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28 de Noviembre del 2017
Ideas
Lectura: 5 minutos
28 de Noviembre del 2017
Gabriel Hidalgo Andrade

Politólogo y abogado. Docente universitario.

La traición al líder
Querrán hacer creer que sus vidas corren peligro, que hay un golpe de estado en marcha y que imposible ausentarse en esas condiciones. Hacen estos paralelismo para calzar con la horma del mesianismo liberal y luego decir que, como en la época de la inmolación de Alfaro, persiste una crisis de instituciones políticas, que será creada por ellos mismos a través del bloqueo a la gobernabilidad en la Asamblea Nacional y que avanzará, dirán, a la disolución de la patria, tal y como sucedía en 1911. Entonces necesitaremos el regreso de “Rafael el salvador”.

El ex presidente Rafael Correa regresó únicamente para reanimar a su organización política. No volvió para amenazar a la Corte Constitucional, para oponerse a la consulta popular o para convertirse en el principal opositor al gobierno de Lenín Moreno. No, regresó para salvar los muebles y no perder su único vehículo electoral de acceso al gobierno. Es más, lo único que interesa a los correistas radicales es participar en las próximas elecciones e intentar conservar el poder.

Mientras la justicia electoral no se manifieste sobre la controversia interna que aniquila a Alianza País, el presidente legítimo del movimiento sigue siendo Lenín Moreno a quien le conviene tanto quedarse con el partido como dejarlo morir. Él tiene el poder y, por ahora, lo único que le interesa es hacerse de su propio partido-estado. Alianza País es solo una de sus opciones.

A su regreso, Rafael Correa reconoció que “el gobierno tiene los recursos para hacer la pantomima de llevar a 5 mil burócratas a su convención”. Así funciona la política para estos. Es obvio, Correa es un experto en producir pantomimas. Las más famosas son las del jaguar latinoamericano, de la justicia independiente, del cambio de la matriz productiva o de las refinerías que una es un terraplén y otra está parada. O la farsa de que su movimiento es una estructura ideológica y disciplinada de militantes. Esto también fue un fraude. Su organización es un círculo de clientes que responde a sus propios intereses faccionales. El correismo privatizó la política y expropio la izquierda.

Con la captación del poder en otras manos, los nuevos administradores se hacen cargo de ese gobierno con la estructura clientelar heredada. Pero necesitarán de una nueva que le sea leal y útil. Eso lo saben los correistas y urdieron un plan desde el ático de Bruselas para el regreso de Correa, cuya única finalidad consistiría en agarrarse de lo que quede del aliancismo a través de la victimización. Por eso repiten con tanta insistencia los forzados parecidos que se encuentran entre ellos y los alfaristas de la “hoguera bárbara” que acabó con la vida de Eloy Alfaro.

Querrán hacer creer que sus vidas corren peligro, que hay un golpe de estado en marcha y que imposible ausentarse en esas condiciones. Hacen estos paralelismo para calzar con la horma del mesianismo liberal y luego decir que, como en la época de la inmolación de Alfaro, persiste una crisis de instituciones políticas, que será creada por ellos mismos a través del bloqueo a la gobernabilidad en la Asamblea Nacional y que avanzará, dirán, a la disolución de la patria, tal y como sucedía en 1911. Entonces necesitaremos el regreso de “Rafael el salvador”.

Ellos quieren perder como perdió el liberalismo radical en Huigra, Naranjito y Yaguachi; quieren ser detenidos, encarcelados e inmolados como Alfaro. Ellos buscan la victimización.

Pero al regreso de Correa nadie serio les prestó atención. Salvo unos pocos clientes agradecidos, algunos confundidos o mal informados y otros pagados seguramente, el grueso de la población apoya al gobierno de Lenín Moreno de la misma forma que apoyó a Correa en su mejor momento. Esa es la verdad.

Los correistas extremistas ya no tienen en sus manos la disposición de los dineros públicos, el funcionariado leal o amenazado para llenar sus concentraciones, las tarimas colmadas de luces y espectáculo, los medios de comunicación incautados para imponer su razón de estado, las sabatinas para calumniar a los opositores o a la justicia para perseguir a los críticos más incomodos. Se tienen solo a ellos mismos, que sin poder son nadie caminando por ahí.

El olvido será su cárcel y su exilio. Lo mejor será para la sociedad, como para sus instituciones, obviar las provocaciones del plan de Bruselas tramado por estos huérfanos que son nada sin poder.

@ghidalgoandrade

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