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10 de Octubre del 2019
Ideas
Lectura: 9 minutos
10 de Octubre del 2019
Alexis Oviedo

PhD en Educación por la Universidad Católica de Lovaina, Maestro en Estudios Culturales y Desarrollo, Graduado en Economía. Ex gerente del Proyecto de Pensamiento Político de la SNGP. Docente universitario.

La solidaridad, puntal de la victoria política
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La solidaridad es fundamental para mantener a los miles de indígenas que visitan la capital. Esa solidaridad que se manifiesta en vituallas y en cercanía, pero que sobre todo hace que la moral esté en alto.

Son las diez y media de la noche, una chica quiteña se nos acerca y nos pregunta si puede irse con nosotros a la hora que salgamos. El presidente de la CONAIE, Jaime Vargas, ha terminado de dirigirse a una audiencia que, aun cansada, lo ha seguido con atención vivando sus alocuciones más potentes.

Nos miramos con Ana y Wilson y con la chica que se nos unió, salimos del ágora de la Casa de la Cultura.  Afuera está parqueada una camioneta y escuchamos una voz que nos pregunta si queremos avena con pan. Dispuesta en pequeños vasos está la avena, que tomamos, mientras el señor que nos invitó abre un cartón para que tomemos el pan. Manjar delicioso que nos acompaña al cierre de la jornada. 

Como esa camioneta, todo el día, todos los días, en los alrededores de la Casa de la Cultura, están decenas de vehículos, desde los cuales surgen manos y sonrisas. Entregan plátanos, naranjas, fundas de mote y de jugo, quintales de arroz y cobijas… Adentro del ágora, diversos quiteños y quiteñas de todas las edades colaboraban en las más diversas tareas. Unos, bajo la dirección de jóvenes estudiantes de medicina y de médicos mayores, en un improvisado centro de atención, organizan la curación de los heridos, recetan en hojas de papel cuadriculado… En la guardería, están otros, apoyando a algunas madres en el cuidado de los niños que apenas ríen y miran extrañados el espacio tan diferente en el que ahora se encuentran. Cadenas humanas pasan botellas de agua de distintos tamaños o bolsas con donaciones. En grupos, clasifican la ropa. En parejas doblan las cobijas…. Otros, en tareas más modestas, pero no menos útiles, limpian y colectan la basura, o cortan las botellas de plástico vacías que luego serán para artesanales máscaras anti gas…

Al mismo tiempo en diversos puntos de la ciudad, están hombres y mujeres cocinando, comprando víveres, cortando vegetales, organizándose para llegar a la Casa de la Cultura con las viandas a tiempo, aún calientes… Son jóvenes en su mayoría, jóvenes mestizos de clase media y baja, muchos sin experiencia, pero con un gran corazón. Muchos acercándose con timidez a preguntar en que pueden ayudar… Afuera, en el parque “El Arbolito”, bajo el sol que comienza a caer canicular, los indígenas escuchan a sus dirigentes, están mal dormidos y cansados, pensando quizás en la fecha del retorno, pero sonríen por un momento al tener una casi adolescente mano que les ofrece un jugo de mora.

La solidaridad de los quiteños ha venido en todas sus formas, se expresa en el apoyo y la logística pero también en las calles, sirviendo de “campanas” para evitar emboscadas, guiando a los indígenas en las rutas más fáciles, hacia las calles y pasajes que pueden conducir al escape. Apoyando a sus compañeros de combate en un terreno totalmente desconocido para ellos.

La solidaridad de los quiteños ha venido en todas sus formas, se expresa en el apoyo y la logística pero también en las calles, sirviendo de “campanas” para evitar emboscadas, guiando a los indígenas en las rutas más fáciles, hacia las calles y pasajes que pueden conducir al escape. Apoyando a sus compañeros de combate en un terreno totalmente desconocido para ellos. Y estamos juntos, en medio de los gases, mirando a todos lados. Estamos alerta de las maniobras de los agresivos policías en motocicleta o a caballo, Vamos atentos a la veloz incursión de la tanqueta o la arremetida de un piquete de aindiados policías vestidos como futuristas “robocop”.
-¡No vengan para acá que esta la tanqueta!
-¡Tampoco por allá, que está mi suegra! Y la risa llega como un bálsamo.
-Esa, solo le hace temblar a usted...

