
Ecuador pasó de ser considerado el país de los golpes de Estado a principios de siglo, al país que realiza una elección por votación popular una vez al año promedio.
Esta “excesiva” democracia tiene una explicación: a las fuerzas políticas más importantes les interesa legitimar sus actuaciones con el voto popular, y así obtener carta blanca para poder disponer y ejecutar las decisiones que hayan decidido implementar. De ahí que es muy popular la propuesta de algunos candidatos a presidente de ir primero a las urnas, sea para una Asamblea Constituyente o para una “consulta popular” que enmiende la Constitución.
Esa es la propuesta estrella de muchos candidatos. Pero no precisamente el objetivo. Ya que la intención real de llevarnos a los ciudadanos de vuelta a las elecciones, más allá de buscar legitimar las decisiones que tomen, es también la del control del Estado. Y eso solamente se puede conseguir obteniendo el “favor popular”.
Ahora, ¿es necesaria una Asamblea Constituyente, o una consulta popular para hacer los cambios que verdaderamente requiere el Ecuador? O dicho de otra manera: ¿Con una Constituyente o una consulta popular se consiguen los cambios necesarios que requiere el país para desarrollarse? Bueno, para poder contestar estas preguntas, hay que recurrir a los números.
Es el momento de elegir, una vez más, entre lo que verdaderamente interesa a la población o lo que interesa a los candidatos. Y me atrevería a decir que la elección esta entre quienes tienen agendas veladas, buscando Asambleas Constituyentes inservibles o quienes tienen agendas legítimamente populares, y que no requieren excusas para ejecutarlas
Según una encuesta realizada por la empresa Click del mes de mayo de 2023, más allá de dar la intención de voto de los candidatos, nos ofrece datos de los principales problemas que el imaginario colectivo tiene en la mente. Y no es una sorpresa que encabezando el interés popular se encuentre la preocupación por la seguridad, luego la corrupción y la crisis económica.
Viendo estos datos, vuelve a mi cabeza la pregunta de si entonces sirve de algo una Asamblea Constituyente: ¿Lograremos mejorar los índices de delincuencia si consultamos al país sobre la estructura jurídica institucional del país? ¿Conseguiremos reducir la corrupción en el Ecuador si eliminamos el Consejo de Participación Ciudadana, por ejemplo? O, ¿generaremos más empleo si consultamos al ciudadano sobre la regulación de las garantías jurisdiccionales? Una reflexión que dejo sobre el tapete para su mejor reflexión, estimado lector.
En este contexto, como electores tenemos que poner muchísima atención a los candidatos que proponen cualquiera de estas fórmulas de “solución absoluta”. Preguntarnos, por ejemplo, si la lucha contra la delincuencia o la lucha contra la corrupción depende de agregar, quitar o modificar disposiciones constitucionales. O si, más bien dicho, el ejercicio de los verdaderos intereses populares depende más de su ejecución sin excusas, antes que la existencia de una norma constitucional.
Debemos, como digo, poner muchísima atención en las propuestas de “refundación de la patria”, cuando estas intenciones provienen de quienes ya gobernaron, y precisamente gobernaron refundando la patria, creando una Constitución hecha a la medida de sus gustos y pasiones. El ciudadano debe tener el ímpetu, la sagacidad y la capacidad de identificar esas agendas veladas, esas “propuestas” que rayan en lo políticamente inocuo para el país, pero que son beneficiosas para sus protervos intereses individuales.
Es el momento de elegir, una vez más, entre lo que verdaderamente interesa a la población o lo que interesa a los candidatos. Y me atrevería a decir que la elección esta entre quienes tienen agendas veladas, buscando Asambleas Constituyentes inservibles o quienes tienen agendas legítimamente populares, y que no requieren excusas para ejecutarlas.
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