
La actual situación electoral del Ecuador es muy volátil. Esta característica proviene del alto número de indecisos, que, según coinciden las encuestas, era generalizado entre los electores de todas las categorías (más de 60%), a mediados de octubre), pero era especialmente alto entre las mujeres, los jóvenes y los estratos medios y bajos (donde los indecisos pasan de 70%).
Es lógico que esa indecisión vaya bajando conforme se concreten las candidaturas, para lo que primero debe haber binomios definidos ––cosa que, por la obligación de inscribir las candidaturas, se resuelve en poco más de dos semanas––. Solo la campaña electoral, en enero, evaporará las indecisiones transformándolas en opciones por los candidatos. Aquí es interesante notar que, en octubre, cuando ya empezaron a definirse las candidaturas, la indecisión subió un tanto, al crearse por un momento la confusión entre los electores, que estaban acostumbrados a considerar solo a dos candidatos: uno del Gobierno y a Guillermo Lasso.
Se trató de un cambio muy sutil, por supuesto, de unos pocos puntos porcentuales, pero confirmó que una gran parte de los electores ni siquiera sabía los nombres de los candidatos. Moreno, el más conocido de todos, solo era reconocido como candidato por un poco más del 50% de los electores; Lasso, a pesar de sus cuatro años de campaña, por un poco menos de la mitad. Por eso, las candidaturas de Cynthia Viteri y Paco Moncayo no llegaban a ser conocidas ni por el 40% y el 30%, respectivamente, de los electores en una de las encuestas que revisé. En ella, casi una cuarta parte de los ecuatorianos encuestados no puede nombrar ni uno solo de los candidatos, por más asombroso que esto parezca a quienes leemos los periódicos, vemos la televisión y estamos atentos a las noticias. Es que hay una masa inmensa de ciudadanos que no leen los periódicos, ni escuchan las radios, ni entran a Internet. Tal vez tienen redes sociales en su celular, pero no para seguir a políticos o noticieros sino para saber de sus amigos, de los equipos de fútbol o de los artistas que prefieren.
Entonces, la primera tarea de las fuerzas políticas va a ser que sus candidatos sean conocidos, incluso antes de que se promuevan sus virtudes, propuestas o ideologías. Aun así, hasta el final va a quedar un segmento de indecisos. En los propios Estados Unidos, a una semana de las votaciones todavía hay indecisos y parece que entre ellos Donald Trump está ganando más adeptos que Hillary Clinton, lo que está resultando en un final más apretado que el que se preveía hace solo una semana.
La otra reflexión es que quien maneje mejor las redes sociales, quien logre llegar a través de ellas a centenares de miles de jóvenes, hoy indecisos, tendrá muchas mejores posibilidades de ganar en las elecciones de febrero.
Nada está dicho aún. Por ahora, según una encuesta, en el Ecuador solo una cuarta parte de los interrogados dice tener firmemente decidido su voto, mientras un segmento menor al 10% muestra que ya se está inclinando y que “tal vez” vote por uno de los candidatos. Eso quiere
decir que cualquiera de las encuestas que solo consideran lo que los investigadores de la opinión pública llaman “carrera de caballos”, es decir quién va adelante en las preferencias electorales, es todavía irrelevante y no puede predecir el resultado final.
Lenin Moreno tiene la delantera, sí, pero ¿qué es esa delantera cuando tres cuartas partes de los votantes aún no han decidido firmemente su voto? He allí la volatilidad de la situación actual.
Por eso, hay que echar mano de otro tipo de indagaciones de la opinión pública para poder barruntar qué va a pasar en las elecciones y, en cada tienda política, diseñar las estrategias más convenientes para lograrlo. Un indicador es, por ejemplo, el rechazo popular. Ese indicador vuelve a mostrar el alto rechazo que, para comenzar, tiene la candidatura de Álvaro Noboa. Más del 40% de los votantes de la Sierra y más del 30% de los votantes de la Costa dicen que jamás votarían por el magnate en su sexto intento de alcanzar la presidencia. Dalo Bucaram tiene también alto rechazo (más del 30%) en ambas regiones y, lo que se ha comprobado repetidamente a lo largo de estos últimos años: el techo de Guillermo Lasso, pues una cuarta parte de los votantes de la Costa y más de 30% de los de la Sierra dicen que nunca votarían por él.
Menor rechazo tienen Cynthia Viteri y Lenin Moreno. A su vez, Paco Moncayo es el candidato con menor resistencia, lo que debe ser aprovechado por su campaña.
Otro importante factor que hay que analizar es la popularidad y credibilidad del presidente Rafael Correa, quien querrá endosar sus votos a Moreno. Ya sabemos que no siempre es posible y que, al contrario, puede resultar contraproducente, como cuando se metió a hacer una campaña desbocada por Augusto Barrera, causando un deterioro muy fuerte en la intención de voto por este candidato a la alcaldía de Quito y no solo eso sino, de rebote, en la que había por otros candidatos de Alianza País, quienes perdieron o alcanzaron triunfos muy apretados en las elecciones seccionales de 2014.
Correa se halla en una franca caída, pero venía de tan altos índices que, con todo el deterioro sufrido, aún conserva popularidad. La mayor parte de los ecuatorianos ya no tiene una opinión positiva de Correa; esta, en el mejor de los casos, bordea el 40%. Y tampoco lo tienen de su gestión (que solo es calificada de positiva por alrededor de 35% de los investigados). Son cifras indudablemente altas para quien ha estado casi 10 años en el mando, pero ya no es la abrumadora mayoría de la que gozó durante muchos años de esta década.
Es interesante comparar esta popularidad con la de los alcaldes: mientras la calificación de la gestión de Nebot en los últimos 10 años ha descendido, en promedio, de los 80 y pico a los 60 y pico, y jamás ha tenido saldo negativo, la que la gente tiene sobre la gestión de Correa sufrió un serio deterioro en 2009, llegando a descender a los 30 y pico por ciento subiendo luego en 2013 a cifras superiores a 70% (iguales a las que tenía al inicio de su Gobierno). Desde entonces, la curva desciende en serrucho, con picos cada vez menos pronunciados, hasta menos de 40% en que se encuentra en la actualidad el juicio sobre su gestión.
Rodas, que nunca tuvo una aceptación de gestión demasiado alta, rápidamente empezó a tener negativos en 2014, deteriorándose mucho en el 2015 y llegando a 80% de negativos en 2016. Hoy está a la par de Correa, con un poco más de 30% en Quito y, tal vez, suba un poco este mes como resultado del éxito del Hábitat III (y, en especial, el millón y medio de personas que acudió a la Fiesta de la Luz). La gente del pueblo, sin discriminar bien, cree el Habitat fue organizado por el municipio. Algún taxista me decía que lo que pasa es que Quito está tan bien que Correa ha organizado el Habitat para que el mundo vea nuestra ciudad. La confusión es grande, pero el beneficiado va a ser Rodas más que Correa, pues este, con esa cara de asco que tuvo en la inauguración y su salida del evento, desperdició la oportunidad de hacer mucha más presencia durante la cita mundial.
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