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23 de Septiembre del 2014
Ideas
Lectura: 11 minutos
23 de Septiembre del 2014
Lizardo Herrera

Es PhD  por la Universidad de Pittsburgh y tiene una maestría en estudios de la cultura en la Universidad Andina Simón Bolívar y una licenciatura en historia en la PUCE. Es profesor en Whittier College, California, Estados Unidos. 

La restauración conservadora en el Ecuador: una lectura a contrapelo
La restauración conservadora a la que se refiere el Presidente, por consiguiente, no sólo provendría de la derecha desestabilizadora, sino del giro político que él mismo le ha dado a su gobierno. Dicho de otro modo, en el dilema planteado, la derecha neoliberal y el gobierno se necesitan el uno al otro para legitimarse.

En varias de sus recientes apariciones públicas, el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, ha declarado que está en marcha una restauración conservadora en el Ecuador. Con el fin de evitar este avance o de impedir que la derecha regrese al poder Correa dice que estaría incluso dispuesto a lanzarse a una nueva reelección.

En el discurso presidencial, la política ecuatoriana se reduce así a la elección entre dos opciones irreconciliables: a) un gobierno progresista que ha golpeado los intereses de los grupos de poder tradicionales y b) el regreso de la derecha al poder. A contrapelo de lo que plantea el discurso presidencial, me gustaría analizar este dilema de una manera diferente. Parto de las siguientes preguntas: ¿qué pasaría si la división entre derecha neoliberal y el gobierno no fuera tan clara ni categórica? ¿Existen alianzas entre esta derecha y el gobierno o hay indicios que den cuenta de la presencia de esos grupos al interior del gobierno?

Ya antes de llegar al reciente acuerdo comercial con la Unión Europa, el discurso de Correa habría sufrido un giro importante. Por ejemplo, una de sus banderas de lucha era la crítica al “bobo aperturismo” entendiendo este último como la firma de tratados de libre comercio en perjuicio de la producción y soberanía nacionales; sin embargo, hace pocos meses, Correa empezó a utilizar la siguiente frase: “no auspiciaré el bobo proteccionismo”, la cual muestra un cambio importante en su concepción. Desde mi punto de vista, este cambio de posición tiene su origen en el acuerdo que el gobierno estaba negociando con Europa y del que el principal beneficiario –parece- será el tradicional sector agro-exportador ecuatoriano. Desde el oficialismo, este acuerdo fue legitimado ante la opinión pública aduciendo que se protegían los puestos de trabajo en el sector bananero, en el cultivo de la rosas y de camarón, entre otros; pero esta no era la lógica que primaba cuando, por ejemplo, se discutían las preferencias arancelarias con Estados Unidos. En esa época, el gobierno tenía una postura diferente: se aferraba a la defensa de la soberanía nacional y hasta había voces dentro del oficialismo que hablaban de soberanía alimentaria.

Por otra parte, en la última elección presidencial, Correa eligió como compañero de fórmula vicepresidencial a Jorge Glas, quien no se ha caracterizado por su militancia de izquierda. Más allá de la polémica con su tesis de ingeniería (2008) en cuyo marco teórico parece que no se hicieron las referencias apropiadas y hasta hubo quienes lo acusaron de plagio, el ahora vicepresidente de la República está a cargo de lo que Correa considera uno de los ejes más importantes de su gobierno: el cambio de la matriz productiva. Este cambio de matriz implica una fuerte inversión estatal en tecnología y educación en tanto tiene como objetivo que el Ecuador deje de ser una economía primaria para convertirse en una terciaria o de servicios, es decir, que pase de una economía basada en las materias primas a una basada en el conocimiento.

Uno de los modelos que Glas siempre nombra como exitoso es el de Corea del Sur, país que a partir de los años 60 dejó de ser una economía agraria para transformarse en un actor importante en la economía global. El modelo coreano, según David Harvey, en su Breve historia del neoliberalismo, tuvo su origen en una dictadura que, primero, nacionalizó la banca; segundo, aprovechó el vigor empresarial de un grupo naciente de industriales a quienes invitó a enriquecerse en ese país; tercero, sacó partido de su privilegiada relación con Estados Unidos por el tema de la guerra fría y con Japón por su carácter de ex-colonia para desarrollar su base tecnológica. Según Harvey, las políticas de la dictadura reprimieron duramente a las organizaciones obreras y estudiantiles, quienes a pesar de la represión se mantuvieron en pie de lucha. Para los años 80, las grandes empresas coreanas (Hyundai, Daewoo, Samsung) acumularon mucho poder y desmantelaron la regulación estatal montada por la dictadura entrando de lleno en el modelo neoliberal; mientras que, por el otro lado, estudiantes y obreros consiguieron la democratización del país tras duras jornadas de protesta y movilización.

