
Parecería que ciertos líderes del indigenado, como Leonidas Iza, pretenden convertirse en amos del país, de sus leyes y hasta de su misma democracia. Ahora, como si nada, como si se tratase de un juego cualquiera de niños, amenaza con botar al presidente de la República a quien no lo eligieron solo ellos, sino la mayoría de los ciudadanos de país. Tampoco lo eligieron solo los asambleístas de Pachakutik. Parecería que los de Pachakutik se han olvidado que al presidente Lasso lo eligió el país mediante un legítimo proceso electoral. No lo eligió una Asamblea, como él cree.
Si un grupo de dirigentes indignas pone el grito en el cielo por un determinado problema político o económico, arde Troya. El país entero debe ponerse a temblar porque ellos se consideran ahora poseedores del poder de hacer y de deshacer, de afirmar y de negar. Ellos se han convertido, no en humildes constructores de verdades como todos los demás ciudadanos, sino que, de la noche a la mañana, son la verdad misma. Iza y sus adláteres han adquirido el don de la infalibilidad: nunca más se equivocarán. Ello les impide escuchar a los otros
Desde luego que el indigenado del país, y de toda nuestra América, no la ha pasado bien ni frente a la democracia, ni a las posibilidades de desarrollo social y económico. Incluso, en no pocos casos, ha sido vilmente explotado. La pobreza, el analfabetismo y la poca salud los han acompañado perennemente.
Pero también es cierto que las condiciones sociales, legales, éticas y culturales han cambiado de manera casi radical. La equidad ya no constituye un mero slogan político o de campaña electoral. La equidad va convirtiéndose en una realidad fáctica, aunque, por desgracia con demasiada lentitud. Es cierto que aún falta mucho que hacer. Pero lo que ya se ha conseguido se ha hecho y lo que se sigue haciendo hablan de un proceso que no tiene marcha atrás. Justamente de ello dan cuenta los espacios de poder en los que se han ubicado.
Incendiar el país y la democracia con sus necias amenazas como destituir a autoridades legítimamente estatuidas implica un grave desconocimiento de lo que es la democracia y sus implicaciones en la vida presente y futura del país.
Por ende, incendiar el país y la democracia con sus necias amenazas como destituir a autoridades legítimamente estatuidas implica un grave desconocimiento de lo que es la democracia y sus implicaciones en la vida presente y futura del país. Desde luego, resulta casi imposible dejar de pensar en una soterrada mala fe alimentada desde Bélgica.
Un líder, si es legítimo y auténtico, vela por el bienestar del grupo al que representa. Nunca deja de mirar como prioritarios la seguridad y el bienestar de los suyos. El auténtico líder es un visionario que mira el futuro al que hay que llegar de la mejor manera posible de tal forma que se asegure un porvenir ciertamente satisfactorio.
El verdadero líder jamás es un destructor pues reconoce que ningún futuro será mejor desconociendo el pasado. Por ende, parecería que el actual líder de los indígenas se ha convencido de que es necesario convertir en cenizas el pasado para que aparezca, por arte de magia, el nuevo y edénico futuro que el promete.
El señor Iza bascularía entre ser líder de los grupos indígenas de la Sierra o ser un nuevo terrorista propuesto a destruir tanto los sentidos del poder como los valores simbólicos de la cultura en la que vivimos todos los ecuatorianos. Parecería que él no nos considera sus conciudadanos. En cierta medida, parecería que nos ve como sus enemigos. Si no fuese así, no auparía y dirigiría el destrozo de la capital y de otras ciudades.
Es hora de que la dirigencia indígena revise el accionar de su líder y lo ponga en vereda. Que pise la tierra. Tiene todo el derecho a reclamar y a exigir. Pero que lo haga respetando los derechos de los otros. No es dable que engorde su ego con el sufrimiento de muchos y con la destrucción de bienes públicos.
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