
PhD en Educación por la Universidad Católica de Lovaina, Maestro en Estudios Culturales y Desarrollo, Graduado en Economía. Ex gerente del Proyecto de Pensamiento Político de la SNGP. Docente universitario.
El presidente Guillermo Lasso anunció que, con Leonidas Iza, el presidente de la CONAIE, se consensuaron tres de seis puntos. El tema de fondo era el de los combustibles, aunque Lasso manifestó al principio que eso no estaba en discusión, luego dijo que quisiera pero no puede. Respuesta que, creo, no satisface por completo a los movimientos sociales y que puede dar paso a un levantamiento.
Lasso llama golpista a Iza y luego lo invita a dialogar. Iza llega a Carondelet y la Seguridad presidencial le impide dar declaraciones. Las imágenes muestran a Iza ingresando a empellones, en un tratamiento que no se daría en el Palacio de Gobierno a otro invitado, digamos, a un representante de las Cámaras. Estas son actitudes del primer mandatario que muestran ese “hondo recelo (que tienen las élites) hacia la mayoría de hombres y mujeres corrientes”, según analiza Peter Bacharch, en ese clásico de la Ciencia Política que es su Crítica a la teoría elitista de la democracia.
Pero estas no son actitudes exclusivas de Lasso. De hecho, en el entorno de democracia elitista que hemos vivido desde, al menos desde el Febrescorderato, estas se han naturalizado. Pues se ha visto normal el hecho de que las élites sean las únicas encargadas de preservar las “reglas del juego” democrático.
El naturalizar en la sociedad a las élites como el sector con capacidad exclusiva de preservar la democracia, ha permitido a estas y sus representantes tener canonjías que no son admisibles para el hombre común y que atentan al principio de la teoría democrática clásica, en la cual somos iguales ante la ley. Las élites nuevamente se erigen como las únicas capaces de preservar los valores de civilidad. Así, los voceros de las cámaras empresariales y los grandes medios de comunicación utilizan los argumentos de “golpe de estado” y “la desestabilización de la democracia” para justificar acciones de su representante, el presidente de la República, reñidas con la Constitución. Seiscientos periodistas y centenas de documentos implican a varios presidentes, entre ellos al del Ecuador, en el escándalo de los Pandora Papers; y mientras en Chile el Congreso de ese país aprueba el juicio político, en el nuestro, la posibilidad de llevarlo a cabo es satanizada.
Estas son actitudes del primer mandatario que muestran ese “hondo recelo (que tienen las élites) hacia la mayoría de hombres y mujeres corrientes”, según analiza Peter Bacharch, en ese clásico de la Ciencia Política que es su “Crítica a la teoría elitista de la democracia.”
En el Ecuador, el elitismo democrático blinda a su representante, mientras la función judicial, en lugar de mostrar independencia y cumplir su cometido, se pone a su servicio. Ecuador es el único país en donde el órgano competente no ha iniciado una investigación al presidente o a funcionarios públicos, sobre los Pandora Papers. Claro, tampoco se sabe nada del proceso Ina Papers en el cual el anterior presidente, quien disfruta del sol de Miami, estuvo involucrado. Este pedido que las élites, asambleístas oficialistas y medios de comunicación hacen a la sociedad, para “dejar pasar” las acciones del presidente, la “vista gorda” de las instituciones deslegitiman la estructura democrática y el descrédito y ataque feroz a quiénes se oponen a este juego cómplice muestra otro aspecto de la democracia elitista “a la ecuatoriana”. Con ello, es mal visto y carece de importancia “reprocharse (como sociedad) el hecho de que el hombre común (y sus organizaciones) no cuenten con oportunidades suficientes para participar en la toma de decisiones significativas”, Bacharach dixit.
En ese contexto, el presidente firmó algunos decretos y envío a la Asamblea una propuesta de ley, los que esencialmente dan nuevas prebendas al sector al que se pertenece: la Banca. Propone pesadas cargas impositivas a la denominada clase media, pero no afecta significativamente al patrimonio de las élites económicas y consolida la estructura monopólica garantizando procesos de privatización de bienes del Estado. Leyes y decretos que favorecen a las élites y que se corresponden a esa particular visión de democracia, desde la cual hay élites suficientes que representan los intereses de la “masa”, con lo cual no es necesario que estas actúen en el proceso de toma decisiones. Desde esa lógica defendida por cámaras, bancos, medios, grupos financieros y las derechas políticas, un levantamiento popular es inconcebible. La lógica elitista busca un “rápido cambio hacia una mayor concentración de poder en manos de las élites empresariales” (Bacharach, 2002).
Pero, aún está por verse si los sectores medios, las clases trabajadoras y sobre todo el movimiento indígena, están dispuestos a permitir a las élites su rápida concentración de poder. Espero que no se lo dejen tan fácil.
Obra de referencia: Bachrach, Peter (2002). The Theory of Democratic Elitism. A Critique. University Press of America.
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