
Hasta hace poco, menos de dos años, el balance de las noticias económicas era bastante desfavorable y sobraban razones para ello: un manejo fiscal absolutamente irresponsable con un déficit fiscal crónico, que nos llevaba a una abultada y explosiva deuda pública que ponía en riesgo la sostenibilidad de las finanzas públicas y de la propia dolarización.
Ello redundó en una fuerte subida del riesgo país, y por tanto en peores condiciones de financiamiento tanto para el sector privado, como para el sector público, en la contratación de nuevos préstamos, lo que para todo efecto práctico, significaba un casi nulo acceso a los mercados financieros internacionales y un escenario macro lleno de incertidumbre que alejaba toda posibilidad de atraer nuevas inversiones y por esta vía recuperar el tan ansiado crecimiento económico.
Las señales de alerta también venían por el propio sector real: estancamiento de la actividad económica, aumento del desempleo y subempleo; lo que tampoco tenía porque sorprender, si el pilar básico del crecimiento económico, que es la estabilidad macro, se encontraba totalmente comprometida y con números absolutamente en rojo.
La llegada al poder del Presidente Guillermo Lasso en mayo 2021 ha significado un viraje de 180 grados en esta materia, y la salida del pantano en que nos encontrábamos, en tanto y cuanto se ha retomado la disciplina macro, condición sine qua non del crecimiento económico y el regreso a los fundamentos macroeconómicos de equilibrio, ahorro y prudencia fiscal, así como la recuperación de las buenas relaciones financieras internacionales, tan necesarias para una economía dolarizada.
La llegada al poder del Presidente Guillermo Lasso en mayo 2021 ha significado un viraje de 180 grados y la salida del pantano en que nos encontrábamos, en tanto y cuanto se ha retomado la disciplina macro, condición sine qua non del crecimiento económico.
Sin embargo, para poder ver resultados palpables en términos de un mayor bienestar de la población, todavía estamos en deuda con una serie de reformas microeconómicas imprescindibles para alcanzar el tren del desarrollo, así lo determina la teoría del crecimiento económico. El gobierno del presidente Lasso lo entiende bien y ha comenzado a poner todos los esfuerzos de política económica en la microeconomía, esto es hacia mayores ganancias de productividad a través de un proceso de estímulo de creación de empresas. El primer paso está dado, la apertura comercial y de capitales encaminada a fomentar la competencia, pero falta la flexibilidad del mercado de trabajo, reformas a la seguridad social, educación y salud, y la generación de infraestructura que apoye la innovación y tecnología, que son las políticas que en última instancia permitirán sostener en el tiempo un ambiente de progreso.
Preocupante escenario si consideramos que muchas de estas reformas pasan por la viabilidad política y social de reformas que ciertamente no son muy populares, pero que son absolutamente necesarias para empujar el crecimiento económico. El reto para el brazo político del gobierno es tener que convencer a una asamblea que no se distingue precisamente por la racionalidad y la cordura, y a pseudo dirigentes sociales y políticos que anquilosados en el pasado, cuentan además con una suerte de patente de corso para paralizar el país e incendiar las ciudades cuando se les viene en gana, bajo el pretexto de que no se les da gusto en sus irracionales y absurdos petitorios.
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