
Una roca. Descomunal. Una gran piedra dura. Una de esas que sirve para la historia que tiene una moraleja. Así es el correísmo. Aunque en este caso no estamos al final del relato. Lo más probable es que estemos en el inicio.
A un mes de cumplir su primer año, Lenín Moreno se sirve a diario un trago amargo que lo saboreamos desde hace mucho. Ese que sabe a robo, abuso, que sabe a equivocación, que sabe a insultos, persecución, que tiene ese sabor de que nuestro país estuvo por el mal camino y liderado por una mafia.
Rectificar una década de abandono no es una tarea menor. Y Moreno ha sido reiterativo en que él es esa persona que cambiará lo que vivíamos antes. Lo prometió en campaña y lo sostiene.
Es más, el Presidente ha construido un personaje: un cirujano que tiene un paciente moribundo en frente y que requiere de una cirugía mayor. Sin embargo, los problemas heredados o provocados no permiten sanar ese paciente. El mal diagnóstico o el diagnóstico ajeno en el que no confía (ese de la derecha o cualquier crítico, que según Lenín, va por la senda distinta) provocan esa lentitud en la toma de acciones que pueden mejorar el futuro de todos. Pero esa inercia le pasa factura en las encuestas. Cae en picada en credibilidad y gestión. Algunas veces parece que oye, pero no escucha.
Entonces, el correísmo se ha convertido en esa gran piedra que no se destruye con los mismos personajes, con las mismas medidas económicas, con los mismos mensajes propagandísticos, con las mismas prácticas de los trolls, con el mismo abuso en las contrataciones, con el mismo silencio cómplice ante los abusos en Cuba, Venezuela, Siria. Con la misma Constitución y el mismo entramado legal que usaron para perseguir. Quien no ha enfrentado duramente temas como los de seguridad, narcotráfico, economía, libertad de expresión. Dialoga sin ceder, dialoga para aplazar.
Me pregunto: ¿Qué versión de Lenín Moreno tendríamos si el petróleo ascendiera al mismo valor que alcanzó con Rafael Correa? ¿De 90 a 145 dólares por barril? Lo cierto es que hasta el momento no hay cirugía mayor. Tenemos una revolución ciudadana peluqueada, presentable en sociedad. Potable. Limados los excesos y extirpadas algunas protuberancias. Maquillada.
Mucho me temo que esa persona que puede mover la piedra, romperla o dinamitarla, esa con la que terminan las historias que involucran desaparecer el molón en el camino y desliza una lección, no existe en el panorama actual de la política del Ecuador.
La historia que deja la moraleja… está siendo contada.
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