
La muerte cruzada es el mecanismo constitucional mediante el cual, el Presidente de la República o la Asamblea Nacional, deciden acabar, democráticamente, con el mandato popular de ambos poderes. Por el que fueron elegidos en las urnas.
El artículo de la Constitución, clave en este escenario, es el 148. Dice que el Presidente puede disolver la Asamblea Nacional por tres motivos:
1) Cuando el Mandatario considere que el Parlamento se hubiere arrogado funciones que no le competen constitucionalmente, previo dictamen favorable de la Corte Constitucional; 2) Si de forma reiterada e injustificada obstruye la ejecución del Plan Nacional de Desarrollo; 3) Y, por grave crisis política y conmoción interna.
El Presidente, en este caso Guillermo Lasso, puede hacerlo, por una sola vez, en los primeros tres años de su período. Para este movimiento debe contar con la aprobación de la Corte Constitucional.
Consumado el acto, con un Decreto, el Consejo Nacional Electoral debe llamar a las nuevas elecciones y celebrarlas en tres meses.
El mismo día se debe elegir al nuevo Presidente y la nueva Asamblea. Hasta las votaciones, el Mandatario puede emitir decretos-leyes de urgencia económica.
Pero no cuentan otros cuatro años a partir de las votaciones, sino se cumple el período para el que fueron electas las autoridades. En esta coyuntura, hasta mayo del 2025.
Desde el Gobierno ya se ha mencionado que no se cumplen los requisitos para invocar a la muerte cruzada. Que es una figura de última instancia.
Esta carta está en la Constitución correísta para, supuestamente, equilibrar la balanza. Claro, fue pensada en el 2008 cuando la revolución ciudadana tenía ya en mente perennizarse en el poder, con propaganda, persecución y corrupción. Quedarse hasta las últimas consecuencias. Ya sabemos el por qué.
Esta carta está en la Constitución correísta para, supuestamente, equilibrar la balanza. Claro, fue pensada en el 2008 cuando la revolución ciudadana tenía ya en mente perennizarse en el poder, con propaganda, persecución y corrupción. Quedarse hasta las últimas consecuencias. Ya sabemos el por qué.
Ahora, imaginemos que ese Decreto es oficial en estas semanas. Guillermo Lasso iría a la reelección, de seguro. Pero, ¿quiénes serían sus contendores? ¿Cuáles son esas figuras políticas que le pudieran hacer calor en una eventual elección presidencial?
Actualmente, en la Asamblea Nacional (y en redes sociales) hay tres fuerzas políticas que son opositoras: el Partido Social Cristiano (PSC), el correísmo (que ha cambiado de nombre en reiteras ocasiones) y parte de Pachakutik. También está la Izquierda Democrática que a veces apoya a Lasso y otras no, y no pierde el objetivo de crecer…
Esos partidos serían los que pudieran buscar la Presidencia de la República, con mayor representatividad, en el caso de una muerte cruzada.
Pues bien, el PSC tiene serios problemas. El líder máximo, Jaime Nebot, así se presente en sus entrevistas en medios como “un simple ciudadano”, no le interesa la Presidencia. No ha dejado ver movimientos que indiquen que busca Carondelet. La segunda línea está llena de nombres pero que no se posicionan como presidenciables. Cristina Reyes, Henry Kronfle, Esteban Torres, Cinthya Viteri, Henry Cucalón (el mejor político que tiene el PSC) no hacen el trabajo para derrotar a Lasso en una elección presidencial. No brindan grandes propuestas económicas, en seguridad, en empleo, en anticorrupción. Ideas, planteamientos, planes, que mejoren lo que se hace actualmente.
Lo mismo ocurre en el correísmo. Todavía con el máximo líder, Rafael Correa, sin poder pisar el Ecuador porque la Policía lo detendría y lo depositara en una cárcel, no levanta cabeza. La división al interior no se detiene, desde cuando empezó la fractura en el 2014. Si el Decreto de la disolución del Parlamento de Ecuador entrará en vigencia pondría en apuros a la revolución ciudadana. Pierina Correa, Pabel Muñoz, Paola Pabón, Marcela Aguiñaga, Paola Cabezas… ¿Esos políticos darían la talla para enfrentar a Lasso? ¿Repetiría como candidato Andrés Arauz? Ciertamente sería otro fracaso para los mayores representantes de la izquierda, del socialismo del siglo XXI y del populismo en Ecuador.
En Pachakutik (PK) el cuento no es distinto. Hay dos problemas de fondo. Uno, que Yaku Pérez dejó el tradicional movimiento indígena. Y, dos, que no hay una figura potente para aglutinar la fuerza de izquierda, la radical y la moderada, que conviven en sus filas. Si ponemos nombres, Leonidas Iza, Rafael Lucero, Marlon Santi, Lourdes Tibán… deberían ponerse de acuerdo en el interior del propio partido. Algo bastante difícil cuando hay ausencia de ideas comunes, creíbles propuestas nacionales y firmes tendencias dominantes en el movimiento indígena. ¿Alguno de ellos podrá derrotar a Lasso? No.
De hecho, ese mal parece que ha contaminado a la izquierda. Izquierda Democrática sufre de los mismos problemas. Pese a que hay dos figuras dominantes en esa tienda política, Xavier Hervas y Wilma Andrade, tampoco trabajan para una eventual elección presidencial. Guillermo Herrera, Alejandro Jaramillo… tampoco. Hay división y roces en el interior y todavía construyen liderazgos históricos como el de Rodrigo Borja y Paco Moncayo. Los actuales líderes no llegan a ese nivel. Es real. ¿Lasso debe preocuparse por ellos en una elección presidencial por la muerte cruzada? Tampoco.
Por eso, en realidad, temen a la muerte cruzada. No hay cuadros contundentes para disputar una elección presidencial. Sería una pérdida de tiempo y de recursos. Si dicen que no la temen, acongojados y en voz baja, deja ver el susto de intentar mezclar el agua y el aceite, y el deseo perenne de un salvador, que no tiene rostro. Ya son la perpetua oposición.
¿Pero eso debe dejar al Presidente tranquilo? Para nada. Combatir el populismo de redes sociales es algo urgente y, claro, seguir conversando con los partidos políticos en la Asamblea por temas que esperan los ciudadanos, en especial los ecuatorianos más necesitados. El país espera mucho de este Gobierno.
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