
“En este país a los ladrones les va bien, muy bien”, dice el personaje de un cuento de Rubem Fonseca, que, acuciado por las circunstancias, decide hacerse ladrón. Maquiavelo, por su parte, afirma que en un mundo donde el mal gobierna el Príncipe debe aprender a hacer el mal.
En la política ecuatoriana, donde a los ladrones y corruptos les va bien, les va bien igualmente a los que han renunciado a la honestidad, a la verdad y al respeto a la palabra dada. Puesto que lo que importa son los resultados, se admite cualquier medio para conseguirlos, incluso pactar con los defensores de los delincuentes que han llevado al país a la peor crisis social, ética y económica de la que se tenga noticia en toda su vida republicana. Sostenía Bodino que no todo gobierno exitoso es un buen gobierno, pues, para alcanzar el éxito, los políticos se valen muchas veces de medios reprobables y reñidos con la ética. CREO y el presidente Lasso han actuado como estos políticos.
En Ecuador, ya desde hace bastante tiempo, la ética ha sido expulsada de la política. De ahí que, aunque clamen indignados contra el pacto del Gobierno con el correísmo para que la ley tributaria presentada por el primero entre en vigencia, ni la ID ni Pachakutik ni los socialcristianos son inocentes. Ellos, con su obstruccionismo, con su negativa a mejorar y, mejorada, aprobar una ley imprescindible para el país, son parte de esas circunstancias que llevan a los políticos a actuar mal.
Lasso logró una victoria en la política económica, pero esta victoria es el golpe de gracia a la débil institucionalidad del país, especialmente al sistema de justicia
De otro lado, al pactar con el correísmo para lograr la imposición de su propuesta de ley, Guillermo Lasso traicionó a sus votantes, a los ciudadanos que votaron por él precisamente porque representaba una alternativa al correísmo, a sus prácticas corruptas y autoritarias. Logró, es cierto, una victoria en la política económica, pero esta victoria es el golpe de gracia a la débil institucionalidad pública del país, especialmente al sistema de justicia, que hoy más que nunca necesita de toda su fortaleza para enfrentar al crimen organizado.
Jorge Glass solicitó en estos días la unificación de sus penas. En principio, su pedido fue negado. Si más adelante, y asumiendo que tenga razón, la justicia falla a su favor, los ciudadanos entenderán que dicho fallo es el resultado directo del acuerdo entre el Gobierno y el correísmo. Las dudas que gran parte de la población tiene respecto de la imparcialidad de la justicia ecuatoriana se verán de este modo confirmadas.
El pacto Gobierno-correísmo, además, destruye la esperanza ciudadana de que una política distinta es posible y de que los políticos pueden ser personas de fiar. ¿Quién, después de lo ocurrido en la Asamblea, volverá a creer en el Presidente y su partido? Su credibilidad es una de las grandes damnificadas por el acuerdo con la cúpula del correísmo, quien también saldrá golpeado de esta aventura.
Los políticos ecuatorianos han creado un modus vivendi en el que la ética resulta imposible. Y sin ética, la actividad que ellos desempeñan puede llamarse fraude, puede llamarse extorsión, puede llamarse componenda. Puede llamarse incluso crimen, pero jamás política.
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