
Catedrática de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Católica de Quito
El Gobierno de la Revolución ciudadana, a través de su máximo líder, se ha autodefinido en reiteradas ocasiones como la izquierda de nuevo tipo, esto es, la izquierda pragmática, en una suerte de marcar diferencias con lo que denominan la “izquierda infantil” o “boba”, y sobre todo de justificar el núcleo real de su proyecto económico.
Intentemos entender esto de la izquierda pragmática, nominación política curiosa que puede resultar hasta seductora. Empecemos diciendo que aquello de pragmática es usado como un adjetivo que cualifica a la izquierda, otorgándole una característica particular que la diferencia de la izquierda en general. El pragmatismo político establece que el único criterio válido para juzgar el valor de verdad de cualquier pensamiento, en este caso el de izquierda, o cualquier decisión, en este caso política gubernamental, son los efectos prácticos que puedan tener. En palabras sencillas todo vale siempre y cuando funcione, es decir sea funcional o útil a determinado interés o marco referencial. Esta filosofía, si así se la puede llamar, encuentra sus orígenes en el empirismo y el positivismo más acérrimos y, por lo mismo, más toscos aunque no menos eficaces en la reproducción de un orden existente. El dogma y al mismo tiempo la trampa del pragmatismo político consiste en hacer creer que prescinde de ideologías, es decir de marcos ético-valorativos y de visiones teleológicas, en otras palabras que es una actuación que ajustada a las circunstancias es conveniente para lograr ciertos fines. Lo cierto es que el pragmatismo es una ideología del poder que se oculta como tal para efectos de control ideológico, ya que cuando actúa, supuestamente sin ideologías, lo hace rigiéndose a la ideología dominante, es decir a la lógica de la economía capitalista objetivada y cosificada en la realidad social mercantilizada. El pragmatismo político que es subsidiario del pragmatismo económico actúa afirmando lo dado, pues su realismo se encuentra atrapado en el marco de la sociedad vigente, de ahí que su visión no solo que es corta y mezquina, sino que nada tiene que ver con la utopía inherente a la ideología de izquierda.
La utopía, que obviamente no es la pragmática, es el pensamiento que piensa más allá y en contra de las coordenadas del orden existente –orden capitalista-, debido a ello, es un pensamiento emancipador y libertario. El pragmatismo no piensa, hace, justamente por esto reproduce lo establecido, lo dado, razón ésta que explica porque es un pensamiento esencialmente conservador. De lo que resulta que decir izquierda pragmática es, según creo, un contra sentido que sin embargo busca justificar un claro proyecto económico capitalista, encubierto en un manipulado discurso de izquierda. De hecho, tanto los gobiernos progresistas cuanto los gobierno neoliberales reivindican su pragmatismo económico (extractivismo, apertura comercial, inversión extranjera, endeudamiento externo, libre comercio, inversión desbocada e irresponsable para generar circulación de capital, incentivo al consumo mercantil y al endeudamiento público y privado, agroindustria y agro negocios que liquidan la economía campesina, explotación laboral, etc.) y su pragmatismo político que hace posible el primero (concentración y centralización del poder, manipulación de la justicia, criminalización de la sociedad y de la protesta social, autoritarismo político, restricción de la democracia, restricción y violación de los derechos humanos y de la naturaleza, abuso de poder, violación de la Constitución, etc.)
Así, estos gobiernos progresistas, pragmáticos como son, se arrodillan ante las exigencias del gran capital, extienden el capitalismo por la región y la ideología liberal o neoliberal, como sea el caso, viene sola, no se necesita promulgarla. Como dice Pascal arrodíllate reza y la creencia vendrá sola. La última acción pragmática es la visita que el “izquierdista” presidente del Ecuador hizo a Qatar para realizar acuerdos comerciales con un gobierno abiertamente neoliberal, aperturista y capitalista.
Acompañando el pragmatismo de izquierda, nuevo evangelio que profesan los progresismos, está la retórica kitsch del Buen Vivir. La retórica no es otra cosa que la técnica (sistema de recursos lingüísticos) para construir un discurso cuyo fin es lograr que su interpelación (mensaje) persuada al sujeto que se haga destinatario del mismo. A su vez el llamado arte kitsch es catalogado como producto barato cuya finalidad es reafirmar las normas y convenciones sociales de la cultura de masas, no de cuestionar las mismas. Resulta curiosa la cercanía de la vocación conservadora entre el pragmatismo, la retórica y el kitsch. Ahora bien, lo que intento decir con retórica kitsch del Buen Vivir es la existencia de una técnica discursiva, memorizada y manejada por ciertos tecnócratas de la Revolución Ciudadana, barata y mediocre con la cual se busca persuadir a los sujetos que se hagan destinatarios de la misma sobre cualquier posible crítica que, desde la izquierda, se haga al proyecto político de Alianza País.
Pongamos algunos ejemplos sintomáticos de esta estrategia ideológica de la retórica kitsch:
Empecemos por el último que ha creado gran interés en las redes sociales. Fander Falconí, excanciller y ahora presidente de la Comisión de Formación Política de Alianza País, considerado por mucho militantes de su movimiento como uno de los intelectuales de la Revolución Ciudadana, “sugirió” que los ecuatorianos al saludarnos y despedirnos digamos “buen vivir”, en su cuenta de Twitter. Lo escribió a las 21:58 del sábado 25 de octubre. No sé si entender esto como pequeñas recetas en el camino para ir construyendo el Buen Vivir, cosa que de suyo es absurda, o si simplemente es resultado de las especulaciones de un pensamiento estéril y alejado de la fecundidad de los mundos de la vida, allí donde los seres humanos van construyendo destino, justamente resistiendo a la violencia de la especulación financiera y de la mediocridad cognitiva que la alcahuetea.
Hace pocas semanas el Secretario del Buen Vivir (tómese en cuenta que se creó una Secretaria del Buen Vivir, solo posible en época de la Revolución Ciudadana) dijo que: Ecuador es más feliz que antes. Su afirmación se basa en mediciones que constan en un libro de otro integrante del gabinete ministerial, René Ramírez (Senescyt). Y como si esta afirmación no fuese muestra suficiente de la retórica kitsch recomendó leer el libro del citado Ramírez para revisar las fórmulas matemáticas con que se ha medido la felicidad en el Ecuador, a partir de encuestas complejas en las que se pregunta, por ejemplo, ¿cuánto tiempo eres tú feliz en tu trabajo? No creo necesario citar más esta retórica, pues considero que es un insulto a la inteligencia humana, es un hecho el atrevimiento del kitsch, tanto como el cinismo del empirismo chato que reduce todo a dato estadístico. Solo del maridaje entre pragmatismo y retórica kitsch puede resultar la “gran idea” de que la felicidad, una condición tan complejo de la existencia humana, sea un asunto de mediciones estadísticas.
Para concluir este recorrido por el absurdo, propio de la retórica kitsch desarrollada por la tecnocracia gubernamental, solo decir que sería bueno cruzar la retórica del “Socialismo del “Sumak Kawsay” o “Biosocialismo Republicano” con el pragmatismo extractivista-capitalista para ver si juntos, sumando y restando, logran la fórmula de la felicidad, como ya se dijo, en época de Revolución Ciudadana todo milagro y todo absurdo es posible
Referencias
El Comercio
http://www.elcomercio.com/actualidad/gobiernista-propone-saludo-buen-vivir.html
El Universo
http://www.eluniverso.com/noticias/2014/08/31/nota/3620321/es-poco-tiempo-que-somos-felices
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