
El correismo apuesta por la masificación de las mentiras. La maniobra consiste en derrumbar la credibilidad de las instituciones democráticas y de la comunicación social, para luego dividir a las instituciones de la fuerza pública y a los profesionales de la sanidad. Se trata una operación de desmoralización masiva de los obreros que enfrentan la crisis.
El encierro ha provocado el uso intensivo de las redes sociales y su presencia en la opinión pública es cada vez más influyente. Es apenas una fracción de la sociedad la que tiene acceso al internet y menos la que lo usa regularmente. Pero es precisamente esa parte de la sociedad que en estas condiciones de aislamiento la que recurre también a esta forma de comunicación para enterarse de lo que sucede, al margen de los noticieros, informativos y cadenas tradicionales y que empieza a dudar de la veracidad de la información divulgada institucionalmente.
Centenas de fanáticos políticos conectados a través de los servicios de mensajería digital y miles de robots informáticos se han entregado a la ingrata tarea de amplificar una escena terrorífica en el Ecuador. Millones de mensajes catastróficos se replican cada día alimentados de hechos que no han sido contrastados, que pueden ser verdaderos algunos de esos, que otros se han manipulado a propósito y que son presentados en forma de videos, fotos, audios y testimonios que nadie confirma cuál es su origen.
Guayaquil vive una situación dramática. Muchos testimonios que se muestran en las redes sociales exponen la desesperación de los infectados o de los deudos de esta tragedia. Esa realidad innegable se mezcla con la exitosa campaña sucia instalada en Ecuador para desmoralizar a policías, militares, enfermeros, médicos, trabajadores de la sanidad y otros hombres y mujeres que enfrentan diariamente al Coronavirus. El eje transversal consiste en quitar el tiempo que estos profesionales disponen para que lo dediquen respondiendo a mentiras, para que rompan filas debido a la desmoralización y para que desobedezcan a sus superiores, anarquizando a la sociedad entera.
Guayaquil vive una situación dramática. Muchos testimonios que se muestran en las redes sociales exponen la desesperación de los infectados o de los deudos de esta tragedia. Esa realidad innegable se mezcla con la exitosa campaña sucia instalada en Ecuador para desmoralizar a policías, militares, enfermeros, médicos, trabajadores de la sanidad y otros hombres y mujeres que enfrentan diariamente al Coronavirus.
Lo que se presenta en las noticias ya no será lo más cercano a una realidad todavía opaca. En esta guerra de las mentiras empiezan a imponerse los bulos prefabricados y eso se demuestra en los enfoques periodísticos de algunos comunicadores y medios de comunicación, algunos internacionales, que ingenuamente desparraman su incredulidad en el Ecuador, atentando en contra de la seguridad del Estado. Esto sucede precisamente porque las mentiras de las redes sociales ya han permeado la comprensión de los hechos en los mismos periodistas independientes.
El riesgo de todo esto es que la sociedad se devore a sí misma en una lucha fratricida. Cualquier manifestación de violencia será colateral porque es más importante la realización de la revolución, dirán. Así instalarán un estado de sospecha permanente en el otro. Ya se encuentran en la carrera desenfrenada para atizar el enfrentamiento, el resentimiento y el rechazo. En las redes sociales empiezan a leerse más testimonios de descalificación entre pobres y ricos, entre empleadores y trabajadores, entre serranos y costeños, entre militares y civiles. El saldo cobrará un país de convulsión y barbarie.
El correismo está ganando en esta guerra de falsificaciones y mentiras. La realidad está cada vez más opaca por la especulación, y las últimas instituciones de la democracia, la seguridad, la salud y la opinión pública, empiezan a resquebrajarse.
@ghidalgoandrade
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