Entre los lemas de Glas está: “Producir más, producir mejor y producir cosas distintas”. El Vicepresidente también ha declarado que para distribuir la riqueza hay que crearla y generarla. Entre sus objetivos también está exportar más y mejor, ya sea productos tradicionales como el banano o, si el cambio de matriz es exitoso, hasta software ecuatoriano. Si comparamos estos lemas con el modelo coreano, a más del desarrollo tecnológico, lo que Glas estaría planteando sería una alianza entre el sector empresarial y agroexportador con el gobierno, tal como sucedió entre la dictadura y los nacientes industriales en el país asiático. En este sentido, al vicepresidente no le interesarían propiamente los logros sociales del oficialismo ni una mayor democratización, sino un modelo agresivo de tecnificación junto con la mentalidad emprendedora de los industriales y exportadores, los cuales, en el Ecuador, se dedican básicamente a la agro-exportación o pertenecen al sector empresarial tradicional coincidiendo más con los poderosos empresarios coreanos de los 80 que con los jóvenes industriales emprendedores de los 60.

Si la vicepresidencia de Glas o el acuerdo comercial con Europa son indicios de un giro político en el gobierno, estos datos cuestionan el núcleo del discurso de Correa, pues la derecha ya habría regresado al gobierno y además se encontraría bien posicionada en el mismo. Entonces, ¿qué sentido podría tener el plantear la disyuntiva entre el gobierno y la derecha? Sabemos que el gobierno de Correa construyó su legitimidad a partir de una política asistencialista y nacionalista que se oponía a la derecha neoliberal. De este modo, plantear el regreso de la derecha puede ser entendido como una alerta a la población de que existe el peligro de perder varios de los logros alcanzados por el gobierno de Correa. El debate político propuesto se guía, de este modo, a partir de la lógica amigo/enemigo y se reduce a una lucha sin cuartel entre el bien y el mal, lucha en donde la derecha encarna lo perverso mientras que el gobierno se transforma en el paladín de las conquistas populares. Pero si es cierto que la derecha ya se encuentra en el gobierno –y si aceptamos la lógica amigo/enemigo que propone el correísmo- resulta que la amenaza o perversión también estaría al interior del mismo gobierno.

Desde mi punto de vista, es necesario abandonar las narrativas amigo/enemigo tanto en el análisis como en la práctica política. La disyuntiva propuesta por el régimen nos pone ante un falso dilema, primero, porque se construye un otro que es sinónimo del mal –una derecha que contradictoriamente parece que ya ha ingresado en el gobierno- y que no hace sino justificar las contradicciones del ego –su arremetida en contra de las organizaciones populares o sus nuevas alianzas con ciertos grupos tradicionales a quienes dice combatir. Segundo, porque la acción política deja de ser propositiva tornándose reactiva en tanto su prioridad es evitar el temido regreso de la derecha; es decir, nos sitúa ante una estrategia de miedo. Tercero, si es cierto que la derecha neoliberal maneja cuotas importantes en el gabinete de Correa, resulta que este dilema es básicamente un juego retórico.

Si mi lectura es adecuada, ¿qué implicaciones tiene esta estrategia política? Me arriesgo a decir que estamos ante una retórica en la que los beneficiarios son la derecha neoliberal y el gobierno en detrimento de las tesis progresistas que dieron origen a la presidencia de Correa en el 2006 y que éste implementó en sus primeros años gobierno. La restauración conservadora a la que se refiere el presidente, por consiguiente, no sólo provendría de la derecha desestabilizadora, sino del giro político que él mismo le ha dado a su gobierno. Dicho de otro modo, en el dilema planteado, la derecha neoliberal y el gobierno se necesitan el uno al otro para legitimarse. El primero se presenta como la única opción ante el mal mayor, el neoliberalismo, deslegitimando así cualquier crítica como algo útil para la derecha; mientras que esta última se vende como la alternativa más coherente frente al correísmo. Sin embargo, si las alianzas entre ambos son ciertas, es posible observar puntos de coincidencia entre gobierno y derecha neoliberal evidenciando, de este modo, que no están tan enfrentados como lo expresan en sus discursos.

A modo de conclusión, pienso que al reducir la política a una lucha amigo/enemigo o al falso dilema entre el gobierno y la derecha neoliberal, nos sumergimos en un círculo vicioso en el que solo pueden fortalecerse: a) un gobierno que se hace más intransigente al plantear la crítica como cómplice de “los antiguos grupos de poder” y 2) una derecha que adquiere mayor visibilidad política y capitaliza el descontento en contra del gobierno, como ya sucedió con la última elección de la alcaldía de Quito. Desde mi perspectiva, si queremos evitar la restauración conservadora a la que se refiere Correa, nuestra prioridad debe ser superar este tipo de reduccionismos y entender la política como un complejo sistema en donde diferentes fuerzas entran en tensión o se alían según las circunstancias; esto es, recuperar nuestro sentido crítico para comprender por qué y cómo se generan ciertas contradicciones o alianzas antes que identificar un enemigo a vencer.

[PANAL DE IDEAS]

Marko Antonio Naranjo J.
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