
“Crecí en las montañas y pasé mucho tiempo con los lobos, así que tengo esa energía, la energía del lobo. Ellos actúan de manera muy instintiva, y veo en ellos rasgos correspondientes en mí. Tengo la sensación de que, de alguna forma, son mis guías espirituales.”
Nole
Julián Díaz trabaja como periodista de planta para la revista “Atenea”. A las nueve de la noche recibe una llamada del editor quien le pide, en 72 horas, redactar un artículo de 2000 palabras, sobre el caso Djokervic. Nole Djokervic, campeón mundial de tenis, ha sido detenido en el aeropuerto de Melbourne por inmigración. Para los funcionarios de inmigración, el deportista serbio, no ha cumplido con el requisito de estar vacunado contra la COVID-19. Nole argumenta que recibió una exención, por parte de los organizadores del Australian Open, para venir a jugar sin necesidad de estar vacunado. El mundo tiene una nueva grieta: Noles vs. Antinoles.
Julián tiene 45 años, practica tenis desde los 11, tiene dos referentes máximos: el suizo Roger Williams y el serbio Nole Djokervic. A Williams lo admira por su estética extremadamente prolija, puntos de impacto exactos, finura en cada golpe. En cambio, Nole, a pesar de que no tiene la misma cinestesia que Roger, es un ser épico, un sobreviviente total. Djokervic inició su vida tenística a los diez años, en plena guerra entre Croacia y Serbia. Sus primeros entrenamientos los hacía en paredones agujereados por balas, en las noches escuchaba explosiones y sirenas de ambulancias todo el tiempo, sus padres le hacían rezar implorando protección divina.
Julián se identifica más con Nole porque el serbio es más auténtico e impredecible. Rompe raquetas, guiones, llora, grita, exterioriza, se concentra. No es políticamente correcto. Jugando en Roland Garros, en medio de un partido empezó a llover, Nole tuvo que guarecerse. Un pasabola sostenía un paraguas mientras Nole descansaba en su silla. Djokervic miró al ballboy y le invitó a sentarse mientras el tenista levantaba el paraguas, le obsequió uno de sus jugos, bridaron, conversaron mientras amainaba la tormenta. También recordó cuando salvó dos puntos de match en la final de Wimbledon, frente a Williams. Escapó de Roger Williams, con dos soberbios passing shots, dos impactos que sonaron a latigazos fluidos. Demasiada sangre fría, otro nivel de conciencia. Al final Djokervic ganó ese Grand Slam sobre césped. Apoteósico.
Fotoilustración: PlanV
Djokervic, después de cinco horas de interrogatorio con la gente de inmigración, fue trasladado a un hotel de detención, mientras deciden si se queda o se va de Australia. El serbio es una tormenta de emociones, de todo tipo. Su ethos volcánico regresa. Ahora se encuentra enfrentando otro match point, en un campo de batalla diferente, un torneo donde su rival es un mundo que se aferra a las vacunas como único escudo frente al coronavirus. Él tiene razones válidas para su lucha: es intolerante al gluten y no sabe que pueda sucederle si se vacuna. Por otro lado, los organizadores del torneo aceptaron sus condiciones (no vacunarse) para jugar el torneo, pero a última hora, por una decisión política cancelaron su visa.
La habitación de Nole es sombría, le recuerda a su infancia en Belgrado y el bunker en que se refugiaba cuando se iniciaban los bombardeos. El dormitorio de no más de tres metros cuadrados tiene una ventana minúscula que da a un parque de robles. La alfombra es gris y raída, la cama es de plaza y media, hay un televisor plasma y un baño de baldosas agrietadas. El negacionista más famoso del planeta enciende el televisor, cambia rápidamente de canales, mueve la cabeza, gesticula y termina apagando el aparato. Llama desde el teléfono de la habitación y con un inglés depurado solicita le devuelvan su teléfono móvil, sube el tono de voz, repite que es el campeón mundial y que lo tienen secuestrado. Solicita agua con clorofila, el agua que usualmente ingiere. Cuelga. Abre el pequeño refrigerador que se encuentra junto a un closet de ceibo. En la nevera hay cerveza, latas de Pepsi, un frasco de aceitunas. Toma una lata de Budweiser y la arroja contra el espejo de la habitación. Extrae una raqueta Head de su bolso y la estrella contra el monitor de 28 pulgadas, luego aporrea la raqueta contra el piso hasta que la raqueta se parte en dos. Grita y maldice en serbio, luego queda en silencio. Respira. Se quita sus zapatos Asis, se desprende de su remera Lacoste, de su jean y sus medias. Se sienta en el centro de la cama que tiene un edredón celeste, respira profundamente, estira su cuello y se coloca en la posición de loto. Cierra los ojos, respira cada vez más lentamente, sus latidos recuperan el ritmo normal. De a poco, desaparece al mundo, justamente cuando para el mundo, él es la persona más admirada y criticada. Afuera se escuchan algunos gritos de sus fans que repiten: Free Nole.
