
Profesora universitaria, investigadora y periodista, con un doctorado por la Universidad Nacional del Cuyo, de Argentina.
El proceso electoral de la primera vuelta de nuevo ha estado cruzado por una insuficiente e imprecisa información. Su resultado ha sido la falta de transparencia y la desconfianza. No total, como hace cuatro años. Pero sí con altos niveles de opacidad y de dudas. Las pugnas y rencillas entre los integrantes del Consejo Nacional Electoral (CNE) desde su conformación han abonado a esta falencia, así como algunas de sus decisiones, poco claras y comprensibles para el común de ciudadanos. Desde mi perspectiva no fue la mejor opción que el CNE asumiera el conteo rápido. Este mecanismo puede entregar con relativa exactitud los resultados. Pero cuando estos son muy apretados, como los que percibimos en estos comicios, su fidelidad puede no coincidir con los datos reales y originar otros problemas.
Tradicionalmente el conteo rápido en Ecuador fue asumido por organismos privados e independientes. Al igual que las encuestas a boca de urna. Y el órgano electoral se dedicó a difundir datos oficiales. Pero si decidió ya hacerlo, debió haberlo divulgado con la indicación explícita de que esas cifras podrían modificarse en una determinada faja, por la cercanía que había entre ellas, y por el margen de error implícito en todo sondeo.
No obstante, las equivocaciones que cometió el actual organismo electoral están a leguas de distancia de las que perpetró el CNE cuando era dirigido desde el palacio de gobierno, por un empleado del ex presidente Correa. Recordemos: los comicios de 2017 fueron el 19 de febrero y a la noche hubo apagones informáticos y la activa intervención no solo del jefe de estado sino de algunos de sus fieles operadores políticos. Todo esto fue observado por el país entero. Y de no haber habido un conteo rápido, ejecutado por la corporación Participación Ciudadana, probablemente no habría habido segunda vuelta. La crónica de Plan V da cuenta con detalle de aquella proeza, que en algo nos tranquilizó, pues dio cuenta de la voluntad del soberano expresada en las urnas.
Las cifras indican con claridad la merma de la adhesión popular al correísmo y la expresión de una mayoritaria corriente ciudadana deseosa de superar la polarización.
El 20 de febrero de 2017, el entonces candidato correista, Lenin Moreno, aceptó que habría segunda vuelta electoral y que se efectuaría en abril. Pero recién el martes 21 el organismo electoral lo reconoció. Este logro, que eso fue, dado el ambiente que vivía Ecuador y que hoy parece que nos hemos olvidado, fue posible, insisto, por el conteo rápido y por la intervención de algunos periodistas, todos de medios privados, que con sus preguntas al presidente del CNE le colocaron ante la imposibilidad de negar lo que todo Ecuador intuía y anhelaba: que habría segunda vuelta, aunque faltaba por escrutar un cinco por ciento de votos.
El mediodía de aquel memorable 21 de febrero durante la conferencia de prensa del presidente del CNE los periodistas Jean Paul Bardellini de NTN24; Vicente Ordóñez de El Universo; Andrea Samaniego de Teleamazonas; Roberto Rueda de Expreso; Héctor Romero de RTS; Daniel Borja de Canal 1 y Miguel Molina de La Hora lograron que el funcionario ratificara, corroborara y confirmara que a ese momento era irreversible la tendencia de los comicios y por lo tanto habría segunda vuelta. Las preguntas que le formularon al funcionario permitieron que el país al fin pudiera respirar.
Ahora la situación es muy distinta, aunque podría ser mejor, si tuviéramos una institucionalidad electoral, por tanto, independiente de los apetitos politiqueros, y orientada a responder solo ante los ciudadanos electores. En todo caso, la misma noche de las votaciones supimos que habría segunda vuelta, y tuvimos una idea aproximada de los datos reales. Las incertidumbres se produjeron en torno a quien mismo acompañaría al postulante correista en la segunda ronda electiva, en abril.
Además, las cifras indican con claridad la merma de la adhesión popular al correísmo y la expresión de una mayoritaria corriente ciudadana deseosa de superar la polarización, esperanzada en emprender el diálogo y superar las odiosidades que el correato sembró y cuidó con tanto ahínco. Este objetivo es de por sí valioso. Y es una demanda de los ecuatorianos, necesitados de poner fin a uno de los períodos más sombríos de nuestra historia reciente.
[PANAL DE IDEAS]
[RELA CIONA DAS]



NUBE DE ETIQUETAS
[CO MEN TA RIOS]
[LEA TAM BIÉN]




[MÁS LEÍ DAS]



