
El país votó por un cambio en 2021. El Gobierno de Guillermo Lasso es la consecuencia histórica de un deseo nacional de salir del socialismo del siglo XXI. Es indiscutible.
Casi tres lustros bajo una fuerza política que ha sido señalada, en reiteradas ocasiones, por abusos a los derechos humanos, mala gestión, propaganda, división y corrupción, tuvieron un desenlace que sorprendió al país y a quienes se interesan por el Ecuador fuera de las fronteras. Perdió el correísmo y ganó Lasso.
Hay un país que busca el fin de esa época y no quiere regresar a ese pasado. El gobierno de Lenín Moreno no se convirtió en la transición. Los votantes vieron y sintieron en el actual Presidente que nos brindaría un país distinto al que dejaron el correísmo duro y el ‘light’.
Luego de 11 meses de Mandato, el Gobierno ha ido perdiendo su fuerza. Todas las encuestadoras lo confirman. Desde septiembre, hay una baja en las cifras de aprobación y de credibilidad. Aunque aún tiene oxígeno.
A diferencia del golpe a la Asamblea Nacional. Con los números casi en el piso. La encuestadora Cedatos asegura, en su última medición, que la credibilidad del Parlamento, en abril, está en el 5,1%.
Solo para recordar, el gobierno de Lenín Moreno, tambaleante y siempre bajo sospecha, terminó su periodo con 7,1% de aprobación. Es decir, la Asamblea es peor vista que Moreno en sus últimos días.
El actual momento histórico, con bloqueos en cada Función del Estado y sin válvulas de escape entre las instituciones y la ciudadanía, más la indignación por la salida de la cárcel de Jorge Glas, el asilo a Correa, el bombazo en Guayaquil y las amnistías a los protagonistas de la revuelta de Octubre del 2019, hacen que se cree un nuevo hito.
Una consulta popular debe tener un sentido histórico. Y ahora lo tiene.
Las preguntas deben ser consensuadas con la ciudadanía, ajustadas a las necesidades más urgentes y, su proceso de elaboración, transparente.
El actual caos político causado por la oposición, la vulnerabilidad de las instituciones por un pasado que maniató a la democracia, el populismo que busca retornar al poder, la falta de plazas de trabajo dignas para la mayoría de ecuatorianos, la inseguridad y el narcotráfico que quieren ganar más terreno, la dominante visión estatista en la arquitectura legal nacional, hacen que se configure un momento en la historia que necesita definiciones.
Así, el cambio es más que un deseo, continúa siendo una necesidad para mejores días de millones.
Por eso, es momento de la consulta popular, y preguntar directamente a la población sobre los cambios que están detenidos por los amantes del pasado.
La posibilidad de no dar ese paso, como ha mencionado el Ministro de Gobierno, Francisco Jiménez, significaría alargar un periodo, una etapa política, que todavía golpea a los ecuatorianos.
Las preguntas deben ser consensuadas con la ciudadanía, ajustadas a las necesidades más urgentes y, su proceso de elaboración, transparente.
La historia está hablando. Y los ecuatorianos esperando, otra vez, que esto no se convierta en otra letal condena histórica para las más altas autoridades del país.
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