Ahora mismo las universidades que acogen a los indígenas movilizados han anunciado que no necesitan donaciones de alimentos, cobijas o ropa. Pero sí toallas sanitarias, pasta y cepillos de dientes, instrumentos de aseo personal, papel higiénico, medicinas, guantes quirúrgicos...

La solidaridad es fundamental para mantener a los miles de indígenas que visitan la capital. Esa solidaridad que se manifiesta en vituallas y en cercanía, pero que sobre todo hace que la moral esté en alto. La moral alta minimizando el desgaste psicológico es una condición necesaria en todo proceso de enfrentamiento e importante para garantizar una buena negociación. El gobierno, desde el inicio pretendió minar la moral de todos los manifestantes desde una brutal represión donde 8 a diez policías golpeaban a un manifestante, desde policías en moto atropellando manifestantes, desde un despilfarro de bombas lacrimógenas.

Y quiso hacer lo mismo con el movimiento indígena, apenas llegó desde la represión, pero también infiltrándolo para desacreditar ante la población a los recién llegados. El lunes 7, en la noche, los medios de comunicación estuvieron prestos a mostrar imágenes de algunos vándalos atacando el edificio de la Contraloría, los que luego resultaron ser agentes vestidos de civil. El gobierno no tuvo más remedio que reconocer que los indígenas no eran los violentos.

El martes 8, los policías dirigidos por la ministra Romo, atacaron a lo más querido de cualquier ser humano, sus hijos, y brutalmente bombardearon con gases la Casa de la Cultura donde estaban los wawas, la guardería. Obligaron a que esta se mueva a la Universidad Salesiana, la que nuevamente la noche del miércoles 9 fue bombardeda. La policía no tuvo ningún empacho en atacar directamente al predio universitario, en una nueva acción premeditada para desgastar psicológicamente a los indígenas. Pero, el gobierno parece desconocer que nuestros indios resisten desde hace 500 años…

Parece también desconocer que, si un movimiento que se opone a un régimen tiránico, tiene el apoyo popular, no será derrotado. Por el contrario, ese régimen irá ganándose más y más enemigos, los que antes apoyaban serán colaboradores, los que antes miraban de lejos, apoyarán de cualquier forma… Como nos dice, en un contexto parecido Robert Taber, “porque cuando hay un objetivo político, basado en firmes fundamentos morales e ideológicos, este es comprendido y aceptado por la mayoría, y la causa de rebelión es deseable por sí misma y digna de todo sacrificio”. Y con ello el capital político de ese régimen decrece paulatinamente y se acerca a su derrota política, a su deslegitimación, se ve obligado a negociar en condiciones de debilidad.

Sin embargo, el tiempo es el mismo para ambos, para el régimen y sus aliados; y también para el movimiento social y los suyos. Podría ser contraproducente un largo estado de cosas signado por el caos. Al contrario de un proceso insurreccional (contexto del análisis de Taber), en donde lo que se trata es alargar la guerra; en coyunturas de protesta social, que no plantean ni siquiera derrocar al presidente (aunque Moreno use dicho discurso como ariete comunicacional), demorar la negociación puede generar animadversión y desgastar políticamente a los dos antagonistas. Es por ello importante, que nunca se esquive a la negociación, es más, esta debe incentivarse, pero sin perder de vista las demandas principales.

El movimiento indígena ha puesto sus condiciones y resta ver la respuesta gubernamental. En verdad Moreno ganaría, al sacrificar “un alfil y una torre” y al ceder en el tema combustibles. Mantenerse vanidoso y tozudo; como “burro en aguacero”, según dirían mis amigos rurales, puede agravar su futuro. 

¿Cómo actuará? No lo sabemos aún. La coyuntura da giros vertiginosos, aunque el debilitamiento gubernamental crece. Por ahora quedan indelebles, la alegre rebeldía y la inmensa y constante solidaridad del pueblo de Quito, el mejor anfitrión para sus hermanos indígenas que lo visitan. En lo personal, ser de esta tierra me enorgullece, así como estar codo a codo aprendiendo de mis hermanos.

[PANAL DE IDEAS]

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Jorge Peñafiel C.
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