
Profesora universitaria, investigadora y periodista, con un doctorado por la Universidad Nacional del Cuyo, de Argentina.
Policías manipulables, funcionarios de la fiscalía que incumplen con su deber, empleados ministeriales que forjan documentos y falsifican la realidad son las lacras que evidenciaron las movilizaciones del 13A, ampliamente reseñadas en la prensa y de un modo muy detallado en esta revista, en la crónica titulada Salvando a Manuela Picq.
Comportamientos cruzados y alimentados por prejuicios machistas, racistas, curuchupas y xenófobos. Y potenciados por la prepotencia, el autoritarismo, la arbitrariedad y la incondicionalidad.
Cierto es: las fallas en el sistema judicial, las deficiencias en la policía y las falencias burocráticas no se inauguraron con el correísmo. Tampoco los prejuicios y la discriminación. Pero ¿qué hizo el régimen aliancista para superarlos?
Manuela Picq y Margoth Escobar son dos mujeres que sufrieron atropellos por parte de policías, comisionados judiciales, burócratas y autoridades, y en distintas ciudades. No por ello perdieron su fuerza, tampoco su valor y peor su dignidad.
Manuela logró ya recuperar su libertad; le falta por rescatar su derecho a permanecer en Ecuador, junto a su esposo y a su familia. Margoth continua siendo vejada y desatendida en su salud; ni siquiera ha sido tratada de los golpes que recibió de quienes la arrastraron y la aporrearon, tal como a Manuela. Su estado es de extrema vulnerabilidad pues también padece enfermedades crónicas y debe ser medicada. Frente a esta situación humana, por añadidura, varios asalariados se han dedicado a ensañarse física y sicológicamente contra esta activista ambiental, como lo reseña otra crónica de esta revista: Golpes y prisión para Margoth Escobar.
La información desplegada en las notas periodísticas da cuenta de los abusos de autoridad, de la incapacidad para investigar de los oficiales de la fiscalía y del atropello a procedimientos por las fuerzas de seguridad interna y de los responsables de la movilidad humana.
¡Gran conquista antimachista referirse a “las y los”! ¡Gran avance de los derechos humanos denominar “PPL (personas privadas de la libertad” a los reclusos! La revolución de lo políticamente correcto sería, a lo mucho, la de los Aps.
No solo las taras examinadas fueron develadas el 13A. Mientras el país se enteraba de los excesos policiales contra dirigentes de la marcha como Salvador Quishpe y Carlos Pérez, entre otros, los trolls del correísmo y los de la sumisión emergieron, a borbotones, a expeler textos dirigidos a mancillar la imagen de los líderes de los pueblos originarios.
¿Quiénes son los trolls? ¿Son gente pagada para difamar, indignar, manchar los espacios de intercambio virtual? ¿Son, acaso, fanáticos cegados por una exacerbación que les lleva a arrojar inmundicia a toda la sociedad? No lo sé, creo que los ecuatorianos ignoramos quiénes son estos alborotadores, pues muchos de ellos se esconden tras un avatar. Pero están ahí, tal vez en medio de nosotros y son parte de nuestra sociedad. Afrenta y espejo sociales. Porque esos trolls no son extraterrestres.
Son seguramente coterráneos, incuso puede ser que los conozcamos, aunque no sepamos con cuánta bazofia puedan empapar los espacios digitales.
Sin embargo, frente a tales desafueros podemos alegrarnos de que nuevamente descubramos cuán solidaria puede ser nuestra sociedad y cuánta empatía pueden demostrar los ecuatorianos con sus semejantes. Son estos valores los que todo mandatario debería cultivar y consolidar. Alegra, también, la decisión de la dirigencia indígena y la de los trabajadores de poner coto a la violencia y evitar responder a las provocaciones que pudieran surgir. La lucha pacífica es potente y es la mejor para responder a la intimidación del poder político
En este escenario, conviene recordar lo sucedido en agosto de 2008, durante una sabatina en la Universidad Católica de Guayaquil. Cuando el gobernante conoció de la presencia de un grupo de personas protestando expresó unas palabras que constituyeron una impronta de lo que vendría y nos sobrevendría.
"Chicos, ustedes resuelvan el problema; ustedes son 400, los otros 50, díganle a esos majaderos que aprendan a ser democráticos...”. Tales improperios han sido reactualizados los últimos días con similar sentido. Son los que resuenan en aquello de “somos más, muchísimos más”.
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