
En las imágenes se puede ver a un Patiño patético. En sus gestos se lo nota alterado, enceguecido y arruinado, con los ojos saltones, ensangrentados por la desesperación. En su discurso propone a sus copartidarios renunciar a la resistencia pasiva y pasar a la resistencia combativa. Combativo es quien es proclive a la pelea, a la acción bélica o a la violencia. El ex funcionario del cuestionado gobierno de Rafael Correa llamó a la resistencia violenta o a la rebelión al poder constituido. Una rebelión se puede expresar en acciones de sedición, de sublevación, de amotinamiento, de revuelta, de subversión, de lucha armada, de guerra de guerrillas y hasta de terrorismo, todo para desconocer la validez de la autoridad pública. El ex canciller hizo honor al tipo de régimen que dice defender.
El periodo de Correa será recordado como el más represivo de nuestra Historia. Los 10 de Luluncoto, los 12 del Central Técnico, los 54 del Colegio Mejía, los 11 de Riobamba, los 26 de Saraguro, y los centenares de periodistas, otras voces críticas y opositores que fueron perseguidos, acosados y judicializados, son algunos de los testimonios vivos de un gobierno totalitario que ejerció el poder como cualquier dictadura. Eso sin contar a los desaparecidos, las ejecuciones extrajudiciales y otros crímenes de Estado.
Lo que propone Patiño es provocar al poder y luego victimizarse. “Vamos a prepararnos para la represión porque tenemos que tomarnos las instituciones públicas, tenemos que cerrar los caminos”, dijo. Después agregó que “iremos presos, nos golpearán, pero tenemos que resistir”. Esta, según sus palabras, es “una demostración de fuerza” para buscar un enfrentamiento, tal vez armado, con los ejércitos del Estado ecuatoriano y así “que el país se enteré que existimos” porque “la lucha es nuestra forma de hacer política”. Un momento: ¿para que “el país se entere que existimos”? ¿Todo es una acción publicitaria? ¿La violencia política, la rebelión, el terrorismo son formas democráticas, lícitas o justas de hacer política?
Esto viene de la misma gente que califica a la narcoguerrilla de las FARC como insurgente y a los líderes populares locales como terroristas, saboteadores, tirapiedras, vendepatrias o golpistas. Los correistas son golpistas por antonomasia y ahora se desvelan de cuerpo entero. Son los mismos golpistas que adulteraron la fórmula de asignación de escaños para ocupar la mayoría de los puestos en la Asamblea Nacional en 2009, 2013 y 2017 o quienes deben explicaciones sobre el conteo de los votos en las elecciones presidenciales y legislativas de febrero de 2017.
¿Y después de todas estas confesiones, Patiño además tiene el cinismo de agregar que “no estamos diciendo que resistiremos violentamente”? Pero si, al mismo tiempo, están afirmando que desconocerán al poder constituido, que provocarán a la autoridad pública, que se enfrentarán a las fuerzas regulares del Estado, que lo harán sediciosamente, en amotinamientos y revueltas, lo que podría suponer una lucha armada o hasta medidas terroristas. ¿Cómo puede decir que en esto no hay violencia?
Los correistas se confirman como una facción mafiosa caída en desgracia. La palabra mafia procede de un término árabe que quiere decir “bravuconería” y que con el tiempo se convirtió en la expresión “hombres de honor”. Por supuesto, no hay ningún honor en el crimen organizado, en el ultraje a la democracia, en el tráfico de sustancias o de influencias, en la violencia política o en el terrorismo, como tampoco hay ningún honor en los desvaríos de un grupo de enajenados que justifican la bravuconería del mandamás del ático. Estos pobres tienen todos los conceptos de cabeza.
El ex canciller Ricardo Patiño, vinculado a la violencia sandinista en Nicaragua entre 1980 y 1981, convocó a una insurrección armada en contra del régimen. ¿Para qué? ¿Para que alguien tome en cuenta a estos huérfanos de un poder abusivo que en nombre del socialismo enriqueció a unos pocos?
La verdad es nadie asistirá a su llamado. Lo que Patiño quiere es ser él el apresado y convertirse en un mártir. Como en el 30S, necesita que la gente lo acompañe en masa, pero esta vez será para aparecer como el nuevo mesías redimido por la lucha del pueblo.
Hay que ignorarlo. Esto no es más que una estrategia publicitaria de las tantas que los revolucionarios tienen guardadas en la chistera.
@ghidalgoandrade
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