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24 de Abril del 2020
Ideas
Lectura: 7 minutos
24 de Abril del 2020
Alexis Oviedo

PhD en Educación por la Universidad Católica de Lovaina, Maestro en Estudios Culturales y Desarrollo, Graduado en Economía. Ex gerente del Proyecto de Pensamiento Político de la SNGP. Docente universitario.

La educación en tiempos del COVID-19
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Esta crisis debiera poner a pensar al ministerio de Educación (el resto del gobierno está en su campaña para el 2021, sus negocios particulares y la agenda económica tecnocrática) en buscar mecanismos de revalorización de la profesión docente y en su cualificación, no solo en tecnologías.

El planeta azul vive la crisis más dura del siglo y como ya lo han expresado diversos analistas, el mundo no volverá a ser como lo conocimos. Siendo pesimistas, quizás en unos años se hable de lo que fue, como un lejano recuerdo. Todas las dimensiones de la vida humana han sido trastocadas por la pandemia, desde ese “arresto domiciliario”, pasando por el estancamiento productivo y la caída de la oferta y de la demanda, hasta la actividad educativa.  

El proceso educativo de estos meses, al igual que otras actividades, está centrado en la virtualidad. Pero esta, sin duda, va más allá de coordinar una sesión en zoom, mirar como mágicamente aparecen los participantes en la pantalla, y comenzar la clase. Esa realidad, es más bien un privilegio. Y lo es por varios factores.

Las asimetrías sociales y por ende las asimetrías en la educación se manifiestan en esta nueva modalidad de educación que nos toca asumir. En primer lugar se presentan de nuevo desde el acceso, en este caso al internet. En el año 2019, nos dijeron que 79% de ecuatorianos, teníamos acceso a internet, sobre todo en dispositivos móviles y los canales oficiales nos comunicaban que el estado iba a desarrollar programas para que el sector rural tenga conexión satelital a 9 dólares mensuales. Pero nos llegó el coronavirus y las cifras muestran otra cara. Para el 20 de marzo de este año se comprobó que solo el 37% de hogares tiene acceso a internet (16% en la zona rural). Del esos 37% total de hogares, solo el 24%  tiene computadoras en casa (8 % en la zona rural).  De tal modo que esta nueva modalidad de estudio no comienza con las mejores condiciones. Y además de los que ya nos ha venido dado el gobierno desde el año 2017, vino otro, pues la realidad estadística reflejada desde el discurso político, cayó en contradicción con los procesos educativos emergentes a enfrentarse.

Pero aún en los hogares urbanos de clase media, esos que sí pueden quedarse en casa y aun suponiendo que tengan suficientes computadoras, celulares y conexión a internet, la conectividad si no es de fibra óptica, no es la mejor. Si antes del coronavirus, en horas pico, con cualquier operadora pública o privada, no se podía ver de corrido una película…, imaginen cómo serán las actividades virtuales, si están los dos progenitores en teletrabajo y cada uno de los, supongamos, dos hijos, en sus respectivas clases virtuales…

esta crisis, debería poner a pensar al ministerio de Educación (el resto del gobierno está en su campaña para el 2021, sus negocios particulares y la agenda económica tecnocrática) en buscar mecanismos de revalorización de la profesión docente y en su cualificación, no solo en tecnologías

El viernes 13 de marzo fue el último día en que 1 millón 927 mil alumnos del régimen sierra y amazonía de escuela y colegio dejaron de ir a clases, y si el acceso es uno de los problemas de la educación en línea, sin duda hay otros. Esta modalidad es efectiva para los grados inferiores e incluso garantiza procesos formativos más adecuados, en tanto que en los grados superiores, la complejidad de los contenidos, la necesidad de acompañamientos más personalizado, hace que no se logren resultados adecuados. Sin tomar en cuenta factores que son de orden estructural, como el aislamiento, que decanta en una falta de motivación de estudiantes y docentes, la ínfima capacitación a los docentes para que estos realicen adecuadamente la educación en línea en las diferentes clases, en especial en el sector púbico, es determinante para que no garantizar buenos resultados de aprendizaje. El poco conocimiento para escoger actividades propicias en esta modalidad, para la recreación adecuada del currículo y hasta para evaluar, desde ya vaticinan resultados insatisfactorios.

El Ministerio de Educación ha manifestado que se realizarán jornadas educativas por radio y televisión, pero las estadísticas dicen que, de nuevo, solo 8% de hogares rurales tienen estos medios. Para las zonas rurales, el ministerio ha pedido desarrollar las actividades que constan en el texto entregado y  se ha solicitado el apoyo de los padres de familia. Pero en muchos casos, estos son analfabetos funcionales. Es más, tanto en lo rural como en lo urbano, los padres no siempre son el mejor apoyo para el desarrollo de actividades académicas, en especial en los grados superiores. Por ejemplo ¿Cuántos padres de familia estamos capacitados para resolver una ecuación logarítmica?

Sin embargo, todo cambio, aun cuando sea obligatorio, es una oportunidad. Aun cuando la experiencia nos diga que no se han dado procesos radicales de cambio en materia educativa desde el siglo pasado. Es necesario mirar la educación desde una perspectiva estratégica, y cuando digo estratégica, no me refiero a los dos o tres años en que el diminuto coronavirus seguirá con nosotros... Me refiero a la oportunidad que nos da esta crisis para repensar la educación en sus aspectos esenciales, y no solo desde meras adaptaciones a un contexto no presencial. La necesidad de realizar un proceso de reforma de la educación, por lo menos de la educación básica, el cual no debe limitarse solamente a la incorporación de nuevas tecnologías.

Por ejemplo, esta crisis, debería poner a pensar al ministerio de Educación (el resto del gobierno está en su campaña para el 2021, sus negocios particulares y la agenda económica tecnocrática) en buscar mecanismos de revalorización de la profesión docente y en su cualificación, no solo en tecnologías, repito. Porque en este tiempo, que no es posible la escolaridad tradicionalmente concebida, deben generarse participativamente mecanismos creativos de aprendizaje, dado que todo discurso de aprendizaje y sus procedimientos organizativos están íntimamente vinculados a las demandas, expectativas y emociones. Y la era del Covid-19 nos obliga a profundas transformaciones.

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