
A no pocos ha sorprendido la posición inesperada de uno de los asambleístas del bloque de Alianza PAÍS que, en el momento de la votación por las enmiendas, se abstuvo. Sus colegas interpretaron la abstención como voto en contra. Lo cual, por cierto, es inexacto. Quien se abstiene tan solo ejerce su derecho a no votar. Es obvio que un bloque se sostiene en la disciplina que es, primero y ante todo, sometimiento a lo que el bloque asume como su posición ideológica y política. Si no hubiese este sometimiento necesario, sencillamente no habría bloque.
Sin embargo, estas adhesiones, frecuentemente silentes, se relacionan íntimamente con el absurdo de estar siempre de acuerdo con el pensamiento de quien lidera el grupo o saca más ventaja del mismo. La abstención es una estrategia para marcar un límite a la prepotencia no siempre lúcida del todo o de la mayoría. También a la falta de claridad lógica o ética en las razones expuestas por el grupo.
Las reacciones de su bloque son lógicas y, por ende, esperadas. Pero lo que no se entiende bien es la reacción de crítica, incluso azas mordaz, que han tenido algunos líderes políticos de la oposición y, quizás sobre todo, los que hacen opinión en los medios de comunicación. ¿Dadas sus características y valores personales, por qué ahora y no antes se recurrió a la ética? Es la pregunta que se hacen y para la que, por supuesto, no tienen una respuesta adecuada y justa. Es que, sencillamente, no hay respuesta porque la pregunta estaría muy mal planteada.
Los hechos sociales no pueden equipararse a los hechos físicos en los que la excepción está dada para confirmar la regla, como dice el discurso popular. En los fenómenos sociales, la excepción surge siempre en el momento más inesperado, en ese instante en el que la ley pareciera poseer el peso total de la imposición frente a la cual no cabría excepción alguna. Cuando todo el mundo espera que la votación sobre las enmiendas reciba el apoyo unánime de los legisladores gobiernistas, justo en ese momento, aparece la excepción que no vendría a confirmar la regla que, en este caso, se halla representado por lo dispuesto por el poder ejecutivo. Si este asambleísta, posiblemente el más lúcido del bloque, hubiese ya votado en contra de las numerosas reformas jurídicas o políticas viciadas de ilegalidad o arbitrariedad, hace rato que ya habría dejado de ser parte del grupo que lo habría expulsado con argumentos absolutamente lógicos.
El tema de la reelección indefinida no es un tema baladí. Por el contrario, probablemente constituya el más importante asunto tratado por la Asamblea en estos largos años de funcionamiento. Una importancia que la Asamblea prácticamente pasó por alto ya sea por su sometimiento al criterio del presidente, ya sea por una grave y crónica mediocridad o por ambas razones al mismo tiempo.
Si de vez en cuando no apareciese el menos uno, los grupos y sus procesos terminarían devorándose a sí mismos. Un grupo se sostiene en la diferencia interna que, sin embargo, cuando se trata de política, se hace todo lo posible para que no se exprese públicamente. El menos uno da cuenta de las luchas ideológicas y de los posicionamientos ante el poder que nunca son ni absolutamente totales ni menos aun incondicionales. En todos los partidos y movimientos políticos se producen luchas internas, a veces, muy bien camufladas.
Solo los ingenuos aceptarían a pie juntillas la afirmación del presidente Correa de que, por razones absolutamente personales, no se presentará como candidato presidencial en las próximas elecciones. ¿Y lo político, y las luchas y discrepancias que con toda seguridad ya se dan en las altas esferas de AP? ¿Por qué solo él? Es lógico que todo esto se ventile en familia para que, ante la sociedad, aparezca la unidad y nunca las discrepancias y menos aun las obvias y necesarias luchas por el poder. Es un chiste de mal gusto afirmar que en un partido político no existen permanentes luchas por el poder que producen fisuras que tarde o temprano darán cuenta de su valor de significación.
El asambleísta que se abstuvo es un menos uno que se atrevió a romper tanto las barreras del silencio como el principio que ordena enmascarar las disputas, las rencillas, los grandes desacuerdos que seguramente se dan en AP. Y precisamente es esto lo que más molesta a su directiva porque esa abstención no solamente que rasga un poco el telón sino que ya no habrá costurera alguna que lo remiende. Este rasgón posee tanta más significación cuanto más importante es quien se abstiene, ya sea por sus antecedentes personales como por los lugares ya ocupados en la administración pública.
No se trataría, en consecuencia, de una disidencia, como algunos querrían entender. A lo más significaría un momento en el que el silencio mantenido durante este largo tiempo de dominio político exigiría casi de manera necesaria esa actuación para tomar conciencia de su propia existencia. En efecto, en los grupos políticos las coincidencias son tan absolutamente significativas que nunca podrían darse sin luchas y quiebres nada baladíes. La coincidencia y la unanimidad suelen ser productos de un golpe de mallete.
De hecho, es común que en los movimientos políticos aparezcan coincidencias ideológicas improbables que, finalmente, dan cuenta de esta clase de actuaciones lógicamente esperadas pero políticamente desechadas pues ponen en evidencia que los movimientos políticos se hallan aleatoriamente constituidos. AP carece de ideología política (que no sea un conjunto de slogans casi de barricada). De hecho, el discurso presidencial constituiría la ideología. En AP se daría, a lo más, una suerte de sincronización operativa que no ha sido ciertamente afectada por la abstención del asambleísta en cuestión. Por lo mismo, si se diesen sanciones, estas darían cuenta, de forma más evidente, de la precariedad del equilibrio político de Alianza PAÍS. Señalarían, además, que estarían por darse desarraigos políticos que desnudarían ciertas precariedades.
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