Julián revisa material en su Macbook Air, un carnaval de noticias y opiniones dicotómicas se esparce como un ciclón. Los dos bandos no tienen punto de encuentro y la incertidumbre respecto a este caso es extrema. Julián tuvo covid hace un mes, algo de fiebre y cefalea, sin embargo, ya se había vacunado tres veces. Para él las vacunas son un fraude porque siguen apareciendo más variantes, lo de Djokervic es combustible para su mente que nuevamente cuestiona la eficacia de la ciencia. Empieza a teclear, cada vez con más velocidad su crónica sobre el Espartaco del siglo XXI.
Djokervic ha dormido solo seis horas, está acostumbrado a dormir ocho horas y media. Ni las sábanas ni la calidad del colchón ayudaron para que el campeón mundial tuviese un sueño reparador. Lo han despertado los gritos de sus fans que se encuentran en la calle gritando Free Nole. El tenista se levanta, se coloca una remera blanca, mira desde la pequeña ventana rectangular a la multitud con banderas y fotos suyas, se emociona, no puede abrir la ventana de su habitación. Los observa, realiza una reverencia y la señal de un corazón con sus pulgares e índices. Sus fans ahora lo arengan con más euforia. Desde el intercomunicador solicita le traigan algo de comer. Después de dos horas le envían en una bandeja de aluminio tres bananas, ensalada con lechuga y aguacate, un jugo de naranja y una tasa de leche, sin lactosa, con un frasco de café instantáneo. Prueba los alimentos y los come con cierta apatía.
Djokervic ha dormido solo seis horas, está acostumbrado a dormir ocho horas y media. Ni las sábanas ni la calidad del colchón ayudaron para que el campeón mundial tuviese un sueño reparador. Lo han despertado los gritos de sus fans que se encuentran en la calle gritando Free Nole.
Una hora después le informan que van a entregarle su teléfono móvil con su respectivo cargador. Una mujer con el uniforme del hotel, de ojos celestes y con una mascarilla quirúrgica negra le entrega el móvil. Nole la recibe, utiliza un barbijo blanco, mantiene cierta calma, agradece. Enciende el móvil, coloca la contraseña es una palabra en serbio, el teléfono se activa. El celular tiene como fondo de pantalla una foto donde se encuentra junto a su esposa y sus dos hijos. Llama a su esposa, conversa con ella y sus pequeños, su mirada se ilumina, por un instante parece que va a llorar. La voz le tiembla, pero adquiere un tono algo estoico para decirles que van a salir más fortalecidos de todo esto. Tiene más de trescientas llamadas perdidas, desde familiares hasta tenistas, políticos y celebridades. Llama a su padre, se esfuerza por no sucumbir ante la indignación de su progenitor, tranquilo viejo, todo va a estar bien...
Nole recibe una llamada del presidente de Serbia, expresándole todo el respaldo del gobierno y el pueblo serbio. Djokervic habla con sus abogados, ellos le explican que en dos días será la audiencia para liberarlo o deportarlo, ellos se muestran seguros de ganar el juicio. Conversa con su entrenador y amigo personal quien lo conoce desde que era adolescente, él siempre encuentra la manera de reanimarlo y le recuerda que creció como los lobos, “tienes espíritu de lobo, nunca olvides eso”.
Después de una audiencia que se extiende por más de seis horas, el juez declara legal la visa del tenista y ordena la liberación inmediata de Nole. Una tormenta de júbilo se apodera de los fans de Djoker que ahora se convierte en un nuevo Prometeo de la libertad de elección en el tema vacunas. Al salir a la calle, el tenista más polémico de la historia se encuentra con una multitud flameando banderas serbias y portando fotos suyas. Sube a un a un Lincoln con vidrios blindados y oscuros. El auto se abre paso lentamente entre la muchedumbre que es dispersada por policías que esparcen gas lacrimógeno, hay un momento en que Nole rompe el guion, le dice al conductor que se detenga, sacando fuerzas de flaqueza sube al techo del auto, agita sus brazos, grita Free Nole. La multitud estalla en gritos de apoyo. El tenista hace una venia, se toca el corazón con su puño derecho, baja del techo y sube al auto.
