
Una persona que ama el poder sobre todas las cosas, una masa que quiere ser salvada, una promesa de cambio drástico y perentorio, estas, las bases psicológicas del autoritarismo. Estas y la conciencia generalizada de un mal que no puede ser contenido.
—¿Oyó lo que dijo Cinthya Viteri?
—…
—Les ordenó a los policías que disparen.
—…
—Es que es mucha la delincuencia, y los policías tienen que defenderse.
“¡Disparen!”, tronaba en la televisión Cynthia Viteri. “¡Disparen!”. Y el taxista, quizá por el tono de voz con que lo dijo, asumió que era una orden, y que los policías debían obedecerle. “Los policías no dependen de Cinthya Viteri”, me atreví a decirle. “La inseguridad es bárbara”, respondió.
Se trata del tópico mensaje de “mano dura”. Y quien lo asuma con decisión en estos momentos, es posible que obtenga un buen número de votos en las próximas elecciones.
La desconfianza de los ciudadanos en la democracia y los políticos, que estos mismos, con sus actuaciones mezquinas e inmorales, acrecientan día a día, ha despejado el camino para el advenimiento de un autócrata de derecha (ya tuvimos uno de izquierda).
La desconfianza de los ciudadanos en la democracia y los políticos, que estos mismos, con sus actuaciones mezquinas e inmorales, acrecientan día a día, ha despejado el camino para el advenimiento de un autócrata de derecha (ya tuvimos uno de izquierda).
La coalición “Libres. Alianza por la libertad”, que aglutina a organizaciones de extrema derecha como “El Otro Ecuador” y “Quiteños Libres”, es, en parte, una reacción al oportunismo vergonzoso de los partidos de derecha, especialmente los socialcristianos, y al extremismo e irresponsabilidad de la izquierda; donde el oportunismo tampoco falta. ¿Pachakutik, acaso, no ha votado con los socialcristianos y los correístas y se ha jugado por Diana Atamaint?
Convertir la identidad en el eje de la política, como lo ha hecho el movimiento indígena, tenía, tarde o temprano, que conducir a la disputa étnica y cultural. Así, al indigenismo de la izquierda, los miembros de “Libres. Alianza por la libertad” han opuesto los valores de la hispanidad. Si el indigenismo se proclama legítimo, ¿por qué el hispanismo no tendría que ser legítimo también?
El extremismo de un lado genera, como respuesta, el extremismo del otro. En una nota de diario El Universo, del ocho de febrero, se lee que Felipe León, ex PSC, director de “Quiteños Libres”, propone la constitución de “una derecha que no se avergüence de serlo, una de mano dura”.
Los miembros del nuevo colectivo reivindican, entre otras cosas, el derecho a portar armas, es decir, la privatización de la seguridad y la justicia. Los líderes de la CONAIE, por su parte, han defendido la creación de cuerpos de seguridad comunitarios y hasta de un ejército propio. Siendo así, ¿la izquierda indigenista puede reprochar a la derecha hispanista sus pretensiones de autodefensa armada?
Tanto la izquierda indigenista como la derecha extrema han resacralizado la política. Los unos han introducido la celebración del Inti Raymi en ciertas universidades como un mecanismo de afirmación del indigenismo, y los otros invocan al dios cristiano para oponerse a la despenalización del aborto.
Falta mesura en la política ecuatoriana. Faltan madurez y sentido de la realidad. El extremismo separa a los miembros de la sociedad, los polariza. Y en una sociedad polarizada, la política se convierte en un juego de exclusión. Un juego que busca favorecer a una u otra de las partes, pero nunca a ambas.
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