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3 de Junio del 2020
Ideas
Lectura: 5 minutos
3 de Junio del 2020
Gabriel Hidalgo Andrade

Politólogo y abogado. Docente universitario.

¿La culpa es de Correa?
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¿La culpa es de Correa? No. Si antes la culpa de todo recaía en actores corporativos, indeterminados y despersonalizados, hoy la culpa es de alguien que no termina de morir porque no dejan de invocarlo.

El gran capital de los gobiernos en los últimos lustros no son sus caudillos. Los aspirantes ascendieron al poder en brazos de infraestructuras que gravitan alrededor del poder institucional y no solo sobre sus eventuales liderazgos personalistas. Tal vez hubo distintos arreglos extrainstitucionales conseguidos por los mismos sectores que siempre adoptan diferentes ideologías según la coyuntura. Esto explicaría por qué los estilos de liderazgo son distintos pero que las prácticas sean las mismas.

Para intentar recuperar un lugar en la política unos pocos apuestan por decir que a la derecha del expresidente Rafael Correa se urde una trampa en su contra. ¿Qué está a la derecha de Correa o del correismo? ¿Qué es el correismo?

El correismo no es nada. Nunca fue una ideología o un partido. Y hoy es solo un grupo de dolientes que insultan libremente en las redes sociales. Nada más. Pero si a ese grupo de activistas digitales, como a sus mecenas y pocos políticos en ejercicio, se los ubica ideológicamente, se los podría identificar con una mezcla entre corporativismo, estatismo y nacionalismo. De estar en lo correcto podría decirse que hoy el correismo es un extremo político en Ecuador.

Si la historia reconociera al gobierno de la revolución ciudadana como un socialismo de Estado afín al estalinismo y al nacionalismo socialista, y para colmo masivamente corrompido, entonces se registrará que a la derecha de Correa están todas las ideologías, incluso las democráticas, y a su izquierda, la nada.

A la derecha de esta peculiar interpretación de la autoridad estaría todo el sistema político, desde la socialdemocracia, la democristiana y los conservadurismos, hasta los liberalismos nacionalistas y radicales. Basta con recordar el desdén que profesaban por la centroizquierda que en Ecuador nace del radicalismo. Esta última ideología es la del manoseado Eloy Alfaro, ícono del liberalismo en Ecuador y hoy convertido en emblema de un socialismo al que nunca adscribió.

¿La culpa es de Correa? No. Si antes la culpa de todo recaía en actores corporativos, indeterminados y despersonalizados, hoy la culpa es de alguien que no termina de morir porque no dejan de invocarlo.

Si todo es relativo y Alfaro no fue liberal, sino socialista, pero no el socialismo de Venezuela porque ese no es verdadero socialismo, entonces nunca estaremos equivocados. Siempre es más fácil culpar a otro. Que la prensa, que la partidocracia, que la larga noche neoliberal eran los pretextos en el pasado reciente. En el presente se culpa de todo al gobierno anterior. ¿Sirve de algo esta apuesta victimista?

Quien traslada sus culpas a otros, deforma y huye de la realidad. Esto consiste en sobredimensionarse, en mirarse siempre con indulgencia, en sentirse atacados por cualquiera y justificados para atacar, es rehusarse a cualquier valoración autocrítica. El victimista nunca se equivoca. 

La política se ha convertido en la arena del victimismo. Hoy queda solo un puñado de fanáticos que se miran como los predestinados para gobernar, para recuperar la patria, los que nunca se equivocaron en nada, los que son las víctimas incuestionadas de una persecución inmisericorde. Muchos de estos se han convertido en una falange de acoso en las redes sociales porque no tienen más espacio que ese. También hay quienes insisten desde el gobierno en no dejar de mencionar a sus antecesores como fórmula de expiación.

Todo esto sirve para personalizar el conflicto, para ponerle una cara, para identificar al enemigo. En esta disputa inútil se destruye el pluralismo porque de imponerse y ensancharse esta grieta política serían solamente estos dos sectores polarizados, extremados, quienes compitan por la atención de los públicos.

Así se distribuirían la hegemonía, las ideologías y la opinión pública en este campo de lucha por los significados públicos, todo tras apelar insistentemente al victimismo. Mientras tanto, aquí nadie hablaría del futuro. Sería la pelea entre los traidores y los traicionados. Dando la idea de que se necesitan, que se mencionan mutuamente para existir. ¿Esa es la apuesta de los estrategas de comunicación del régimen?

¿La culpa es de Correa? No. Si antes la culpa de todo recaía en actores corporativos, indeterminados y despersonalizados, hoy la culpa es de alguien que no termina de morir porque no dejan de invocarlo.

@ghidalgoandrade

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