Julián mira el vídeo de Nole saltando en la capota del Lincoln, siente la energía volcánica de este ser humano que identifica a millones de personas en el mundo. Teclea eufórico, se siente redimido por la irreverencia del serbio. Termina un párrafo con una frase: la soberanía del cuerpo reside en cada uno, quiénes somos para obligar al otro a vacunarse. Y es más incisivo cuando pregunta: ¿acaso no seremos un experimento más de las farmacéuticas?
El director de la revista termina publicando el artículo de Julián, aunque le parece demasiado provocativo, de cierta manera realiza una apología de un deportista que debería ser un paradigma de respeto al otro pero que rompe normas de salud pública. Pero claro, se identifica con la frase de Julián, ¿quiénes somos para obligar a otra persona a vacunarse?
La llegada al aeropuerto del tenista más controversial de la historia termina en medio de una batalla campal entre provacunas y negacionistas. Nole baja de su Lincoln, utiliza gafas oscuras, un calentador celeste, marca Lacoste, casi todos los manifestantes lo aclaman.
Nole continuó con sus entrenamientos en las canchas del Abierto de Australia, absolutamente sereno, repitiendo con la precisión de siempre los golpes de su manual de artillería. Impacta una centésima de segundo la pelota adelante, rompe la lógica humana respecto a la velocidad de devolución, su mirada está totalmente centrada en el impacto, el equilibrio corporal es perfecto. Tanta belleza cinética para golpear el drive con un leve efecto liftado sigue seduciendo a sus fans y a sus más encarnizados críticos. Ya se ha desatado una campaña de algunos tenistas y periodistas que cuestionan la irresponsabilidad de Djokervic al negarse a vacunar en época de pandemia. Científicamente está comprobado que las personas que se contagian con la nueva variable Omicrón tienen diez veces más posibilidades de fallecer si es que no se han vacunado. La voz más reconocida dentro del circuito de tenis es la del tenista español Tomás Carbonel, segundo en el circuito, quien sostiene que Nole es un inconsciente porque las reglas están claras y vacunarse es la única forma de evitar más dolor en el mundo.
Faltando dos días para el inicio del Grand Slam en Melbourne, cuando se daba por hecho la participación de Djokervic, el ministro de asuntos migratorios nuevamente revoca la visa del serbio y lo obliga a salir del territorio australiano. Nole, a través de sus abogados, realizan la última apelación para que el tenista más polémico de la historia pueda jugar el abierto de Australia. Djokervic es detenido por la policía, subido a un patrullero y llevado al centro de detención de inmigrantes. El juicio final en este publicitado caso se realizará en 24 horas, mientras tanto Julián busca más información sobre detalles en la vida de Nole.
Después de seguir el juicio final del Nolegate que se ha extendido por siete horas, Julián teclea algo atribulado durante veinte minutos. Son las 4 y 30 de la mañana en Quito, desde su departamento ubicado en la González Suárez, en un quinto piso el periodista tiene una tormenta de ideas que va organizando. El resplandor de la luna adquiere tonos epifánicos, Julián abre la ventana de su pequeño estudio, recibe el aire helado de la madrugada, enciende un Camel sin filtro, una bocanada y algo de calma. Imagina a Nole impertérrito, con su mascarilla negra escuchando el veredicto del jurado, conservando el brillo astrofísico de su mirada.
La llegada al aeropuerto del tenista más controversial de la historia termina en medio de una batalla campal entre provacunas y negacionistas. Nole baja de su Lincoln, utiliza gafas oscuras, un calentador celeste, marca Lacoste, casi todos los manifestantes lo aclaman. Lanza un beso volado a la multitud trastornada, mujeres que se desmayan, niños llorando, caen algunas botellas de plástico mientras ingresa en la terminal para embarcarse en su avión. La animadversión entre ciencia y negacioncitas se profundiza. El mundo es un caos, el aumento de contagios por la nueva variable Omicrón supera todas las predicciones.
El artículo de Julián genera polémica en el público, es mal recibido por la mayoría de sus compatriotas, incluso el ministro de salud ha llamado al director de la revista y le ha dicho que el artículo fomenta el negacionismo en un momento delicado. El director de la revista llama a Díaz y le dice, con tono seco, que está despedido porque la reacción del gobierno ha sido extrema. Julián lo escucha con aire estoico, responde con cierta ironía: entiendo que la libertad de expresión es una fábula en nuestro país.
