
A propósito de la invasión de Rusia a Ucrania se han ido difundiendo, sobre todo entre gentes de izquierda, ciertas líneas de opinión que, pretendiéndose lúcidas y humanistas, revelan la miseria moral, la falta de sensibilidad ante el dolor humano y hasta el nihilismo de sus defensores.
Para algunos, las sanciones de la comunidad internacional a Rusia y la masiva condena a su ataque contra Ucrania son inválidas o injustas porque, anteriormente, no se ha actuado de la misma manera en situaciones semejantes, como la invasión de Estados Unidos a Irak en el año 2003.
Tal razonamiento, a primera vista plausible, se basa en la idea de que un acto que viola el derecho y los derechos de las personas deja de ser un crimen si es que, antes, otro acto de las mismas características no ha sido repudiado y castigado.
Esta posición, falaz y moralmente relativista, asume que los actos no son malos por los daños que causan a las personas o bienes sobre los que se han realizado, sino por la respuesta que una autoridad o la opinión pública ha dado a los actos cometidos. Resultaría así que un hombre que comete un asesinato no debería ser sancionado si, por cualquier razón, en un momento distinto, otro asesino ha logrado escapar de la justicia.
El asesinato de una persona, sin embargo, sigue siendo un asesinato —y ahí están los hechos para probarlo— y, como crimen que es, no puede sustraerse al juicio moral ni jurídico. Dejar de juzgar y condenar lo que está mal, justificando esta omisión con la coartada de que en otros casos no se ha actuado de modo correcto, es una forma de inmoralidad y nihilismo.
Cinismo, nihilismo, inmoralidad y falta de simpatía con el sufrimiento humano, esto es lo que ante la tragedia que vive Ucrania han mostrado los izquierdistas y progresistas de todo el mundo
Los pacifistas, de su parte, condenan todas las guerras por igual y no distinguen entre agresores y agredidos. Les da lo mismo que los unos hagan la guerra para ocupar un país y los otros la hagan para defender su territorio de un ataque externo. Defenderse y apoyar con armas a los que se defienden es, para ellos, tan condenable como invadir y ocupar un territorio ajeno. La prédica pacifista es la prédica cristiana de no resistencia al mal: una manera de facilitarles las cosas a los que usan la fuerza como principal argumento para conseguir sus objetivos. ¿Se habrán percatado los pacifistas de que esta actitud es una forma de complicidad con los violentos? Si no lo han hecho es que no ven más allá de sus narices y si lo han hecho, les queda mejor el calificativo de cínicos que el de pacifistas.
Vienen luego aquellos que, ignorando que Ucrania es la víctima del ataque de Putin y su ejército, ven en la invasión rusa nada más que una lucha geopolítica entre las grandes potencias, de las cuales Ucrania no sería sino un títere, el convidado de piedra o un simple objeto de disputa. Afirmar esto, desde luego, es desconocer, sostenidos en una falsa superioridad intelectual, la dignidad y la valentía de los ciudadanos ucranianos y su gobierno, y diluir la responsabilidad de Rusia en la destrucción de Ucrania y el asesinato de su población. Si los que pelean en Ucrania son las potencias del Este y el Oeste, y no el pueblo y el gobierno de Ucrania contra el ejército ruso, Rusia no tiene por qué responder a los ucranianos de los daños ocasionados a sus bienes y a su gente.
Algo similar ocurre con aquellos que miran en el fondo de la guerra una simple cuestión de dinero. Ni siquiera para Putin la invasión a Ucrania tiene el interés económico como principal motivo, y la Unión Europea, al apoyar a Ucrania, está defendiendo los valores humanistas y democráticos que son la columna vertebral de su cultura y organización política, en cuya órbita quieren entrar los ucranianos.
Estos, incluidos los que han vuelto del extranjero renunciando a su seguridad y a una vida hecha fuera de su patria, están luchando por defender su libertad y autonomía, no para obtener beneficios monetarios ni para favorecer la economía de un tercero, ya sea este un bloque de naciones o un país específico. Si sus razones para luchar fueran económicas, les habría costado menos, muchísimo menos, permitir que el invasor ruso entrara en su patria sin oponer ninguna resistencia. Afirmar que la resistencia ucraniana a la invasión rusa y el apoyo de Europa y Estados Unidos a su causa son una cuestión de dinero es un síntoma de ignorancia, comodidad intelectual o simple y llana estupidez.
Cinismo, nihilismo, inmoralidad y falta de simpatía con el sufrimiento humano, esto es lo que ante la tragedia que vive Ucrania han mostrado los izquierdistas y progresistas de todo el mundo. ¿Se atreverán, abandonando sus seguridades intelectuales e ideológicas, a sentir compasión por el dolor humano, ese dolor físico y psicológico que sufren ahora, en Ucrania, unas personas de carne y hueso, concretas, únicas, irrepetibles, o, suplantándolas por una abstracción intelectual cualquiera, pasarán por alto ese dolor mientras, satisfechos, se repiten a sí mismos que son las mejores personas del mundo?
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