
Si Rusia hubiera tenido un gobierno democrático, ¿se habría producido la invasión a Ucrania?
Seguramente no. En una democracia, el manejo del poder público se hace en el marco del Estado de derecho; no así en un régimen autoritario. Esta invasión, por tanto, debe entenderse como parte del fortalecimiento y expansión del proyecto autocrático, con tendencia al totalitarismo, liderado por Vladimir Putin.
Clausewitz consideraba que la guerra es un instrumento político. Sin embargo, desde la perspectiva del derecho y los derechos humanos, no todos los actos referidos al poder del Estado o a las relaciones de poder entre estados pueden calificarse como políticos. Los límites de la política son el derecho y los derechos humanos. Todo lo que se sale de estos límites es una negación de la política.
La guerra, decía Montesquieu, es el más severo acto de justicia del derecho público, pues supone condenar a alguien a la pena de muerte y puede terminar con la destrucción de una sociedad. De ahí que, para el filósofo francés, la única guerra justa es la guerra defensiva: aquella que se hace para rechazar el ataque de un enemigo y ayudar a los aliados. La guerra que se hace con el propósito de conquista y dominación, en cambio, es un acto de injusticia.
Putin, al violar el derecho, ha perdido su protección. ¿Sabrá Europa responder como se debe a su amenaza? ¿O llegará tarde para detener a Putin como llegó tarde para detener a Hitler?
Según lo dicho, la guerra de agresión desatada por Putin contra Ucrania es injusta, antipolítica e inmoral y una evidencia, la más fuerte de los últimos tiempos, de que el derecho, como mecanismo de regulación de las relaciones entre las personas y los estados, está siendo sustituido rápidamente en el mundo por la irracionalidad y la violencia.
Frente al descalabro de un orden mundial fundado en el derecho, las potencias de Occidente no han sabido reaccionar de modo adecuado. Los valores que las sostienen se encuentran en peligro y ellas se quedan quietas, viendo, indolentes, cómo otros los destruyen e imponen la ley del más fuerte. Permiten a otros lo que no se permiten a sí mismas, aunque tengan las mejores razones para hacerlo. Putin ha invocado como pretexto para invadir Ucrania el pedido de ayuda de los separatistas de Donetsk y Luganks. Ucrania, por su parte, ha demandado la ayuda de Occidente. Sin embargo, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se ha visto obligado a declarar al mundo que en la guerra contra Rusia están solos.
El Ejército ruso avanza hacia Kiev. Ante la resistencia patriótica de los ucranianos, ¿actuarán como lo hicieron en la toma de Grozni, capital de Chechenia, en la Segunda Guerra Chechena? La toma de la ciudad se inició a fines de 1999 y duró seis meses. “Despacio, metódicamente, dice Wojciech Jagielski, fueron destruyendo la ciudad casa por casa, calle por calle, barrio por barrio, bombardeándola con sus aviones, sus lanzamisiles, sus cañones de largo alcance, sus tanques”. Los resultados de la brutal arremetida rusa contra Grozni llevaron a la ONU a calificarla como la ciudad más devastada de la Tierra.
Pensaba Locke que cuando el gobernante actúa en contra del bien público y quebranta la ley pierde su condición de persona pública y, como consecuencia, su autoridad y la protección de la ley. Putin, para satisfacer sus deseos de poder, está llevando a miles de jóvenes rusos a la muerte. Putin, violando el derecho internacional, ha invadido un país soberano y está asesinando a su gente. Putin, al violar el derecho, ha perdido su protección. ¿Sabrá Europa responder como se debe a su amenaza? ¿O llegará tarde para detener a Putin como llegó tarde para detener a Hitler?
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