
“Muerte a Estados Unidos”, clamaban los iraníes tras la muerte de Qasem Soleimani. El ex alto mando fue bombardeado de camino al aeropuerto de Bagdad en Irak el 3 de enero de 2020. Soleimani era un respetado general de división que fuera acusado por la administración estadounidense de Donald Trump de entrenar y financiar el terrorismo en Medio Oriente. Para algunos se trata una embestida en contra del terrorismo y para otros de un abuso del imperialismo. Las simplificaciones siempre pierden de vista los detalles. ¿Por qué?
Irán y los Estados Unidos sufren una disputa que no es reciente. Ambos tienen aspiraciones imperialistas.
Tras nombrarse por primera vez en las urnas al primer ministro Mohammad Mosaddeq, el gobernante ordenó en 1951 la nacionalización del petróleo iraní. Los Estados Unidos y Gran Bretaña urdieron un golpe de Estado en 1953 y Mosaddeq fue reemplazado por Mohammad Reza Pahlaví en condición de rey. A los 24 años de gobierno absolutista se produce una revolución que depone al rey y dos años después se expide una nueva constitución en 1979 que instala la República Islamista de Irán. Qasem Soleimani tiene un papel destacado en la revolución y antes de los 30 años se convierte en comandante.
Después durante la guerra librada entre Irak e Irán entre 1980 y 1988 por una disputa territorial, se descubrió que la administración de Ronald Reagan apoyaba el plan de uso de armas químicas de Sadam Husein en contra Irán. También se supo de Reagan vendía armas a Irán para facilitar la caída de Husein y financiar a las Contras Nicaragüenses. El escándalo se llamó Irangate. Por este incidente fue ejecutado con pena de muerte un alto funcionario iraní. En 1992 George H. W. Bush perdonó a varios de los involucrados en el escándalo y los incorporó a su gabinete.
El mejor momento de las relaciones entre ambos gobiernos llegó en 2015. El presidente Barak Obama lideró y suscribió un acuerdo, junto a seis potencias mundiales, para detener el avance de la investigación nuclear iraní. El acuerdo fue reconocido como un mérito por la comunidad internacional. Pero en 2018 Trump rompió este acuerdo acusando a Irán de proteger al terrorismo mundial, porque la política de Obama no le gustaba y porque sí.
Entonces, en una soleada tarde en West Palm Beach, en su club privado, al desaforado Trump le tomó dos minutos preferir el bombardeo a Soleimani que a otros objetivos, el mismo 3 de enero de su fallecimiento. Y así fue como el Ejército estadounidense, por orden del presidente de esa Nación, vengó la muerte de un contratista norteamericano muerto en suelo iraní.
La muerte de Soleimani puso para muchos a Irán en un mapa. Pero de esos, otros tantos adoptan una posición antiestadounidense porque les sale de las narices. Creen que eso ayuda a confirmar su antiimperialismo. Pero las cosas no pueden mirarse como una dicotomía. Algunos dicen que Trump lo hace para desviar las miradas sobre su juicio político, que habrá una Tercera Guerra Mundial, que la muerte de una sola persona no puede desencadenar una guerra, que uno es una víctima o que el otro es un héroe y más patochadas.
El imperialismo enfrenta a las naciones con aspiraciones imperialistas. Eso fue lo que sucedió tras la muerte del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo en 1914, lo que supuso la tensión entre el Imperio Austrohúngaro y el Reino de Serbia que luego se convirtió en un enfrentamiento armado que arrastró al conflicto a toda Europa y que trajo como consecuencias la disolución de los imperios alemán, austrohúngaro, turco y ruso, así como el inicio de la Revolución Rusa. Ya sucedió en el pasado, pero algo como esto tiene efectos difíciles de predecir.
A lo dicho tiene que añadirse que este ataque no es el primero ni tampoco es la primera vez que muere alguien de similar importancia. El general Mohamad Alí Jafari murió en 2015 en un ataque de Israel y no hubo una guerra total como anuncian los ingenuos. Por entonces, la respuesta de la cancillería iraní fue la misma: que Israel había cruzado una línea roja y que las consecuencias serían contundentes. Pero todo resultó en retorica para consumo interno. ¿Sucederá lo mismo esta vez?
Esto no avivará una Tercera Guerra Mundial como se dice ingenuamente. Sí podría convertirse en el momento que definirá la emancipación o sometimiento de Oriente Medio a Washington.
Soleimani es distinto porque se trata de alguien considerado como un héroe debido a su destacado desempeño militar en los 1980 y a su cercanía al líder supremo, el Ayatolá Jamenei, que lo convirtió en el comándate general de la Fuerza Quds, un ejército personal creado para defender los principios del Islam. Más tarde Soleimani alcanzó mayor notoriedad pública durante la reciente guerra contra el Estado Islámico en Irak, Siria, Líbano y Yemen. Desde entonces Teherán, la ciudad sede del poder iraní, logró ampliar su peso y su red de influencias con aspiraciones imperiales en la región.
La Fuerza Quds es una unidad de guardias revolucionarias islamistas que opera de manera encubierta y a veces de forma pública, en varias partes del mundo a través de la guerra no convencional y de operaciones de inteligencia militar. Se le vincula con Hezbolá en el Líbano, Hamas y Yihad en Palestina, y las milicias hutíes en Yemen y chiítas en Irak, Siria y en Afganistán. Todas estas organizaciones han sido denunciadas como terroristas ante el seno de la Organización de Naciones Unidas.
Toda esta expansión iraní fue desplegada por el genio militar de Soleimani quien era considerado como el verdadero ministro de relaciones exteriores cuando se trataba de temas de guerra y paz.
Entonces la respuesta de Irán no parece tendiente a una guerra convencional. Al contrario, dadas las condiciones de la arquitectura bélica dejada por Soleimani, la contestación podría ser de una guerra híbrida, es decir, que combine los esfuerzos de ejércitos regulares como irregulares, en distintas escalas e intensidades, lo que incluye la guerra informativa y digital, desplegada con el único fin de polarizar a la comunidad internacional. Como aquellos que se identifican con una bandera cuyo país no identifican en el mapa.
Odiado y amado, la muerte de Soleimani reunificará a la sociedad iraní, fragmentada por sus conflictos internos, por sus diferencias religiosas y amenazado por las constantes protestas populares.
Mientras tanto, Trump no necesita ganar una guerra para ganar un juicio político en el Senado. Los demócratas tienen 47 de los 67 votos que se necesitan para destituirlo. Trump no es democracia, es republicano.
Esto tampoco avivará una Tercera Guerra Mundial como se dice ingenuamente. Sí podría convertirse en el momento que definirá la emancipación o sometimiento de Oriente Medio a Washington. Y, al contrario, que podría desencadenar una guerra total es la agresión armada de las fuerzas paramilitares proiraníes que operan en Irak, cuya mezcla de variables hoy resulta imposible.
Los ayatolas también deben estar aliviados, Solemani ya no es un adversario interno del que tengan que preocuparse.
@ghidalgoandrade
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