
En Ecuador, la unidad parece que es un proceso que se resume a unas pocas palabras. Huecas, claro, para semejante intención cuando se trata de la ciudad o el país. Estas son: engaño, chantaje, mangoneo. La unidad parece que, entre los aspirantes a políticos del país, solo se resuelve con una cita entre amigos o un aparente acercamiento con los contrarios. A veces se reúnen con quien parece cómodo, como si se tratase de verse al espejo.
Pero no. Eso no es unidad. Eso es una burla para quienes asisten a estas reuniones con una gran voluntad de hallar encuentros y para los organizadores que ven inminentes riesgos hacia el futuro, sociedad civil o las más altas autoridades del país. Pero siempre es un gran logro para los chantajistas.
Nada aprendieron quienes se creen políticos sobre el pisoteo la democracia, a las libertades, a la ciudadanía, de la corrupción que se ha descubierto en las cortes y la que todavía está en proceso.
Al parecer, y cada vez hay más evidencias, los rabiosos sienten que se les retira el plato de comida de la mesa en la que siempre comieron. Cada día que pasa, hay más pruebas de que había compadrazgo. Que había pacto.
Por eso, pese a que la unidad era necesaria para salir del período correísta, no se ha concretado. Y tal vez ya no suceda con estos políticos.
Es que la Unidad también tiene líneas rojas. Unas que no soportan…
La unidad parece que, entre los aspirantes a políticos del país, solo se resuelve con una cita entre amigos o un aparente acercamiento con los contrarios. A veces se reúnen con quien parece cómodo, como si se tratase de verse al espejo.
No puede darse impunidad. Y esa declaración no es persecución, sino la aplicación de Justicia a los que delinquieron, sean del partido que sean, empresa o apellido. En el Gobierno o en la ciudad.
Tampoco puede darse unidad alrededor de personajes que no tienen representatividad, es decir, que ya no puedan sentarse en una reunión únicamente porque la misma persona cree que debe estar. Lo dueños de “la gente”, “el pueblo”, “el país”… cuando quieren el caos o tiene intereses en el bolsillo.
Otro límite para la Unidad es que deben existir objetivos comunes. No de un solo lado, sin importar cual. Si no existen objetivos comunes sobre el país o la ciudad, la unidad no es unidad sino imposición y, claro, fracasará.
Y, menos, debe ser personalista. La Unidad alrededor de una sola persona. “Únanse a mí, que yo lidero”. Ridículo, demagógico y altamente peligroso.
Para buscar unidad, ya nos han enseñado los procesos históricos, se requiere de objetivos firmes y de personas absolutamente representativas y colaborativas.
Cualquier otra cosa es show, velada corrupción, relaciones públicas o lobby.
Ahora mismo el país vive las consecuencias de creer en la falsa unidad. Rafael Correa y sus acólitos inventaron el Consejo de Participación Ciudadana, con el que se ofrecía a la ciudadanía incidencia y control en el poder estatal. Un solo cuerpo, el pueblo, representado en una institución. Fue la consecuencia de una falsa concertación nacional, cuando en el fondo, ya lo sabemos, es la forma más efectiva de incidencia de la política rastrera en las instituciones de vigilancia. Siempre es más fácil presionar a siete personas que a 137 legisladores.
La ciudadanía nunca tuvo incidencia o participación en el poder estatal. De hecho, nuevamente, las últimas semanas, hemos visto actos bochornosos, como el atrincheramiento en las oficinas del Consejo, y los “patriotas” adueñándose de “la gente”, “el pueblo”, “el país”…
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