
Es guayaquileño, abogado por la Universidad de Guayaquil, tiene 32 años y reside en Quito. Pertenece a la organización Coparentalidad Ecuador.
“La experiencia es un maestro feroz, pero está claro que te hace aprender”
C. S. Lewis
E
l estudio de la historia debería servir para aprender de los errores del pasado. Es la profecía más certera para prevenir catástrofes venideras. Hay acontecimientos que han quedado grabados como hitos en la historia, siendo causales de transformaciones de convicciones, valores y demás formas de pensar, marcando un antes y un después. Uno de esos eventos fue Auschwitz – Birkenau.
Auschwitz – Birkenau es la publicidad principal de un plan denominado “Solución Final” creado por un partido político denominado nacionalsocialista que, luego de las condiciones impuestas en el Tratado de Versalles, buscaba engrandecer nuevamente a Alemania a través exterminio masivo y sistemático de todo lo que supuestamente les causaba daño: judíos principalmente, seguidos de gitanos, homosexuales, polacos, comunistas, entre otros grupos como los enemigos políticos.
Auschwitz – Birkenau fue un campo de concentración y exterminio construido entre 1940 y 1941, ubicado en la Polonia ocupada por la Alemania Nazi. Se estima que el número de fallecidos bordeó el millón quinientos mil. Fueron asesinados en cámaras de gas, primordialmente adultos mayores, niños, enfermos, discapacitados y mujeres, desapareciendo luego los cuerpos en hornos crematorios. Cuando no contaban con monóxido de carbono o Zyklon B y no podían abastecerse suficientemente con los hornos, los lanzaban vivos y muertos a fosas comunes para proceder a enterrarlos.
Los prisioneros estuvieron encerrados en condiciones infrahumanas, asustados, hambrientos, estresados, enfermos, ansiosos. Estuvieron en un lugar donde su humanidad pudo expresar sus miedos más profundos, sin saber hacia dónde iban ni sabiendo cuando iba a terminar. Muchos se suicidaron. Estuvieron así casi cinco años, pero eso lo supieron después de su liberación, únicamente los sobrevivientes.
En Auschwitz – Birkenau intentaban sobrevivir, sin poder toser, estornudar o mostrar algún signo de enfermedad, porque eso era condena segura. Padres eran separados de sus hijos con engaños, indicándoles que los llevaban a bañarlos a las duchas; los niños inocentes desfilaban felices en medio de cánticos infantiles sin saber que acudirían a una muerte dolorosa e inentendible para ellos. Iban sin despedirse de sus progenitores, sin poder abrazarlos por última vez, pensando que regresarían pronto.
Para los nazis no era personas, eran cucarachas, ratas, una plaga asquerosa y lesiva que debía ser exterminada lo antes posible, antes que infecte la estirpe aria.
Y así sobrevivieron, en una “cuarentena” forzada que duró casi cinco años. Una “cuarentena” que aniquiló esperanzas y sueños sin saber si algún día volverían a ver a sus seres amados y volver a llevar la vida que tuvieron antes; quizás no perfecta, pero tampoco la mísera que estaban padeciendo. Pese a que existieron algunas revueltas por parte de los prisioneros, éstas fueron infructíferas, y los rebeldes, fueron ejecutados.
Es momento de desarrollar solidaridad, empatía, humanidad hacia el prójimo, que no permitan surgir una nueva pandemia que nos condene a la muerte. Tanto Auschwitz-Birkenau como el COVID-19, no son los responsables del caos, somos nosotros, los seres humanos.
Actualmente estamos experimentando una cuarentena y un toque de queda debido a la pandemia del COVID-19, y aun ante las advertencias del “Quédate en Casa”, existen personas apáticas, indiferentes e indolentes que continúan saliendo a la calle sin justificativo y sin protección, convirtiéndose en un foco infeccioso para sus propias familias y el resto de comunidad. Personas que, como narcodependientes al ver droga, no pueden resistir la tentación, siendo ellos los responsables de que continúe propagándose el virus indiscriminadamente. Somos nuestros propios nazis; somos nuestros propios verdugos y el Ecuador, si no tomamos conciencia, será nuestro campo de exterminio. Somos personas que ponderan lo que les gusta sobre lo que necesitan.
Auschwitz – Birkenau nos enseña que la vida es el don más preciado que podemos tener, y por ende debemos proteger. Los nazis nos enseñan que el ser humano es peligroso, capaz de cometer los actos más crueles y atroces que uno pueda apenas llegar a imaginarse. Los prisioneros nos enseñan que nuestra situación no es peor que la de ellos; que debemos dejar de ser apáticos, indiferentes, egoístas, y empezar a pensar en nuestros seres amados, porque no sabemos cuándo será la última vez que los volvamos a ver; que esta es una oportunidad para que la solidaridad humana florezca. Auschwitz – Birkenau es eso que jamás se deberá repetir.
Theodor Adorno afirmó lo siguiente: “Debemos descubrir los mecanismos que vuelven a los hombres capaces de tales atrocidades, mostrárselos a ellos mismos y tratar de impedir que vuelvan a ser así, a la vez despierta una conciencia general respecto de tales mecanismos.”
Asimismo, indica: “La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación”. Las experiencias históricas de Auschwitz- Birkenau y actualmente la pandemia del COVID-19 tienen una cierta similitud. Es hora de educar y humanizar nuestras conciencias. Enfrentémonos ante la realidad tal como propuso Adorno, cara a cara con nuestras conciencias, con nuestras convicciones, con nuestros valores. Así evitaremos reflexionar como seres apáticos, alienados, indiferentes y egoístas.
Es momento de desarrollar solidaridad, empatía, humanidad hacia el prójimo, que no permitan surgir una nueva pandemia que nos condene a la muerte. Tanto Auschwitz-Birkenau como el COVID-19, no son los responsables del caos, somos nosotros, los seres humanos.
“La experiencia es un maestro feroz, pero está claro que te hace aprender”, dijo C. S. Lewis. O aprendemos o nos condenamos. Dependerá de nosotros como se estudie la historia en un par de años. La ignorancia condena, la educación emancipa.
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