatos en su mayoría, son parte de una élite empresarial o recién invitados al banquete, dispuestos a devastar el patrimonio ambiental del país.
De su lado Villavicencio, basa su discurso en la lucha contra la corrupción, tal como lo ha hecho a lo largo de su carrera desde que fue dirigente petrolero, sin embargo su discurso se hace añicos cuando como asambleísta fue un visible aliado de Lasso. Como candidato, habla de que gobernará con los empresarios, cuando en su juventud política se definía “de izquierda”, lo cual es una contradicción que no pocos han dejado de observar.
Bolívar Armijos es un dirigente de las juntas parroquiales. Junto a Hervas, pretenden convertirse en los grandes electores o chimbadores de estas elecciones si se produce una segunda vuelta, es decir concurren al evento electoral a sabiendas que no tienen opción de ganar, pero si de negociar sus votos con los dos finalistas, pensando en las mieles de la Asamblea o las que se ofrecen en las instituciones o espacios de poder del país. Armijos no muestra ninguna estrategia de comunicación ni de marketing, y tampoco registra intención de voto importante. De su lado, Hervas hace el ridículo comunicacional cuando promueve “todos nuevos” en referencia a sus listas de candidatos, siendo que él ya participó en una campaña presidencial.
Todos buscan en las redes implantar consignas llamativas o actuaciones que generen interés e identificación, como ocurrió con el mismo Hervas las elecciones pasadas.
Todos hablan de “cambio”, pero ignoran que el país tiene un comportamiento conservador frente a “cambios” profundos; el país demanda orden, norte, coherencia, y a muchos electores esa oferta del “cambio” les resulta indiferente o peligrosa.
Por último la única mujer en campaña, pertenece al grupo con intención de voto más sólido, se posicionó automáticamente por el solo hecho de ser mujer, es manabita lo cual alimenta su imagen de ser la única distinta, por no provenir de los centros políticos típicos -Quito y Guayaquil-; no habla de “cambio” sino de “resurgir”, recordando a los electores que es posible recuperar la bonanza y el orden existentes en tiempos del correísmo, movimiento al que representa.
Darse a conocer, convertirse en candidatos convincentes es el desafío comunicacional de los 8 candidatos.
Cruzar los dedos, hacer cadenas de oración, sacrificar inocentes, o hacer lo que fuera necesario para que los electores no vuelvan a equivocarse y para que el CNE no haga otra de las suyas, parece ser el desafío de un país que políticamente, es solo una afición.
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