El periódico italiano Il manifesto, informa que en Ecuador se gesta un nuevo Frente Popular, aludiendo al Frente Popular francés que ganó recientemente las elecciones. Sin pesimismo, se sabe que pasar de una reunión entre dirigentes de las izquierdas a un Frente Popular como el gestado en Francia, nos es fácil, pero de darse sería un hecho inédito en este país con vista al mar. 

En la sala Benjamín Carrión de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, se sentaron los representantes de la izquierda y centro izquierda atrás de una mesa corta como para cobijarlos a todos. Estaban Andrés Aráuz y Luisa González, por la Revolución Ciudadana (RC) junto a Natasha Rojas y Gustavo Vallejo, dirigentes de Unidad Popular (UP) y el Partido Socialista (PS), respectivamente, Leónidas Iza representante de la CONAIE y Jimmy Jairala de su Centro Democrático, jamás zurdo radical y otrora cercano al Partido Roldosista de Abdalá Bucaram. Estaban juntos los que mutuamente se han denostado, la RC que no es de izquierdas para las organizaciones de influencia marxista, junto a los motejados por su caudillo, Rafael Correa, como “cómplices de la destrucción de la patria”. Nadie extraña a la Izquierda Democrática, el primer partido socialdemócrata del país, que trata de salir de sus crisis desde la candidatura del otrora correísta Rabascal.

Vienen los discursos, los asistentes aplauden y sonríen. Se habla de unidad, se miran las perspectivas de generar un Frente Amplio que trascienda la coyuntura electoral y en medio de ese clima idílico para los asistentes de distinta gradación en el “izquierdómetro”, llega el primer jab, de izquierda por supuesto, hacia el correísmo. Lo propina Natasha Rojas de la UP cuando dice que “deben gobernar los que no ha gobernado”. La sentencia es calificada por los correistas de closet como un ex abrupto de los “peones de la derecha” que favorece la agenda mediática del gobierno, cuyo presidente Daniel Noboa menosprecia la reunión.

Luego del evento se difunden los acuerdos:

1. Pacto de no agresión, importante en la campaña sucia de mutuas descalificaciones que siempre rodea el proceso electoral.

2. Sentarse a pensar un plan de gobierno, que supone superar dos importantes desacuerdos: escuelas del Milenio y agenda extractivista, a los que Correa dijo no cederá. El resto son declaraciones de corte anti neoliberal y antiimperialista, casi lugares comunes.

3. El tercer punto, las candidaturas y los temas electorales, es el más difícil, pues nunca han logrado candidaturas únicas, por los excesivos intereses locales a los que tienen que responder partidos como el Pachakuitk, división que les ha significado ser pulverizados por los otros candidatos.

Los asistentes al evento de la Casa de la Casa de la Cultura Ecuatoriana salen llenos de esperanza, esta es lo último que se pierde, e impregnados de esa misma virtud teologal correístas e izquierdistas alaban el proceso en las redes y piden que se fortalezca esa unidad, aun cuando el caudillo del correísmo, antes del encuentro, ya tildó de “grave error” la asistencia de sus pupilos a esa convocatoria, donde “hay gente muy dañada” e incluso días atrás había acusado de traidor a José Serrano, candidato del Centro Democrático.

Un día después del acuerdo, las palabras de Natasha Rojas las subraya como posición de su partido, Jorge Escala el candidato presidencial de la Unidad Popular. La coalición de las izquierdas, no duró un día, aunque la salida de la UP fuera más bien simbólica pues numéricamente no aporta muchos votos. Sin embargo, via twitter invita al Partido Socialista a que siga sus pasos y deje la unidad.

Un proceso como este depende en esencia de los acuerdos entre el Pachakutik y la Revolución Ciudadana. Dentro del primero hay diversos sectores y líderes con simpatías diversas, desde los que ayudaron a la ganancia de Daniel Noboa, hasta los que confrontan directamente Leónidas Iza, pasando por anticorreistas profundos con liderazgo y apoyo de sus bases, así como políticos pragmáticos y viejos “correístas de closet”. Por ese lado, la unidad debe superar resentimientos profundos, especialmente de las bases, que sufrieron el gobierno correísta durante una década de encarcelamiento y persecución.

Por el otro lado, el obstáculo más grande para los RC interesados en la unidad es su caudillo Rafael Correa, quién como siempre impondrá su voluntad y dependiendo de su hybris y cálculo irá aprobando o no, el proceso unitario. El logro de la unidad, en mucho, depende de que convenzan a Correa. El, a regañadientes, ha permitido a sus voceros conversar, mientras calcula si no será mejor apoyarse en el PSC. Todos saben que si a Correa no le gustan los términos de la unidad, ¡Marx no quiera!, desde su estilo absolutista se saldrá, ensalzará a sus candidatos a los que en su cabeza ya tiene nominados, invitará a que los zurdos les apoyen y si no lo hacen les dirá “se visten y se van”, para luego de denostarles.

Los días pasan, puede pasar el pacto de no agresión y hasta el plan de gobierno conjunto, que en la práctica, una vez el poder se pasarán por el forro, como lo han hecho todos. Las candidaturas son el tema central y Correa no cederá la presidencia, pero si se concreta la alianza entre el PK y el correísmo podrían ganar en primera vuelta, aunque de inmediato vendrán las pugnas y las rencillas. Esa alianza táctica, sin embargo, no devendrá estratégicamente en una izquierda al estilo del Frente Amplio Uruguayo o del PT brasilero, como sueñan los cándidos.

En todo este proceso unitario, guste o no, será determinante la voz del caudillo de la revolución ciudadana.