
La sanción al medio de comunicación digital “La Posta” ha generado que muchos periodistas e incluso abogados la califiquen como: “nefasto precedente” o “brutal restricción” para la libertad de expresión. En esta columna les diré lo contrario, voy a ubicarlos en los zapatos de la víctima, no en los zapatos del ex Defensor del Pueblo.
Soy un defensor de la libertad de expresión, conozco que en una sociedad democrática los funcionarios públicos están expuestos al escrutinio y la crítica pública, sé que sus actividades salen del dominio de la esfera privada para insertarse en el debate público… pero también conozco que la no revictimización es un derecho que debe prevalecer ante otros.
No confundamos, la sentencia que obliga a pedir disculpas y a borrar la publicación de “La Posta”, no está dictada a favor del ex Defensor del Pueblo, está dictada a favor de la mujer cuyo antecedente de víctima fue expuesto ante un país.
Cuando una persona pasa a ser víctima, lo que más quiere es olvidar lo que le pasó, no tener que revivirlo, de hecho lo único que quiere es borrarlo de su memoria. El Estado, por ende, tiene la obligación de hacer todo lo que está a su alcance para que la víctima pueda recobrar la vida que tenía antes de la agresión, prohibiendo por defecto todo acto que promueva que ella reviva lo que le pasó.
El derecho a la libertad de expresión, no puede ser absoluto, tiene límites que deben ser respetados. El ejercicio del periodismo no puede revictimizar, no debe recodarle a la víctima lo que sufrió, porque con ello, la obliga a volver a vivir lo que tanto le costó olvidar.
Cuando haces público un escenario de violencia intrafamiliar, provocas que la víctima sea señalada como tal, que la sociedad conozca lo que ella decidió callar. Es por eso que los procesos de violencia intrafamiliar, violencia de género y muchos más, no puedan ser conocidos por nadie más que no sea la víctima y el agresor -para que este ejerza su defensa-
Romper el silencio y decidir contar una historia de violencia, es un acto que merece admiración, pero es una decisión que solo le incumbe a la víctima y a nadie más. La prensa no puede tomar el lugar de la víctima, ponerse en sus zapatos y decidir por ella.
Cuando haces público un escenario de violencia intrafamiliar, provocas que la víctima sea señalada como tal, que la sociedad conozca lo que ella decidió callar. los procesos de violencia intrafamiliar, violencia de género y muchos más, no pueden ser conocidos por nadie más que no sea la víctima y el agresor.
Distinto fuera el escenario en que el ex Defensor del Pueblo fuera el que arremeta contra la prensa por publicar su vida íntima, él no puede hacerlo, él cuando decidió aceptar el cargo aceptó las consecuencias de aquello y eso significa abandonar su vida íntima y volverla pública.
Esta vez, La Posta, no tiene la razón, no podía atribuirse el derecho que solo a una víctima le pertenece, no podía hablar por ella, no debía romper el silencio que ella no ha decidido romper.
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