
PhD. Sociólogo. Catedratico universitario y autor de numerosos estudios políticos.
El tránsito de la sociedad tradicional a una de carácter capitalista tuvo lugar en medio de la crisis mundial de 1929, conocida como “la gran depresión”. Entonces el Ecuador era un país predominantemente agrícola “con una población de 2.2 millones de habitantes y un 85% de ella viviendo en el sector rural, básicamente en la Sierra”, según lo señala Christian Naranjo, citado por César Augusto Sosa, en una nota publicada en El Comercio del 26 de abril de este 2020. En aquel momento comenzó a surgir un aparato estatal que reguló el sistema bancario, y la “cuestión social” devino en una preocupación central del Estado.
Los cambios experimentados en el Ecuador durante el resto del siglo XX configuran un escenario económico muy diferente al de aquella gran recesión. Y más aún con la del presente momento, la del coronavirus.
La pandemia de la covid 19 ha tenido efectos devastadores sobre la economía. Los cálculos actuales apuntan a que el PIB del Ecuador caerá entre el 7 por ciento y el 8 por ciento. Comparados con el decrecimiento del peor año de la crisis de 1929, la actual será infinitamente superior. En 1937 el PIB cayó 1.8 por ciento.
En lo político, la crisis económica del Ecuador desencadenó inestabilidad política: “entre 1929 y 1938, se sucedieron 12 gobiernos”. En la crisis actual el país ha recorrido 40 años de democracia. La posibilidad de que ahora “la historia se repita” no parece, por tanto, tener mayor fundamento, a no ser que la clase política se enrede en una disputa por el poder, al margen de proyectos de envergadura como los que sí existieron en las décadas que arrancaron con la Revolución Juliana de 1925.
Con la Revolución Juliana se avivaron las diferencias y desavenencias entre las élites de las sierra y de la costa, lo cual incidió en la desestabilización del primer gobierno de José María Velasco Ibarra. Esta desunión entre los grupos dominantes de ambas regiones recién se atemperó con el boom bananero impulsado por Galo Plaza y Clemente Yerovi que amalgamó los intereses de dichos grupos. Ello hizo posible el llamado “período excepcional de estabilidad política” entre 1948 y 1960. Desde entonces, el país vivió atado a las exportaciones, primero del cacao, luego del banano y posteriormente del petróleo. Esto marcó una pesada y riesgosa dependencia de factores externos.
Ni la dictadura militar de Guillermo Rodríguez Lara ni el gobierno de Rafael Correa modificaron esa dura dependencia. Ambos jefes de estado hablaron de alternativas basadas en una diversificación de exportaciones y en una ampliación del mercado interno. Sin embargo, si bien Ecuador logró algo con el desarrollo impulsado en la década de 1970, no pudo salir de la dependencia de las exportaciones primarias. Tampoco lo pudo con el segundo boom petrolero a partir de 2007.
En los 40 años de democracia los partidos políticos que se sucedieron en el poder, se alejaron de plataformas doctrinarias y se dejaron absorber por los avatares de las sucesivas coyunturas. Ello estalló en la debacle de 1999, que fue enfrentada con la dolarización, dejando a los gobiernos sin el recurso de la devaluación de la moneda.
La dependencia económica del Ecuador del petróleo ha colocado al país en una situación de alta vulnerabilidad, con la caída del precio del petróleo en el mercado internacional. El endeudamiento externo ha ido en ascenso imponiéndole al país obligaciones por encima de sus posibilidades de pago.
Ese es el entorno en el que sobrevino la crisis sanitaria para la que la nación tampoco dispone de los recursos suficientes para afrontarla.
La cuarentena, indispensable para precautelar la vida y evitar la extensión de la epidemia, tiene un impacto muy grande sobre la economía. Ello produce profundas repercusiones sociales. Las cuales, a su vez, podrían desembocar en una situación similar a la de la década de 1930. No hay que olvidar, sin embargo, que aquella gran depresión llevó a los latinoamericanos a “navegar por mares nunca antes conocidos”, como lo estableció el historiador argentino Tulio Halperin Donghi en 1993: “Si todo esto es cierto, la reacción de los contemporáneos que asignaba el papel decisivo a la crisis mundial no parece por ello errada: esa crisis redefinió radicalmente los términos en que esos problemas que venían ya madurando debieron ser encarados”.
¿Será posible que esta demanda que se extiende a nivel global sea captada por nuestra clase dirigente y por los sectores que se le enfrentan para definir un proyecto de largo plazo que le lleve al Ecuador por otros rumbos?
Esta podría ser otra similitud entre la actual crisis y la anterior. Hoy, el mundo se plantea la necesidad de repensar el modelo de desarrollo, basado en el consumismo y la supremacía del capital financiero. Ya se escuchan voces a favor de volcarnos hacia adentro, hacia la agricultura y hacia la protección ambiental. ¿Será posible que esta demanda que se extiende a nivel global sea captada por nuestra clase dirigente y por los sectores que se le enfrentan para definir un proyecto de largo plazo que le lleve al Ecuador por otros rumbos?
Ello presupone entender que el país enfrenta una crisis de proporciones incalculables. La mirada de los políticos que aspiran al solio presidencial para el 2021 no debe ser de corto plazo ni basada en cálculos electorales.
Cabe aquí volver a recordar lo que nos dijera el canciller de Brasil, Oswaldo Arahna cuando suscribimos el Protocolo de Río de Janeiro en 1942 y que lo recordó el ex canciller Julio Tobar Donoso en 1945: “No es posible desatender realidades (…). Un país no puede vivir sin fronteras (…). El tiempo ha sido el peor enemigo de ustedes (…). Además, ustedes han tenido y tienen graves circunstancias en contrario. Han estado indefensos y no podrán por algún tiempo resolver este asunto por medio de las armas. Tengan piel. Un país que no tiene fronteras es lo mismo que un hombre sin piel. Ustedes necesitan paz antes que tierras”.
El Ecuador necesita hoy reconstruirse. Sería criminal azuzar “graves circunstancias en contrario”. Los doce gobiernos que se sucedieron entre 1929 y 1938 tuvieron alta responsabilidad en la indefensión del país en 1941.
No solo se necesita estabilidad política sino una mirada que nos proyecte al futuro, dejando atrás visiones tecnocráticas y/o populistas que privilegian la economía o la aclamación popular. La pandemia nos muestra el papel de la ciencia como soporte para la toma de decisiones. Hay que acercar la política a la ciencia, y la ciencia a la política. El estilo errático e improvisado de gobernar que nos ha caracterizado ha impedido que el Ecuador se enrumbe como país maduro y responsable. ¿Seremos capaces de transformarlo?
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