El planeta atraviesa uno de los momentos más trascendentales para medir la inteligencia humana. El destino de las especies depende de decisiones políticas que están condicionadas por leyes e indicadores de los mercados mundiales y agendas de las grandes corporaciones. En este sentido, el Homo sapiens sapiens pone a prueba su propia sapiencia para mantener a flote la vida y permitir que los ciclos naturales y la selección natural sigan rigiendo el rumbo del futuro. Al ser el mes de la biodiversidad, es necesario abordar el tema desde la perspectiva humana, considerando que hemos dejado de sentirnos parte de la diversidad viva en la Tierra y, sin embargo, toda esa rica herencia natural depende directamente de nosotros, nuestras conductas y decisiones.
Algunos datos: respecto a la biomasa de mamíferos en el planeta, el peso corporal de los humanos constituye el 36%; es decir, un tercio del peso de todos los mamíferos del planeta. El ganado representa el 62%, y el resto de los mamíferos, como elefantes, rinocerontes, tapires, jaguares,
conejos, guatusas, caballos y otros, suman solo el 2%. Esto indica que les estamos arrebatando su hábitat a través de la destrucción de grandes ecosistemas, como el bosque húmedo tropical, con el fin de producir alimento para ganado y para criar ganado, destinado a alimentar a los humanos. En el mundo, el 80% de la tierra agrícola está destinada a la ganadería. Si mañana el mundo se volviese vegano, liberaríamos un área equivalente a Estados Unidos, la Unión Europea, China y Australia juntos, la cual podría ser reforestada y restaurada para la ampliación de poblaciones de especies en peligro de extinción, y producir alimentos orgánicos para los habitantes del mundo.
Sabemos que Ecuador es un país denominado megadiverso, y lo es. Es un país maravilloso no solo por su biodiversidad, sino también por su diversidad cultural, lo cual es necesario incorporar en las
conversaciones sobre los bosques, el cambio climático y la conservación.
Si mañana el mundo se volviese vegano, liberaríamos un área equivalente a Estados Unidos, la Unión Europea, China y Australia juntos, la cual podría ser reforestada y restaurada para la ampliación de poblaciones de especies en peligro de extinción, y producir alimentos orgánicos para los habitantes del mundo.
La Amazonía ecuatoriana tiene una extensión de alrededor de 120 000 km² (12 millones de hectáreas), donde en una hectárea se pueden encontrar hasta 473 especies de árboles. En 16 hectáreas, se encontraron 489 especies de hormigas. En la cuenca del río Napo, cuyo afluente principal del mismo nombre tiene aproximadamente 1,300 km de largo, se han registrado 562 especies de peces hasta ahora, aunque el número de especies descritas aumenta a medida que se realizan más estudios,
mientras que en toda Europa se han registrado menos de 200 especies. En la Amazonía ecuatoriana, existen 27 especies en peligro crítico de extinción entre peces, anfibios, aves, plantas e insectos. Es
interesante compartir que la Metaleptobasis gibbosa, una libélula, está a punto de desaparecer porque es extremadamente sensible a la calidad del agua. Respecto a especies en peligro de extinción, encontramos 99 especies entre anfibios, aves, insectos, plantas, reptiles y mamíferos como el tapir, el delfín rosado, la nutria gigante y el mono araña. Otras especies en vulnerabilidad o cerca de estar amenazadas son el jaguar, el tigrillo y el águila harpía.
Desde una perspectiva humana, a finales de octubre de este año se celebrará la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP 16) en Cali, Colombia. Aquí es necesario seguir impulsando conversaciones y acuerdos de alto nivel para influir en las políticas de los Estados y aumentar los esfuerzos en cuanto a la conservación. Por otro lado, es necesario disminuir y buscar la erradicación de los impactos generados por actividades extractivas a gran escala, como los
proyectos mineros a cielo abierto y la exploración y explotación petrolera. Además, el aumento de la minería ilegal, la deforestación y la tala selectiva, así como la cacería ilegal, significan un enorme retroceso en las acciones emprendidas para dar valor al entorno natural y su riqueza productiva, que no ha sido considerada en actividades relacionadas con la bioeconomía.
Regresando a la diversidad cultural, es fundamental no solo incorporar a las nacionalidades y comunidades indígenas en procesos participativos para diseñar mecanismos de conservación, sino también acompañarlos en el liderazgo de estos, donde se ponga en valor el conocimiento y las
prácticas tradicionales en su relación con los bosques y la biodiversidad. Es esencial generar una sinergia con tecnologías emergentes para el monitoreo y la conservación, donde debe primar el objetivo de generar capacidades propias en las comunidades. De igual manera, es prioritario idear mecanismos innovadores de financiamiento que permitan mejorar la calidad de vida de las poblaciones amazónicas a través de la implementación de sus planes de vida, y así disminuir la presión sobre los bosques y la vida.
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