Rostros de guardias patibularios montados en corceles enfrentan a una multitud de jóvenes negacionistas, la mayoría no llegan a dieciocho años. Los chicos bloquean una avenida, con llantas quemadas, adoquines y troncos.
Desde su cuenta en twitter Julián denuncia su despido, cree que el nivel de intolerancia hacia el movimiento antivacunas es extremadamente peligroso, sostiene que vivimos una dictadura de las farmacéuticas disfrazadas de salvadoras. Revisen las multimillonarias ganancias de estas corporaciones, simplemente somos experimentos humanos, añade.
Rostros de guardias patibularios montados en corceles enfrentan a una multitud de jóvenes negacionistas, la mayoría no llegan a dieciocho años. Los chicos bloquean una avenida, con llantas quemadas, adoquines y troncos. Los policías lanzan gas pimienta y balas de goma. Los manifestantes repelen con piedras y palos, algunos han caído. El caos de la rebelión va in crescendo, los antivacunas protestan por la obligatoriedad de la inoculación de la cuarta dosis para tener derecho a matricularse en universidades públicas.
Julián, al ver las banderas con el rostro de Nole, se siente arengado, levanta el puño y grita: ciencia sí, vacunas no. Se une a las tres mil personas que desbordan furia. Él junto a dos adolescentes arman una bomba molotov y la lanzan a una barricada de policías que con sus escudos de vidrio blindado repelen la arremetida de los manifestantes. La humareda es insoportable, otro piquete de policías cierra la retaguardia a los revoltosos, atacan con perros, y capturan algunos manifestantes que son subidos a un camión.
Julián se refugia en el patio de un edificio, dos gendarmes ingresan acompañados de un sabueso a la glorieta. Julián queda paralizado del miedo, se esconde detrás de una pequeña columna de piedra, el perro olfatea la adrenalina y ladra. Uno de los policías corre detrás del negacionista, lo alcanza y le da un toletazo en el hombro, Julián cae.
Dos días, después de permanecer en una celda junto a ocho presos, Julián recibe una visita, es Daniel, su hermano, un científico, profesor de microbiología en una prestigiosa universidad. Utiliza un tono paternal, aunque es menor a Julián con tres años. Le pregunta cómo está, le dice que consiguió un buen abogado defensor y que lo cambiarán de celda. Te traje mascarillas, un libro de Bolaño y ciruelas. Ánimo, hermano, saldrás pronto. El periodista permanece en silencio. Daniel utiliza un tono más asertivo, la vida y la muerte cohabitan en una lucha permanente entre virus que mutan y antígenos que enfrentan variantes, los virus pueden ser más veloces en mutar, ahí es cuando la batalla es ganada por la muerte. Julián lo interrumpe, tú no entiendes quién es Nole, éste no es un tema tan racional. Daniel, intenta persuadirlo, la pandemia es otra lucha iniciática, insuperable, atávica. Lo único que tenemos son las vacunas.
La bola de saque viaja a doscientos kilómetros por hora, cae en la T, Djokervic se desliza en la arcilla, casi descuartizándose para levantar un globo. Carbonel tiene que retroceder para luego defenderse con su tosca derecha. Nole ataca con un revés paralelo, Carbonel devuelve un back liftado, el serbio realiza un movimiento delicado con su revés, un drop shot, la bola corta sorprende al español que corre hasta alcanzarla y colocarla al otro extremo de la cancha. Nole, casi sin ángulo, deslizándose como un ser ingrávido llega a la bola y desde fuera de la cancha, casi tocando una valla publicitaria, devuelve con un revés cortado, un movimiento que asemeja más al de un violinista. La pelota va girando sin pasar por encima de la red, viaja hasta caer en la esquina derecha del fondo. Punto surreal en la Philippe Chatrier, el público francés celebra extáticamente. Nuevamente el antihéroe, el ave fénix se ha levantado de sus cenizas para ganar su Grand Slam número 21, rompiendo todos los récords existentes.
Desde una celda desangelada, acostado en una litera, Julián grita eufórico. Celebra, en medio de barrotes oxidados y olores nauseabundos la victoria del serbio. Por un instante los ronquidos de sus compañeros de celda desaparecen.
Ya en su camerino, Djokervic le pide a su equipo dejarlo solo, entra al baño cargando el trofeo del Roland Garros. Llora. Se mira en el espejo, sonríe, nuevamente su mirada deslumbrada, respira, siente una súbita arcada y estornuda.
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