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16 de Julio del 2015
Ideas
Lectura: 5 minutos
16 de Julio del 2015
Cecilia Velasco

Escritora. Es profesora de castellano y literatura y articulista en varios medios de comunicación. 

La Mariscal y Librimundi
¿Nos quedarán solo el reggaetón, las cervecerías, los comederos, los locales sórdidos donde da la impresión de que cualquier cosa puede ocurrir? ¿Son la inseguridad y la delincuencia, el micro tráfico, los asaltantes quienes expulsan de la Juan León Mera la librería que desde hace más de 40 años nos dio la posibilidad de ser más cultos, más universales, menos parroquianos?

Era la más bonita librería de Quito. Las más acogedora. Con su piso de madera, la sala de sillones rojos, la chimenea. Tenía varios niveles y unas escaleras donde una podía sentarse para hojear uno de los libros de poesía que reposaban en el estante adjunto. Había música clásica siempre llenando el silencio que tiene que haber en una librería –allí, donde los amigos, esposos, la madre e hijo murmuran en voz baja sus preferencias ante la oferta inabarcable-. Siempre fue posible escuchar las recomendaciones de alguno de los dependientes, y muchos de ellos claro que sabían de qué estaban hablando.

En la segunda planta se hallaban los libros de fotografía y arte, y en la parte alta estaba la sección infantil –que era una novedad- Abajo, la sección de literatura ecuatoriana. Al fondo, me parece, Antropología y Filosofía. Sobre las mesas reposaban las novedades. Siempre fue bonito ir en Navidad y en Año Nuevo a Librimundi, palabra que evoca, justo, la idea central de su fundador: los libros del mundo. Reinaba en ella un clima adecuado, distinto del que impera en un centro comercial, un supermercado o una papelería.

En la guía de “Lonely Planet” para Quito se incluía a Librimundi y su bien surtida sección de libros en francés, inglés, alemán como un lugar que todo visitante debía conocer. Este emblema cultura quiteño cerrará sus puertas en poquísimos días, tras 43 años de haber sido fundada por el alemán Enrique Grosse-Luemern (1941-1988).

Javier Vásconez, el importante escritor ecuatoriano –acaso el más internacional de nuestra actualidad- dedicó una de sus novelas a la memoria de Enrique Grosse-Luemern. Lo hizo, me explicaba un día, porque a este extranjero asentado en tierras quiteñas le debemos haber ampliado nuestras fronteras culturales y literarias a través de la primera librería internacional en la que, además –según nos informa la página web de Rodolfo Pérez Pimentel- se creó una galería de arte que empezó a funcionar en la década de los 70. En los 80, Grosse-Luemern lideró un proyecto editorial, ediciones Librimundi, y se publicó una serie de novedades literarias; entre ellas, antologías nacionales bilingües.

La esposa de Grosse-Luemern, la fotógrafa Marcela García, vinculada a Librimundi durante 35 años, hasta el año 2006, lamenta el cierre de la empresa cultural que condujo -con su marido y luego de haber enviudado- y a través del cual promocionó una serie de iniciativas culturales: durante un precioso tiempo no solo que en Librimundi se organizaron charlas literarias, sino que, al frente, funcionó “Art Forum/Librimundi”, una galería y centro cultural irradiante. Muchos recordamos estos hitos.

El escritor Alfonso Reece, socio durante siete años y aún vinculado a Librimundi, así como Francisco Dalmau, uno de sus actuales propietarios, han manifestado que la zona donde se asentó “mítica librería” –como acertadamente la califica El Comercio se volvió peligrosa, perdió clientes y que solo se traslada de lugar. Dalmau aclara que desde 2006 se han abierto muchos nuevos locales y que la dinámica comercial se ha instalado ahora sobre todo en los centros comerciales.

¡Lástima! Enorme pérdida para la ciudad, que no puede prosperar ni modernizarse auténticamente si acaba con sus símbolos. Alfonso Reece ha dicho que “Quito ha perdido La Mariscal y con ella los negocios que allí se crearon”.

 Tal vez sea cierto que la ciudad ya ha perdido esta zona, otrora tan hermosa y armónica ¿Nos quedarán solo el reggaetón, las cervecerías, los comederos, los locales sórdidos donde da la impresión de que cualquier cosa puede ocurrir? ¿Son la inseguridad y la delincuencia, el micro tráfico, los asaltantes quienes expulsan de la Juan León Mera la librería que desde hace más de 40 años nos dio la posibilidad de ser más cultos, más universales, menos parroquianos?

Claro que es posible ir a un centro comercial,  donde se ubica alguno de los locales de Librimundi, pero no es lo mismo. No se escribe igual ni se lee igual.

[PANAL DE IDEAS]

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