
El 16 de septiembre de 2022 será una fecha histórica para las mujeres de Irán y para la lucha por los derechos femeninos en este país gobernado por la intolerancia musulmana.
Ese día, la joven kurda Jina Masha Amini, de 22 años, fue arrestada por la Policía de la Moral (que controla la vestimenta de las mujeres) bajo el presunto cargo de llevar mal puesto el velo islámico. Ella fue desaparecida y asesinada.
“No se trata de protesta, esto es una revolución”, “no queremos República Islámica”, “muerte al dictador”, son algunos lemas que gritan los manifestantes en protestas callejeras o por las noches desde las ventanas de sus casas y escriben en los muros de los edificios en una lucha popular que ya lleva 80 días.
Es una lucha cada vez más fuerte y que merecería la atención del planeta, pero los gobiernos y los ciudadanos de muchos países están concentrados en el Mundial de Qatar y aún no existe un eco importante en la comunidad internacional.
De cualquier manera, las protestas incluyen la reivindicación del fin de la República Islámica. Y, tal como van las cosas, el régimen del ultraconservador Ebrahim Raisi tambalea y su posible derrocamiento parece cada vez más cercano.
La desaparición y muerte de Jina Masha Amini y la rebelión popular no hubiera sido conocida sin la valiente decisión de la periodista Nilufar Hamedi, quien fue la primera en publicar el caso.
Y aunque la represión y la intolerancia oficial cayeron con todo su peso contra Nilufar, quien fue encarcelada en una mazmorra de Teherán, la divulgación del crimen político contra Masha desató lo que ahora millones de iraníes llaman “la revolución del hiyab”.
Es una lucha cada vez más fuerte y que merecería la atención del planeta, pero los gobiernos y los ciudadanos de muchos países están concentrados en el Mundial de Qatar y aún no existe un eco importante en la comunidad internacional
El alzamiento y la desobediencia civil de la población se siente con fuerza en el Kurdisdtán Oriental (Rojhilat), donde casi todos los pueblos están en resistencia contra el clero gobernante.
De la periodista Hamedi se conoce que la policía irrumpió en el departamento donde ella vive, confiscó su equipo técnico y se la llevó. Ella trabaja para el periódico reformista Shargh.
A pesar de los estrictos controles y la falta de información oficial, Nilufar había logrado romper el cerco de silencio y censura, visitó el hospital donde agonizaba Amini y cuando supo de su muerte decidió informar sobre el caso.
El valiente trabajo de la periodista, presa en la tenebrosa cárcel de Evin, desató la furia de la población y provocó que las fuerzas represoras del estado islámico desplegaran toda su violencia contra la prensa independiente y contra los manifestantes. Por eso también detuvo a la reportera Fatemeh Rajabi y a la fotógrafa Yalda Meiri. Y por eso -de lo que se sabe- hay unos 450 muertos. Al menos 2.000 personas han sido acusadas de diversos delitos por su participación en las movilizaciones y seis han sido condenadas a muerte.
El 3 de diciembre, en una muestra de la ansiedad por mantenerse en el poder, el gobierno decidió disolver la Policía de la Moral, una medida desesperada para calmar a la población que, sin embargo, quiere ir hasta el final: por eso en las calles la gente grita: “No es una protesta, es una revolución”.
Irán suprimió la fuerza que vigilaba la vestimenta y detenía sobre todo a las mujeres que no se cubrían de acuerdo con los códigos dictados por el sistema, informó el fiscal general, Mohamad Yafar Montazerí.
Pero Montazerí explicó que el poder judicial continuará con su supervisión a la vestimenta de las mujeres, sobre todo en la ciudad santa de Qom, al sur de Teherán.
Por eso la disolución de la Policía de la Moral no satisface a la mayoría de iraníes y mucho menos a las mujeres que han sufrido años de hostigamiento y persecución.
Además, ese cuerpo represivo no actuaba por sí mismo, sino que respondía a las férreas normas del enceguecido poder islámico, que disfraza su brutal machismo y su misoginia bajo el paraguas del “sagrado libro del Corán”, un conjunto de mitologías y mandamientos semejantes a la Biblia de El Vaticano.
La ola masiva de protestas se extiende cada día por todo el país bajo el lema “Jin, Jiyan, Azadî”, que significa “Mujer, Vida y Libertad”.
Y ese lema envuelve también a la valiente periodista Nilufar Hamedi, que aunque los mulás la mantienen detenida para callarla, no han logrado que lo que ella sembró se levante como una inmensa ola que amenaza con acabar con el régimen de los ayatolas, cuya revolución contra el Sha se convirtió, con los años, en una nefasta y cruel dictadura encubierta por una moral religiosa insostenible en pleno siglo XXI.
*Rubén Darío Buitrón, ecuatoriano, es periodista y poeta. Es director-fundador de los cronistas.net Tiene doce libros publicados, ocho como autor y dos como coautor. Su más reciente libro es la antología poética Leve es la vida que nos queda. Ha ganado dos premios nacionales de periodismo. Dirige el programa cultural La otra mirada, por srradio.com.ec, y es analista político de la revista digital Plan V.
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