
La campaña electoral de Rafael Correa en 2006 estuvo llena de ataques a quienes habían endeudado el Ecuador y habían contratado deudas pagando altos intereses. Llegado a la Presidencia, en cada ocasión que pudo habló en contra de ese tipo de política económica, armó una Comisión de Auditoría de la Deuda, que declaró parte de ella ilegal e ilegítima, aunque siguió pagándola, y finalmente declaró la cesación de pagos de una parte, solo de una parte, de esa deuda (USD 3.200 millones en diciembre de 2008), que llamó usuraria porque se pagaba 10% de interés. Por cierto, luego de echar su precio al piso con dicha cesación, entró a recomprarla a precio de huevo, en lo que muchos vieron como una manipulación inmoral del mercado.
Ahora, después de ocho años en Carondelet y de seis de sus denuncias contra la usura, Correa ha contratado una deuda aún más cara, de hecho la más cara que cualquier país del mundo haya contratado en los últimos 13 años, según el cálculo de la agencia Bloomberg, que dice que no hay nada comparable hasta 2002, con una emisión de Turquía.
Si Correa ya tiene un puesto en la historia del Ecuador por la duración de su gobierno, la sostenida popularidad que mantuvo estos años, el ingente gasto estatal, el autoritarismo, la intemperancia, la persecución a inocentes, la ley mordaza, el control absoluto de todas las funciones del Estado y haber empeñado el oro físico de la reserva monetaria, hoy tiene un título más con el que le recordará la historia: haber contratado la deuda más cara de cualquier país del mundo, récord solo alcanzado por Turquía en 2002.
Recuérdese lo ufanos que estuvieron el Presidente y sus ministros en junio del año pasado por la colocación de bonos por USD 2.000 millones, a una tasa no exactamente muy barata, de 7,95%, y a 10 años plazo. A pesar de que era más costosa que la ya cara deuda con China, nos dijeron que era un logro fabuloso, que la emisión se acabó en pocas horas, que hubo demanda por USD 5.000 millones. Esos tenedores de bonos, a los que Correa pocos años antes, llamó “monstruos”, ahora eran sus amigos, le hacían sentirse feliz y orgulloso.
Esta vez, en la gira precedente (roadshow lo llaman) los funcionarios anticiparon que estaban interesados en una colocación de USD 1.000 millones, a una tasa de 8% y un plazo de siete años. Pero el resultado no puede considerarse sino catastrófico: solo se colocaron USD 750 millones, a 10,5% de interés y a tan solo cinco años.
Las autoridades únicamente han explicado que la deuda era necesaria aunque fuese cara. Y nada más. Y este Gobierno que habla tanto y de todo, cuando mete la pata o hace algo mal, cae en un mutismo total, como bien lo hizo notar en estos días Roberto Aguilar. Pero si no habla aquí, tiene que hacerlo afuera y en esto de la deuda algo se sabe por el prospecto de la colocación (“offering circular”), divulgado solo el 1 de abril por la bolsa de valores de Luxemburgo, donde se han registrado los bonos, según lo reveló el semanario de Analytica Securities (No 752, 2 de abril) un prospecto que, por lo demás, revela una serie de condiciones, como que el arbitraje, a pesar de toda la retórica de Correa contra la renuncia a la soberanía, será en Londres y bajo la ley inglesa y donde se asevera que las cuentas fiscales del Ecuador y sus reservas internacionales sí corren riesgo, a pesar de que aquí Correa repite que eso no es problema.
Y entonces uno tiene que enterarse vía Luxemburgo de otros préstamos que en el país no se ha dado a conocer, como es lo usual en este Gobierno lleno de secretos. Es que no le interesa precisar lo que debe, lo que hace, lo que contrata. No ha habido suficientes comentarios en el país sobre la infame deuda contraída por Petroecuador con Noble Energy de USD 1.000 millones, que obliga al país a comprar los derivados a esta empresa intermediaria, pero tal deuda sí consta en el prospecto. Según Analytica también se hacen constar préstamos del Flar, del Credit Suisse, del Eximbank de China (para el anillo eléctrico de 500 kV), de la sucursal en Panamá del Banco de China y de la sucursal en Hong Kong del Deutsche Bank (para pagar a Sinohydro por “varios proyectos de carreteras y puentes”), otro del Deutsche Bank (para la compra de radares, a más del doble de lo que costaron los radares chimbos chinos) y otro del Banco Europeo de Inversiones. O sea que, aparte del préstamo innoble de Noble, el ministerio de Finanzas ha conseguido créditos por USD 1.750 millones en el segundo semestre, según el prospecto. Pero parece que ni siquiera en esa lista, que debería ser transparente y exhaustiva constan todos los créditos, porque no está el de USD 115,7 millones de una fuente anónima, del que con poca precisión informó el Banco Central en enero de 2015, y tampoco el de USD 800 millones del BID del que habló el ministro Fausto Herrera…
Como puede verse, lo de la deuda es un guirigay. Y tampoco están los USD 7.530 millones que dizque prestó China, como se anunció tras el viaje presidencial en enero. Según el prospecto, la cosa no es para tirar cohetes: solo menciona un “memorando de entendimiento” por USD 1.500 millones del Banco de Desarrollo de China y un “acuerdo marco para futura cooperación” con el Eximbank de China donde hay una lista de posibles proyectos por USD 5.300 millones, pero sin ningún compromiso en firme. Razón que aún no llega ni medio de tanta oferta.
Es decir que incluso sin este dinero ––y sin el prometido y nunca materializado préstamo para la Refinería del Pacífico, donde el Gobierno ya tiene gastado cerca de USD 1.000 millones sin que se haya construido nada de la refinería––, el régimen de Correa está hasta las orejas en deuda externa. ¿Y la interna? Según la revelación de El Comercio, el Banco Central ha prestado más de mil millones al Gobierno desde octubre, a los que se añaden las deudas por bonos del tesoro y certificados de tesorería, enchufados sobre todo al Biess. Y todo esto se corona ahora con la singular desfachatez de desconocer la deuda del Estado de USD 1.749 millones al IESS por salud, por el singular pretexto de que no ha habido un reglamento a la ley, reglamento que, si otros no lo habían hecho, Correa tenía la obligación de expedir desde hace ocho años.
Es tal la necesidad de efectivo, que el sin par economista que nos malgobierna, para recoger alguito más de dinero ya mandó al Congreso la ley de condonación de deudas por impuestos, con la que se beneficiará a los mismos evasores de siempre, última demostración de que cuando uno cree que el Estado es un barril sin fondo, como Correa en estos años, a poco que cambien las cosas, se precipita por él y nada detiene la caída, ni la multiplicación de nuevas deudas, por más caras que sean, ni la sinvergüencería de no pagar las antiguas.
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