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29 de Septiembre del 2015
Ideas
Lectura: 8 minutos
29 de Septiembre del 2015
Rodrigo Tenorio Ambrossi

Doctor en Psicología Clínica, licenciado en filosofía y escritor.

La opinión como libertad: el Papa Francisco y Fundamedios
Me preocupa la infinita generosidad de la SECOM que, por ahora y por última vez, perdona a Fundamedios cuando ya estuvo en el cadalso a punto de que la guillotina del poder cercene su cabeza. Todos tenemos el derecho a hacer méritos para nuestra propia salvación cuando “lleguen los días de la ira y de la justicia”, como dice un antiguo texto mesopotámico.

Es casi imposible que siempre estemos todos de acuerdo con las formas e incluso con el contenido de la información que proporcionan los medios de comunicación. ¿Por qué habría de ser todo igual y uniforme? ¿Acaso el sentido de un acontecimiento es el mismo para todos y en todos los lugares? Lo más importante es aceptar que un acontecimiento, sea cual fuese, posee múltiples sentidos que dan origen a múltiples interceptaciones. ¿Acaso la verdad no es más que construcción e interpretación? La verdad se halla a mil años luz de ser un álbum fotográfico. La libertad de expresión da cuenta de la capacidad de poseer criterios y de expresarlos sin temor a ser molestado o perseguido por ellos.

He ahí el problema. Un acontecimiento determinado podría ser único pero no lo es la forma como cada quien lo mira y lo interpreta. Justamente allí radica el punto en el que se producen las diferencias en lo que concierne al informar y su relación con la interpretación y con la verdad. Los sentidos que se dan a los acontecimientos siempre serán múltiples pues dependerán de la forma como cada sujeto que lo mira, lo aprehende, lo narra y lo interpreta. Un expresión tuya para ti fue un chiste, para mí una grosera agresión.

El comunicador social, el periodista, no es, no puede ser una suerte de cámara fotográfica que ve la supuesta realidad y la da a conocer a la ciudadanía exactamente como es. Ni siquiera las fotos que los comunicadores toman sobre un acontecimiento son idénticas entre sí ni dan cuenta exactamente de lo mismo porque cada fotógrafo propositivamente se ubica en el ángulo que a él más le impresiona, o que más le interesa dar a conocer. El poder posee sus propios fotógrafos e interpretadores lo cual es absolutamente legítimo. Lo que no puede hacer es imponer esas interpretaciones como las únicas verdaderamente ciertas.

El papa Francisco llega a la sede de la Naciones Unidas y pronuncia su discurso en voz más bien baja, de manera pausada, casi solemne. Cuando quiere dar mayor importancia a lo que dice, no lee sino que lo enuncia de memoria mirando a los miembros de la asamblea, incluso a ratos parecería que se dirige a alguien en particular. Todos los periodistas ahí presentes aparentemente observan el mismo gesto, la misma mirada, escuchan la misma entonación. Pero no todos entienden e interpretan estos hechos de la misma manera. La comunicación es interpretación. El papa Francisco nos comparte su interpretación del mundo: es un comunicador, pero su comunicación se halla enraizada en la fe lo que la particulariza. ¿Habría que demandarlo por dar una versión de los hechos que no coincide con la del poder político?

¿Para cada uno de los periodistas significará lo mismo ese: alguna vez, todos hemos sido migrantes? que lanza a la asamblea de la ONU en un momento dado de la tragedia de los días recientes cuando miles de migrantes llegan a Europa Occidental en condiciones ciertamente inhumanas? ¿O cuando hay precandidatos a la presidencia de los Estados Unidos que ya prometen crear otro muro de Berlín que separe a los Estados Unidos de México? Para un periodista chicano, por ejemplo, este podría ser el punto nodal del discurso. Para muchos otros, quizás fue un decir sin mayor importancia.

No es ocioso repetir una y otra vez la afirmación filosófica de que la verdad no existe sino que debe ser construida e interpretada una y otra vez. Los verdaderos periodistas, como los historiadores, no se dedican a narrar, al pie de la letra, lo que supuestamente acontece. Narran, ciertamente, pero se trata de una narrativa realizada desde los diferentes ángulos sociales, políticos, ideológicos en los que se encuentra en un momento lógico e ideológico determinado. La verdad es una narrativa sostenida en la ética de los lenguajes, El que engaña, rompe con la ética. También las fotos de un evento se hallan insertas en la ideología. Sin ideología, no existe periodismo alguno.

Es muy posible que los editores del periódico que apoye el levantamiento, real e imaginario, de piedra o de púas, del muro que separe a los Estados Unidos de México, interpreten el “todos hemos sido migrantes alguna vez” como una intromisión de mal gusto que no debe rescatarse en su reportaje sobre la presencia del papa en la ONU. En cambio, para un periodista sudamericano que ve de qué manera sus compatriotas son maltratados por las autoridades de migración en las fronteras, esa frase constituiría lo más importante de lo dicho por el papa y deberá aparecer a seis columnas en la primea página de su periódico. Para algunos de estos periodistas quizá esa fue la única frase importante dicha por el papa a lo largo de su visita a los Estados Unidos.

Es muy probable que haya lectores y periodistas a quienes no les agrade mucho cierto estilo de realizar análisis políticos que poseen otros periodistas. ¿Constituiría el ideal en agradar a todos los lectores o al poder? Es necesario reconocer que la vida cotidiana está hecha de acontecimientos agradables y desagradables, de errores y de aciertos. Ni el poder, del orden que fuese, ni los comunicadores son infalibles. Por otra parte, la cotidianidad es política, por definición. Por ende, ninguna comunicación podría darse al margen de una visión política. Con frecuencia, se confunde lo político con lo que hace o piensa un partido político. Cuando el Papa dice: alguna vez todos henos sido migrantes, se compromete en un acto político porque sabe que es imposible la neutralidad política. La religión también es una política.

Por de pronto, recordar que las interpretaciones de los acontecimientos de la cotidianidad, incluso cuando se cometen errores, forman parte de la libertad irrestricta que constituye el corazón de la libertad de expresión que, a su vez, hace el corazón de la democracia. De hecho lo que perfecciona en grado sumo la democracia es la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad para decir lo que se piensa, sin temor a ser censurado, sin temor a que el poder cierre, de una vez por todas, la boca de periodistas y de medios. Nadie le dice al Papa Francisco, señor cállese porque eso que dice es hacer política, algo que no le compete porque usted es solo y tan solo un religioso. Felizmente, en la ONU no está la SECOM.

Me preocupa la infinita generosidad de la SECOM que, por ahora y por última vez, perdona a Fundamedios cuando ya estuvo en el cadalso a punto de que la guillotina del poder cercene su cabeza. Todos tenemos el derecho a hacer méritos para nuestra propia salvación cuando “lleguen los días de la ira y de la justicia”, como dice un antiguo texto mesopotámico.

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