
Qué me importa lo que Diego hizo con su vida, me importa lo que hizo con la mía.
Roberto Fontanarrosa
Pero los dioses no se jubilan por muy humanos que sean. Él nunca pudo regresar a la anónima multitud de donde venía. La fama que lo había salvado de la miseria, lo hizo prisionero.
Eduardo Galeano
Munich, 19 de abril de 1989, semifinal de la UEFA. Un grupo de futbolistas calientan en el campo de juego mientras se escucha la canción Live is life de la banda Opus. Todas las miradas y cámaras apuntan a un ser humano de 29 años de cabello ensortijado que domina el balón con pies rodillas, hombros y cabeza. La número cinco se eleva por unas décimas de segundos, gira en el aire y como si se tratase de un truco de ilusionismo cae y se queda suspendido en la frente del pequeño jugador que parece tener un pacto secreto con el esférico. El malabarista del balón se llamaba Diego Armando Maradona, para millones el más grande futbolista de todos los tiempos. Ha muerto D10S, se inicia el mito.
Infinita tristeza. Una tempestad de lágrimas se ha desatado alrededor del mundo, especialmente en aquellos que vivimos el extraordinario mundial de México de 1986. Argentinos, italianos, latinoamericanos, africanos, asiáticos… no creo que exista un solo lugar en el planeta que no haya sido tocado por la noticia de la muerte de Maradona. Las primeras páginas de casi todas los periódicos del mundo hablan del fallecimiento del mítico 10 de la selección argentina.
Fernando Signorini, su preparador físico cuando jugaba en el Napoli, dijo alguna vez refiriéndose a este fenómeno del fútbol, que con Diego iría hasta el fin del mundo pero que con Maradona no iría ni a la esquina. En el “Pelusa” se daba la contradicción extrema de un ser humano, entre Diego, el deportista humilde y trabajador del detalle y la perfección con la técnica, aquel que en 10.5 segundos recuperó las Malvinas para la Argentina barriendo a toda la armada inglesa. Y por otro lado Maradona, el ser promiscuo absolutamente irreverente y báquico. Algunos dirán que solo les gusta el Diego futbolista, el que podía hacer lo que quisiera con el balón, pero yo también admiro al Maradona barroco, repleto de pecados, excesos y búsquedas. Yo me quedo con Diego Maradona, el autor del gol simbólicamente más poderoso de la historia, y también con el gamberro que se tatuó al Che Guevara y fue el deportista más dionisiaco y autodestructivo del universo. Creo que ambos se complementaban y ambos nos reflejan, es cuestión de conocernos mejor.
En 1984, a los cinco meses de llegar al Napoli, Maradona jugó un partido de fútbol de carácter benéfico en un lodazal de cancha para ayudar a un niño que necesitaba una costosa operación, lo hizo sin medir riesgos y sin autorización del presidente del Napoli que había pagado más de 8 millones de euros por su transferencia. De a poco se inició la leyenda en Napoli, la ciudad mestiza, pobre, humillada por el norte industrial. Rápidamente se identificó con la Italia pobre, marginal y camorrera del sur. En un modesto equipo, recién ascendido a primera categoría, consiguió la hazaña de ganar dos escudetti, y una copa UEFA, allí nació Santa Maradona para los napolitanos. Por ello el carácter mítico de Maradona, un ser venerado por los napolitanos que apenas supieron de su fallecimiento repletaron las calles con diversas peregrinaciones.
Maradona nació en Villa Fiorito, un barrio miserable de Buenos Aires, allí conoció la lógica del mundo, un mundo de ricos y pobres, explotados y explotadores, sabía que su habilidad para jugar al fútbol le permitiría salvar a su familia de la pobreza. Su carrera fue meteórica desde que se inició en las inferiores de Argentinos Juniors hasta que llegó al Napoli. Creo que instintivamente sabía de que lado estaban los oprimidos y apostó por ellos, con su estilo irreverente, barroco, repleto de excesos y caos. Lo que siempre tuvo claro, desde que era un pibe, es que quería ser campeón mundial de fútbol con su amada Argentina, después de conseguirlo el guión le fue insuficiente para entender las partituras de la fama.
En 1982, Argentina perdió la guerra con Inglaterra, fue un evento traumático que marcó a varias generaciones porque Argentina fue humillada militar y políticamente y porque recibió una lección histórica: no era Europa, nunca sería Europa porque Europa vivía su propia realidad de continente colonizador siempre apoyado por Estados Unidos cuando se trataba de arrebatar territorios.
La lección sangrienta dejó una resaca agobiante en el pueblo argentino, por ello el partido de Argentina contra Inglaterra en el mundial de México de 1986 tuvo un valor simbólico inconmensurable. Allí en un campo de césped de no más de cien metros, en menos de cinco minutos, Argentina recuperó algo más importante que las Malvinas, su orgullo como nación. Maradona con dos jugadas diametralmente opuestas levantó a un pueblo de sus cenizas. Un gol con la mano, magistralmente actuado, robado al equipo corsario y luego un gol estratosférico en el que en 10.5 segundos gambeteó a siete jugadores, incluyendo al arquero, para anotar y decirle a Inglaterra y al mundo que el ave fénix estaba allí, volando libre. Y así fue porque en 1986 Argentina fue el equipo épico que arrasó con todos sus rivales hasta obtener el título de campeones mundiales.
Maradona fue el futbolista que enfrentó por primera vez a la FIFA, acusó a Havelange y a Blatter de mafiosos. El tiempo dio la razón al argentino porque ambos dirigentes fueron declarados culpables por tráfico de influencias y otros delitos. El precio que pagó Maradona por su irreverencia fue la persecución de la FIFA que no descansó en su afán por desacreditarlo. El momento más doloroso fue en USA, 1994, cuando le realizaron un test de orina al final del partido contra Grecia. En el examen encontraron efedrina, una substancia prohibida que puede funcionar como un estimulante, totalmente insignificante comparada con la cocaína. Maradona se había cuidado para ese mundial de no consumir drogas y estaba limpio, como testifica Signorini. La ira de la FIFA fue mayor que su interés por la belleza del fútbol, acabaron con el equipo argentino de 1994 utilizando un artilugio burdo. Hoy la muerte de Diego es una revancha contra la FIFA y sus principales dirigentes condenados al olvido mientras Maradona se ha ido dejando una estela inconmensurable.
Al día siguiente del fallecimiento de Maradona, parte de la prensa ecuatoriana mostró su pobreza interpretativa atacando al futbolista, burlándose de su vida privada por su adicción a la cocaína. La caricatura de Bonil en “El Universo” es una afrenta al dolor del pueblo argentino que todavía sigue llorando por su ídolo, dios sucio y contradictorio pero que alguna vez los rescató de las cenizas. Maradona fue el deportista que más alegría le ha regalado a su gente, a Latinoamérica y al mundo. Gracias por todo Diego, nunca te olvidaremos.
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