
Pensar que la Iglesia católica tiene las manos limpias implicaría o padecer de ceguera o desconocer la historia de Occidente. Pese al tiempo, no es posible olvidar su implicación en más de un genocidio. Podrían hablar en coro las Américas con las voces de todos sus indios. Para no hablar del silencio cómplice de El Vaticano frente al Holocausto. No fue suficiente esconder en el Vaticano a un grupo de niños judíos. Pío XII siempre estuvo intelectualmente conmovido, era su experiencia como diplomático. Los diplomáticos y el poder cuentan con suficiente agua para purificar sus manos y conciencias.
Sin duda, la vida es lo más grande que posee el planeta y más aun cuando esta vida es humana pues constituye la perfección de toda existencia. Sin embargo, ni la ética ni las prácticas sociales pueden basarse en valores universales, como el sentido de la vida humana. El valor de nuestra existencia no depende de una religión o de algún particular sistema axiológico por más sublime que fuese. Vale en sí misma, no vale más porque seas cristiano o musulmán. O, al revés, vale menos porque se carece de religión.
Toda ética versa sobre el bien. Pero el sentido de bien no es ni unívoco ni universal. Por ende, nadie puede imponer legítimamente a otro su propia axiología so pena de violentar los derechos del otro. El derecho a la diferencia es fundamental. Los poderes manejan éticas que no son necesariamente las que procuran y vigilan el bien común. De hecho, la ética del poder no debería constituir sino una expresión más de la búsqueda del bien común. Quien busca dominar e impone conjuntos de saberes y criterios sobre el bien y la verdad lo que en realidad pretende apropiarse del poder para dominar adueñándose de la libertad de los otros.
Desde luego que es obligación de todos preservar la vida del planeta y más aun la vida humana que constituye el paradigma de toda existencia. Tan solo lo humano provee de sentido a toda otra existencia por su don de conciencia y por su inscripción en la ética.
El valor de nuestra existencia no depende de una religión o de algún particular sistema axiológico por más sublime que fuese. Vale en sí misma, no vale más porque seas cristiano o musulmán. O, al revés, vale menos porque se carece de religión.
Pero ninguna mujer está obligada a sostener un embarazo no deseado y más aun cuando ha sido producto de cualquier clase de violencia. Su bien personal, su subjetividad no pueden ser regidos por un tercero advenedizo.
Esto no debería enceguecer ni la inteligencia ni la conciencia. Todo hijo de mujer debe llega al mundo desde los llamamientos del deseo y también desde lo placentero. Es decir, el hijo de mujer no puede ser tan solo el resultado de uniones físicas y de los juegos misteriosos de todo lo que contienen en su cuerpo. ¿Será cierto que la mayoría de mujeres y hombres llega al mundo traída por la cigüeña de un verdadero deseo de otros hombres y otras mujeres?
¡Qué falacia creer que basta con el matrimonio para garantizar e deseo de todos los embarazos! Como si no fuese infinito el número de esposas violadas, abusadas sexualmente por sus esposos.
Hay un porcentaje, siempre importante, de niños que llegan al azar y como producto de los juegos de una sexualidad contemporánea que se desborda y que ya nadie la puede detener. Imposible desconocer que el actual es un mundo eminentemente sensual, erótico y erotizante.
Es un horror que haya niños que nacen porque una mujer fue abusada sexualmente incluso por alguien de su propia familia: el padre, su hermano, el tío. El incesto es mucho más numeroso de lo que comúnmente se acepta.
Demasiadas adolescentes han sido y siguen y seguirán siendo embarazadas porque hacen el amor sin protección alguna. Y no tienen protección porque la sociedad les niega ese derecho. Sociedad esencialmente pacata que se escandaliza por los embarazos adolescentes y que se niega a proveer a las muchachas de métodos que las protejan. La vida de muchas adolescentes está atravesada por la crueldad y la perversión social.
El principio de que todo hijo de mujer debe ser siempre un hijo deseado solo aparece a finales del siglo XX. Ello implicó el derecho de la mujer a decidir sobre su propia sexualidad. Esto quiere decir ser dueña de su deseo. Antes fue esclava del deseo del otro.
Y si alguien no tiene las manos limpias es precisamente Occidente con su religión y su sociología del poder masculino y la alabanza del sufrimiento de la mujer. De hecho, y aunque solo sea soto voce (dicho entre dientes), el cristianismo no renuncia del todo a su supuesto poder de organizar la conciencia social de Occidente.
¡Cuánta falta le hace al país una verdadera y sostenida educación en sexualidad, es decir, en libertad! ¿Cuándo se dejará de hablar tan solo de anatomía y fisiología para ir a los temas de la libertad, el placer, la autonomía, el gozo y las mutuas dependencias?
[PANAL DE IDEAS]
[RELA CIONA DAS]




NUBE DE ETIQUETAS
[CO MEN TA RIOS]
[LEA TAM BIÉN]




[MÁS LEÍ DAS]



