
Veo despegar el cohete de Elon Musk, mientras empiezo a escribir esto. Todo ahí es impresionante y futurista, aunque volar al espacio es un tema que aún me suena distante. Eso me hace reflexionar sobre algo más cotidiano, aunque igual o más impactante. El encierro postapocalíptico que vivimos nos demostró el potencial que ofrece la tecnología: la posibilidad de coordinar tareas sin importar dónde se encuentren las personas involucradas, con la misma o mayor eficacia que las reuniones tradicionales. Algo que habría sonado a fantasía jetsoniana solo hace unos lustros es hoy parte de lo cotidiano.
La última barrera por superar para aprovechar el potencial de las plataformas online era sicológica. Solo a la brava comprendimos lo productivas que pueden ser nuestras vidas, sin necesidad de desperdiciar tiempo entrampados en el tráfico, buscando parqueo, en aviones, aeropuertos y taxis, para llegar a realizar exactamente lo mismo que podemos hacer desde cualquier lugar del mundo con una conexión a Internet.
El otro día preguntaba en Twitter cuánto podríamos ahorrar con el uso de Zoom en pasajes, estadías y viáticos de funcionarios del Estado. Ni qué hablar en el sector privado, donde estoy seguro que las empresas ahorrarán millonadas. Vimos, por ejemplo, que la Asamblea Nacional pudo sesionar sin problema por Internet, sumando la ventaja de que las intervenciones de los asambleístas quedaron grabadas. Pero ahí no termina el tema. Hay dos ámbitos donde el potencial también es oceánico: educación y salud.
En educación, solo imaginen la posibilidad de que un niño de los lugares más remotos y pobres del país tengan acceso a los mismo contenidos y a los mismos textos que cualquier habitante de Quito o Guayaquil, o incluso de Boston o Madrid. Eso ya es posible. Porque solo están a un click de distancia de un universo infinito de conferencias, vídeos, documentos. Un estudiante ecuatoriano ya puede asistir a las mejores universidades americanas y europeas sin necesidad de movilizarse físicamente. Tanto que aprovechar.
Y en salud, imaginen a pacientes de cualquier pueblo perdido con posibilidad de consultar los mejores especialistas del país, en tiempo real, sin tener que salir de su casa, o solo yendo a un centro donde existan equipos que transmitan los resultados de los exámenes realizados a los doctores pertinentes, sin importar dónde estén. Todo esto es perfectamente viable ya. Hoy basta un smartphone y un app para hacer seguimiento preventivo de distintas enfermedades. ¿Saben la cantidad de vidas que se podrían salvar con un sistema de alertas tempranas que lleguen directamente al médico? Mil etcéteras más.
Estamos asistiendo, todos los días, mientras nos reunimos con nuestros equipos, clientes, asesores, amigos, familiares, o socios, a una transformación brutal, cuyo impacto sociológico, económico y humano resulta determinante, aunque no tenga la espectacularidad de un cohete espacial.
Presenciamos la casi total descentralización geográfica de la coordinación de millones de seres humanos, que pueden interactuar en vivo y directo desde literalmente cualquier rincón del planeta.
¿Qué le impide a una empresa hoy contratar talento de todas partes del mundo, sin tener que pasar por engorrosos trámites migratorios? ¿Qué impide a un académico local asistir a las mismas conferencias que uno residente en Nueva York o Boston?
El logro de Musk es impresionante, sin duda. Pero lo que han logrado genios como el creador del Zoom, Eric Yuan, entre muchos otros, es un verdadero prodigio que está ocurriendo en cada una de nuestras casas.
Decía el intelectual inglés, Matt Ridley, que el mundo progresa cuando se deja a las “ideas tener sexo entre ellas”, cuando se permite el libre tránsito de personas, bienes y servicios, porque solo así se promueve la innovación cultural, tecnológica y empresarial en una sociedad. Si eso es verdad, lo que veremos en este mundo de descentralización radical del trabajo será lo más parecido a una orgía global de ideas que se reproducirán a un ritmo nunca antes visto. Debemos estar listos, a nivel personal y colectivo, para aprovechar ese bacanal.
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